Soliloquio sobre la reconciliación

Por: Luis Arturo Vahos
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Todo era hermoso cuando la niñez aún lucía su sonrisa desdentada y los aviones eran de papel. Entonces apareció el miedo y la sonrisa blanca, en dentadura nueva, se enturbió.

Con la aparición del miedo en la vida llegaron experiencias repetidas de desamor y aprendimos el odio contra nosotros mismos, que es el peor de todos los odios. Porque muchos, desde distintas y respetables trincheras, arrojaron basura sobre nuestra corporalidad, que es la más evidente forma de nuestro ser.

Matones en la escuela enmascararon nuestras facciones o modo de caminar en un apodo y lograron que odiáramos esa caricatura que provocaba hilaridad en otros.

Sacerdotes, en el confesionario, convirtieron experiencias íntimas con nuestros cuerpos en pecado. Y hasta aprendimos que la mortificación corporal nos precavía del mal y del maligno.

Se nos inculcó a ver al otro (sobre todo a la otra) como ocasión de perdernos, no de crecer. La precaución se volvió omnipresente y hermana del temor. Se hizo algo tan natural y esencial, que sin ella hubiésemos perecido muy temprano. Ni nos vacunaríamos, ni ahorraríamos y hubiéramos perdido el camino que nos tiene donde nos encontramos ahora.

Esa precaución, convertida en miedo, conduce por caminos miserables. Se vuelve paranoia que frena, timidez acentuada que aísla y apoca, misoginia y recelo.

¿Y qué pasa cuando ese temor lo proyecto sobre los demás? ¿Si convierto al otro en un peligro potencial o, lo que es peor, en objeto de rechazo? 

Aprendo a enmascarar personas bajo prejuicios; aquello que temo en mí, ¿lo odio en los demás? Si es así, estoy preparado, “educado”, para aceptar el prejuicio como algo completamente “normal”.

Hoy, cuando las redes son el campo de acción de maquinarias, botsinfluencersfake news, etc., ¡qué fácil presa hemos llegado a ser! Reenviamos basura sin previo análisis porque realimenta nuestros profundas inseguridades y miedos.

La precaución tiene muchas formas, juegos y pretensiones. Incluso, se ha ampliado y convertido en verdaderos regímenes educativos, sistemas legales, aparatos de terror.

Acudiendo a miedos reales o ficticios se hace política y se establecen regímenes por todas partes, de Oriente a Occidente, de Norteamérica hasta el cono Sur.

Tal vez un autoanálisis como este allane caminos de reconciliación entre nosotros a partir de la aceptación y del reencuentro con el bello ser que un día fuimos. 

Acogeremos la promesa del Reino que nos habita si nos comportamos a la altura de los niños.

Luis Arturo Vahos

Agosto, 2021

2 Comentarios

Luis Alberto Restrepo 5 agosto, 2021 - 9:16 am

Bella historia con reflexiones profundas y bien escrita. Gracias, Luis Arturo!

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Jorge+Luis+Puerta 5 agosto, 2021 - 9:21 am

El m¡edo como práctica y como doctrina, es el partero de todos los despotismos.

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