¿Qué debe hacer Colombia con la producción de carbón, que es su tercer producto de exportación, ante las perspectivas de la disminución de la demanda mundial de este combustible?
Carbón: tendencias mundiales
“El futuro del carbón es tan oscuro que incluso la industria carbonera está deshaciéndose de sus propios activos” afirmaban hace menos de dos años ejecutivos de las principales compañías carboneras de Estados Unidos, que estaban buscando alternativas estratégicas para sus activos térmicos.
En ese momento, en medio de la pandemia, el precio del carbón había caído hasta su nivel más bajo en 15 años (unos 50 dólares por tonelada). Sin embargo, la invasión a Ucrania y las sanciones a Rusia cambiaron de manera drástica la situación del mercado y llevaron a que el precio de este mineral se multiplicara por cuatro y superara la barrera de los 200 dólares.

Esta bonanza es transitoria y, por el contrario, se espera que la necesidad de los países europeos de independizarse de los combustibles rusos los lleve a acelerar las inversiones en otras fuentes de energía y, en primer término, disminuir el uso del carbón por ser el combustible fósil más contaminante y perjudicial para el medio ambiente, tanto en su proceso de producción como en la cantidad de gases de efecto invernadero que emite.
Hoy el carbón genera más de un tercio de la electricidad mundial y países como China e India dependen de él para obtener energía barata y confiable, puesto que en relación con su poder calorífico tiene el menor costo entre los combustibles fósiles, pero se estima que ya en esta década empiece a disminuir su utilización y que para la mitad del siglo solo represente entre 12 % y 16 % de la canasta de energía mundial. En el pronóstico más optimista para el planeta se espera que el volumen de carbón utilizado sea la mitad del actual.
Además, los análisis económicos ya empiezan a mostrar que reemplazar el carbón por energías renovables puede ser costoso, pero genera utilidades muy superiores a ese costo. Así lo afirma un estudio reciente de economistas del Fondo Monetario Internacional, quienes dicen que “reemplazar el petróleo con fuentes renovables puede generar una utilidad neta equivalente a 1.2 % del PIB mundial”.
Un ejemplo muy claro de esta tendencia a la sustitución es Inglaterra. A mediados del siglo pasado tenía cerca de 1400 minas subterráneas, que producían la casi totalidad de los 230 millones de toneladas que consumía el país. Hoy todas esas minas están clausuradas; solo quedan unas pocas a cielo abierto y el consumo anual de carbón ha caído a 18 millones de toneladas.
Presente y futuro del carbón en Colombia
Colombia tiene que avanzar en la senda de la transformación energética y disminuir paulatinamente su dependencia de los hidrocarburos. Teniendo en cuenta las tendencias de los mercados mundiales y las diferencias internas entre el petróleo y el carbón, este proceso debe empezar por el carbón.
En la balanza de pagos el carbón ha llegado a ser el tercer producto de exportación colombiano, después del petróleo y la mano de obra, llegando a un valor máximo de 7400 millones de dólares en 2017, aunque después disminuyó y con la pandemia cayeron la producción y el precio internacional, de manera que el valor exportado se redujo a 4200 millones de dólares. Con la bonanza de precios, este año pueden duplicarse los ingresos de exportación, pero en todo caso es un monto muy inferior al del petróleo.
Por otra parte, el impacto que tendría una reducción de las exportaciones de carbón colombiano sobre el cambio climático es más significativo que en el caso del petróleo, donde Colombia es un productor totalmente marginal, que solo participa con 0.4 % del mercado mundial. En carbón, Colombia tiene la mitad de las reservas de Latinoamérica y ocupa el puesto 10 entre los países productores.
En materia de ingresos fiscales, el carbón es mucho menos importante que el petróleo, toda vez que en el caso del carbón toda la producción es de propiedad privada y las regalías son demasiado bajas. En promedio, alrededor de 7 % del valor producido, mientras que en el petróleo son mínimo de 25 % y crecientes cuando sube el precio internacional. Es decir, que el costo fiscal de reducir la exportación de carbón es más manejable.
Lo que sí debe tenerse en cuenta para la transición es que el petróleo es producido solo por grandes empresas, mientras que en el carbón existe una importante producción artesanal que, aunque no representa más de 10 % de la producción total, sí emplea un número grande de familias que dependen de esta labor para su subsistencia.
Cualquier programa de reducción de carbón debe incluir el ofrecimiento de alternativas de empleo e ingresos para esos pequeños mineros, de manera que su futuro no sea negro como el del carbón.
Mauricio Cabrera
Publicado en la revista Cambio.
Junio, 2022