Son cientos de miles de estudiantes que se sienten inseguros en sí mismos, que pierden la confianza en su entorno, que reaccionan por medio de conductas muchas veces calificadas de rebeldía o de desinterés en sus estudios, sin que se haya practicado previamente el diagnóstico adecuado. Es cierto, sería injusto desconocerlo, que es una tarea compleja para el educador.
La ONU se refirió recientemente a la ansiedad creciente entre la población mundial. Un organismo que nació después de la Segunda Guerra Mundial, en reemplazo de la Asamblea de Naciones de 1919, con el fin de lograr mayor cooperación mundial por la paz y el buen entendimiento internacional, parece ajeno a un tema que suena más individual y referido a la vida de las personas.
Sin embargo, habló de la ansiedad a través de su programa para el desarrollo (Pnud), un problema ligado al sufrimiento que padece ahora la humanidad como consecuencia de la pandemia. Dijo algo novedoso: que los enfoques de sus organismos han estado más centrados en el crecimiento económico y menos en el desarrollo humano, como son los conflictos derivados del cambio climático y la covid-19.
La ansiedad y el nerviosismo son temas recurrentes en la obra de Freud, y en general la psicología, pero creo que ahora se les está prestando mayor atención cuando se sabe que no son solo los adultos mayores, sino los jóvenes, quienes los padecen. Un dato preocupante que el Pnud revela: 20 % de los adolescentes en el mundo sufren problemas de salud mental, que no se diagnostican ni se tratan, y que se manifiestan mayormente en la ansiedad que lleva poco a poco a la depresión.
Quienes nos ocupamos de la educación de jóvenes comprobamos lo traumática que es su vida presa de la ansiedad. El nerviosismo los corroe y paraliza en ocasiones muy frecuentes sin que los profesores nos demos cuenta del fenómeno. Son cientos de miles de estudiantes que se sienten inseguros en sí mismos, que pierden la confianza en su entorno, que reaccionan por medio de conductas muchas veces calificadas de rebeldía o de desinterés en sus estudios, sin que se haya practicado previamente el diagnóstico adecuado. Es cierto, sería injusto desconocerlo, que es una tarea compleja para el educador.
En nuestro país, según las Encuestas de Convivencia y Seguridad del Dane, la tasa de percepción de inseguridad entre la población en 2021 fue del 44 %, cinco puntos por encima de la registrada en 2020: las razones tienen que ver con la situación de inseguridad en las ciudades debido a la delincuencia común, robos y agresiones, según manifiesta el 82 % de la población. Como dato curioso, un 68,9 % dice que es “porque hay poca presencia de la fuerza pública”, lo que sorprende por tantas críticas que se le hacen a la policía.
La percepción de inseguridad colectiva revierte a nivel personal en la ansiedad, problema cuya solución debería ser tenido más en cuenta en los programas políticos de los candidatos al Congreso y por supuesto a la Presidencia.
La sola mención del aumento del presupuesto para educación es insuficiente. No estamos escuchando que la educación debe ser con calidad y, menos aún, que debe apuntar a la formación integral de los jóvenes que es donde caben los aspectos de construcción de la confianza en sí mismos, de la seguridad en sus capacidades, del desarrollo de su inteligencia emocional, que son la base de una educación completa y no limitada a los conocimientos.
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)
Marzo, 2022