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compromiso en las promesas

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De nuevo, nuestro ya célebre dialoguista de ultratumba, viendo las contiendas electorales de Francia y Colombia nos sorprende con un texto alusivo a la situación política que están viviendo en este momento los dos países.

Estaba pescando con el gran taoísta Chuang Tse en el río Pu cuando llegaron dos mensajeros del rey de Ch’u que le dijeron de su parte:

‒Tengo intención de molestarte, haciéndote que tomes el cuidado de mi reino.

Chuang Tse, la caña en la mano, sin dirigirles una mirada, contestó:

‒He oído decir que el rey de Ch’u posee una tortuga mágica que murió hace ya tres mil años. El rey la guarda en su palacio en un cofre, bien envuelta en paños. ¿Esa tortuga hubiera querido morir para que sus huesos fueran tan honrados o hubiera preferido seguir viva, arrastrando su cola en la ciénaga?

Los dos mensajeros respondieron:

‒Hubiera preferido continuar viviendo y arrastrar su cola en la ciénaga.

Chuang Tse les contestó:

‒Váyanse. Yo también prefiero seguir arrastrando mi cola en la ciénaga.

Como en ese río había mucha trucha, también estaban pescando con Chuang Tse otros personajes que, a propósito de lo sucedido, comentaron lo siguiente:

‒Lo que has hecho es un ejemplo para todos los ávidos de poder, dijo Antonio Machado. A ellos les advertí en una ocasión: huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales, porque solo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura.

Otto von Bismark ‒el orgulloso “Canciller de Hierro”‒ replicó: 

‒El problema es que a muchos nos encanta subirnos a los pedestales y tener el papel protagónico en el gran teatro del mundo, pero a nadie le regalan el poder y, para alcanzarlo, se está dispuesto a muchas cosas. He visto que en ninguna circunstancia se miente tanto como después de una cacería, durante una guerra o antes de las elecciones.

‒Nadie ofrece tanto como el que no pretende cumplir, opinó con realismo el pendenciero Francisco de Quevedo.

A ello, Jacques Chirac ‒viejo zorro de la política francesa‒ añadió cínicamente: 

‒Las promesas no comprometen sino a quienes creen en ellas. 

‒Un político nunca se cree lo que dice. Por eso, sorprende cuando otros sí se lo creen, añadió Charles de Gaulle desde sus casi dos metros de altura.

Vista así la cosa, la política es una carrera de caballos de Troya y fuente de muchas triquiñuelas. Pero los ávidos de poder se hacen muchas ilusiones pues, como dice Juan Manuel Roca, con coronas de nieve bajo el sol cruzan los reyes, afirmé.

‒No puedo quejarme, a mí me duró cuarenta años la corona antes de que se derritiera, manifestó Federico II, déspota ilustrado en su versión prusiana. Y lo logré mediante este acuerdo con mis súbditos: ustedes pueden decir lo que quieran y yo hacer lo que quiero.

‒Bien dicho, Federico, por eso sostuve ‒cuando mi escándalo del Watergate‒ que “si el presidente lo hace, entonces no es ilegal”, exclamó Ricardito “Tramposo” Nixon.

‒Veo, Tricky Dicky, que aprendiste bien aquello de que en política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno, opiné.

‒Para eso, terció Churchill ‒que acababa de despacharse en ayunas media botella de Johnnie Walker Black Label‒, el político debe ser capaz de predecir lo que va a ocurrir y de explicar después por qué no ocurrió lo que predijo.

‒Oyéndolos a ustedes, dije, me conmueve el optimismo del apóstol Pedro cuando exhorta a “ser sumisos a los gobernantes como enviados por Dios para castigo de los que obran el mal y alabanza de los que obran el bien (1 Pt. 2, 13-14).

‒¡Oh santa ingenuidad!, exclamó Ronald Reagan, levantando sus brazos al cielo: se supone que la profesión de político es la segunda más vieja del mundo. Y, con el tiempo, me he dado cuenta de que se parece mucho a la primera.

‒No seas injusto, Ronald. El camino del poder es más torcido que el de las que nos precederán en el Reino de los Cielos. Nada es más sinuoso que el trayecto de quienes persiguen con obsesión el poder y logran formar parte de su temible círculo, repliqué. Temible lo es, pues la moral se esgrime cuando se está en la oposición; la realpolitik cuando se está en el poder. Además, cuanto más torcidas son las intenciones de un político, más solemne y rimbombante se vuelve su lenguaje. Y como los humanos tenemos reflejos tardíos, por lo general no comprendemos el engaño sino demasiado tarde.

‒Darse cuenta tarde no sirve de remedio, sino de pesar, me dijo sabiamente Gracián, al tiempo que me recomendaba la lectura de su Oráculo manual, formidable breviario de prudencia. Está, pues, atento ‒concluyó el jesuita‒, porque el poder favorece la tentación de todos los vicios.

‒Entiendo que, por eso, no hay que confiar el poder sino a los probos. Y aun a ellos hay que mantenerlos bajo el ojo vigilante de la ley, sabiendo que la corrupción de los mejores es la peor de todas, como dijo en tres palabras Gregorio Magno: corruptio optimi pessima.

Me desperté sobresaltado por un intenso olor a chamusquina. Soñaba que me había convertido en un “ser de luz” y que estaba electrocutando corruptos.  Eran demasiados.

Rodolfo Ramón de Roux

Abril, 2022

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