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Colombia penetrada por narcotrafico

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La sociedad y el Estado colombianos han llegado a una plena simbiosis con el contrabando de cocaína o ‘narcotráfico’. La ‘coca’, como se llama no solo a la planta. sino a la cocaína misma, es una sustancia alucinógena gravemente nociva para la salud individual y colectiva.  

Colombia está penetrada por todas las instancias del negocio, desde el cultivo de la planta, pasando por la recolección de sus hojas, la elaboración de la pasta y su transformación en clorhidrato de cocaína, su exportación ilegal, el soborno o asesinato de las autoridades llamadas a controlarlo y el ‘lavado’ de las grandes sumas de dinero que produce. 

A decir verdad, los colombianos tardamos mucho tiempo para dimensionar las proporciones del negocio y sus efectos en el país. Que yo sepa, los primeros estudios sobre el impacto del ‘narco’ en la economía colombiana, producidos por ANIF, datan de 2017, y ya desde entonces se perciben grandes dificultades y vacilaciones en el registro y análisis de los datos, parcialmente justificada por la enorme dificultad para analizar y ponderar el fenómeno. Por ser un contrabando muy sofisticado, no es posible detectarlo con precisión. Las incautaciones dan apenas un leve un indicio. Todo esto hace que, en las investigaciones, tenga un peso importante la percepción subjetiva del analista. Vemos o dejamos de ver lo que en el fondo queremos, aun sin saberlo. 

Comencemos, pues, por la economía. Más adelante, me referiré a otro marco interpretativo mucho más importante. 

Impacto económico del narcotráfico 

Un artículo publicado por Laura Lucía Becerra Elejalde en el diario La República*, calcula ese impacto en el PIB nacional. De ese texto extraigo algunas informaciones, añado otras y adjunto consideraciones propias.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), Colombia es responsable de siete de cada 10 gramos de cocaína que se producen en el mundo. A pesar de las dificultades para medir el impacto económico de esta industria, diferentes estudios estiman que, en general, el narcotráfico tiene un peso que podría llegar a 2 % del PIB, lo que equivale a la bicoca de $19,5 billones anuales. El estudio de economía subterránea publicado por Anif en 2017 menciona que 3 % del PIB correspondería al narcotráfico y negocios asociados, esto es, cerca de $29,2 billones, mientras que desde el Emisor se ha hablado de que estas transacciones ilícitas podrían ser 2 % del PIB.

En su libro, Cocaína, ¿estabilizador macroeconómico colombiano 2015-2018?, el exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, establece por medio de estimaciones propias y de entrevistas a fuentes asociadas a diferentes eslabones del negocio del narcotráfico que el peso de esta industria es tal que, a raíz del desplome del precio mundial de los hidrocarburos en 2014, la cocaína llegó a ser el principal estabilizador de la economía.

Sin embargo, no pocos economistas tratan de mitigarlo. En mi opinión, experimentan una cierta vergüenza nacional de reconocerlo. 

Para Hernando Zuleta, director del Cede de la Universidad de los Andes, “Hay una sobreestimación en el flujo de ingresos derivados de la cocaína al país. Los precios en los mercados finales guardan muy poca correlación con los cultivos en Colombia”.

Al parecer de Luis García, docente de Economía de la Universidad Javeriana, “Hacer estimaciones con cifras del narcotráfico no es sencillo. Desde que cayó el precio del petróleo teóricamente podría haber un impacto, pero no muy importante”.

Sergio Orjuela, investigador de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, comenta que “Hay varios estudios relacionados con el impacto de qué tanto retorna al país en cuanto a estas actividades, y lo que se encuentra es muy poco, las máximas estimaciones del narcotráfico en términos del PIB llegan a 2 %”.

Daniel Mejía, docente de Economía de Los Andes, señaló que “el narcotráfico en la economía colombiana ha pesado entre 2 % y 3,5 % del PIB, dependiendo de la época”. 

Cuando aún era gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría mencionó en Inside LR que “la realidad es que nadie conoce su peso verdadero”, y que cree “que el tema está sobrevalorado”. 

La reacción es clara. Desde luego, ningún gobierno y ninguna institución estatal están dispuestos a aceptar un influjo notable del narcotráfico en la economía. Todos tienden más bien a practicar el deporte nacional del ‘tapen, tapen’. 

El otro marco del narcotráfico en Colombia

El fenómeno económico se enmarca en un cuadro político mucho más amplio y significativo. El lúcido analista argentino, Juan Tokatlian (actualmente vicerrector de la Universidad Torcuato di Tella en Buenos Aires), quien permaneció en Colombia durante casi 18 años ‒entre 1981 y 1998‒, siendo aún investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional (sede Bogotá), de 1995 a 1998, dictaminó que después de un par de décadas de una mal disimulada y socialmente tolerada ósmosis entre, de una parte, la sociedad y el Estado colombianos, y de la otra, el narcotráfico, finalmente el país había llegado a una completa simbiosis con ese pernicioso fenómeno. Hoy, poco más de 30 años después, trato de recordar sus análisis, pero solo puedo hacerme responsable de lo que le atribuyo al antiguo colega. Seguramente, a sus informaciones y consideraciones les mezclo las mías propias.

Como se sabe, en la ósmosis, un disolvente cualquiera –agua, por ejemplo– va penetrando lentamente en otro líquido más concentrado ‒digamos, en una solución de ácido tartárico‒ a través de una membrana semipermeable. El agua va recibiendo y asimilando el ácido y en la misma medida este se va disolviendo en ella. El proceso continúa hasta que se llega a una situación estable de la que los dos simbiontes se benefician recíprocamente. De forma similar, desde los años noventa, el ‘narcotráfico’ fue penetrando en la sociedad y el Estado colombianos sin que le diéramos mayor importancia. De ese error nos advirtió, también tempranamente, el destacado colombianista francés Daniel Pécaut a un grupo de académicos, quienes entonces pensábamos que en este caso se repetía la misma historia del whisky en Estados Unidos, inicialmente condenado y luego legalizado y convertido en fuente muy importante de ingresos nacionales. ¡Qué equivocados estábamos!

A su vez, la simbiosis se refiere a la asociación que establecen dos individuos, sean animales o vegetales, de la cual ambos se benefician. Para Tokatlian, lo que llamamos el ‘narco’, ya se habría infiltrado en todas las instituciones sociales y políticas del país, de manera que, consciente o inconscientemente, el tráfico de cocaína, aunque se lo declaraba ilegal, se había vuelto lícito, esto es, socialmente aceptado por una mayoría de colombianos, que ni siquiera le daban importancia. Hacía parte del paisaje nacional, como lo habían sido las guerrillas en el pasado, cuando operaban en territorios aún desconocidos y muy distantes de las ciudades. En realidad, para los pobladores urbanos, aquellas constituían apenas una lejana referencia que aparecía ocasionalmente en los diarios y la televisión.

De manera semejante, según el analista, el narcotráfico se servía de todas las instituciones nacionales para extender su dominio, a la vez que ‒sabiéndolo o no, queriéndolo o sin quererlo‒, estas se beneficiaban de aquel. Esto no quiere decir que todos sus miembros y quizás ni siquiera la mayoría estuvieran involucrados, sino que en casi todas las instancias había narcos infiltrados que ejercían su influencia y su poder. No se trataba, sin embargo, de una gran estrategia conjunta de una poderosa macroorganización criminal sino, por lo general, de iniciativas individuales o de pequeños grupos.

Creo recordar que Juan Tokatlian hacía referencia al rápido y notable proceso social de ascenso de las clases medias bajas en Colombia, fenómeno que, según él, sería envidiable en cualquier otro país de Latinoamérica. A ese propósito me viene a la memoria cómo huéspedes y propietarios de hoteles cinco estrellas fueron cambiando de clase social. Al lado de las antiguas élites bien vestidas y refinadas, de dedo parado, comenzaron a llegar gentes de escasa cultura. La mayor parte, familias humildes que ingresaban con una avergonzada modestia a un mundo nuevo, aunque no faltaban tampoco los muy simpáticos, comunicativos y alegres, que ostentaban su riqueza con una excesiva generosidad y sacaban pecho con su corte de extraños amigos invitados. Alguno de ellos fue detenido después por haber participado en un cargamento de cocaína. Entonces, las élites comenzaron a emigrar hacia Miami o España.

A nivel nacional, el fenómeno político ha sido y sigue siendo mucho más importante. No pocos alcaldes, gobernadores, congresistas, ministros, miembros de fuerzas armadas, agentes de aduana, guardianes de cárceles, notarios, registradores y jueces, entes de control como la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría, los ministerios de Hacienda y de Comercio, etc., le han hecho el cuarto a los narcotraficantes. 

Por eso, hoy podemos decir que el narco ha capturado la sociedad y el Estado colombianos. Viven de él y son utilizados por él, todo ello bajo la capa de la más ingenua o maliciosa “legalidad”, palabreja que hemos oído hasta el cansancio como si fuera el mantra de salvación nacional. 

Por fortuna, ese retintín terminará pronto. ¡Ciao! 

https://www.larepublica.co/economia/narcotrafico-pesa-hasta-19-billones-en-el-producto-interno-bruto-de-colombia-2933774#:~:text=Sin%20embargo%2C%20y%20a%20pesar%20de,equivale%20a%20%2419%2C5%20billones

Luis Alberto Restrepo

Abril, 2022

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