En el relato bíblico se esconde mucha sabiduría, muchas lecciones de política y gobierno, perfiles de quienes ejercen el poder, modelos de justicia, historias de amor y un repertorio inagotable de otras historias.
Me enviaron un video en el que una chiquilla narra su visita escolar a una catedral. La llevaron como quien visita un parque, un museo o un centro comercial. La niña, aterrada, describe la iglesia como una casa de brujas en la que hay muertos, torturas y vírgenes encerradas, en vez de ser un lugar paradisíaco para celebrar bodas.
Es claro que jamás le hablaron del cristianismo, de la vida de Jesús, del significado que ha tenido la religión en la historia de la humanidad y sus símbolos de muerte y resurrección, de sacrificio y generosidad, de perdón y solidaridad, etc. Simplemente la llevaron de paseo escolar como quien va al zoológico.
Estas fechas decembrinas son fiestas y celebraciones religiosas que para muchos de nuestros niños representan regalos, paseos y rumbas sin que se vaya un poco más allá del circo comercial y el descanso de fin de año. Pero la verdad es que nadie logra desprenderse de las grandes lecciones que nos han quedado de aquello que en alguna época se llamaba la historia sagrada, que no solamente resultaba divertida por las características de sus personajes –superhéroes bíblicos– sino que con el tiempo permitía comprender muchos comportamientos humanos que aparecen en el relato mítico.
En el Antiguo Testamento hay personajes como David, que a base de astucia y habilidad derrotó al gigante Goliat. Sansón, por su parte, recibe una fuerza descomunal para salvar a Israel de manos de sus enemigos, pero se enamora de Dalila, una filistea contratada para descubrir su debilidad y así surge una trama de traiciones, espionaje y riesgos de quienes son elegidos para cumplir grandes misiones destinadas a la salvación de los pueblos.
Tal vez el máximo exponente de esta relación entre Dios y su pueblo es Moisés, llamado a sacar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Si se mira con cuidado, se trata de una rebelión popular prolongada: para convencer al faraón, hermano de crianza del libertador elegido, se hace necesario lanzar siete plagas que culminan con la muerte de todos los primogénitos de los egipcios. El relato bíblico dice que Yahvé habla a través de Moisés, quien debe cumplir órdenes sin la menor dubitación. La rebelión se justifica con todas sus implicaciones de muerte, hambre y miedo.
Pero además de convencer al faraón, Moisés debe convencer a su propio pueblo y para ello recurre a prometer una tierra maravillosa que mana leche y miel, donde los campos florecen siempre y el ganado abunda. No es la libertad ni la convicción en el más allá celestial lo que anima el éxodo: es la promesa de un futuro terrenal de riqueza y bienestar perpetuo. Y preferiblemente de inmediato, por decreto ejecutivo. Por eso, no pasan muchos días antes de que el pueblo se rebele contra Moisés mientras este recibe las leyes dictadas por su Señor. Eso de pasar por el desierto no les parece divertido…
En el relato bíblico se esconde mucha sabiduría, muchas lecciones de política y gobierno, perfiles de quienes ejercen el poder, modelos de justicia, historias de amor y un repertorio inagotable de historias sin las cuales no es posible entender las obras de arte que durante siglos se dedicaron a representar las escenas bíblicas, ni muchos de los conflictos contemporáneos en el Medio Oriente, ni la constitución geopolítica del mundo, ni el enorme repertorio de la música sacra.
Con fe o sin ella, siendo católico o ateo, esta historia es importante porque impregna nuestra cultura con una herencia que tiene por lo menos tres milenios, máxime cuando cada vez se pregona con mayor fuerza el cultivo del pensamiento crítico.
Y, claro, recordar que las promesas de nuevas tierras que manan leche y miel siguen estando pendientes desde la época de Moisés, mientras seguimos paso a paso superando los obstáculos que ningún ser superior terrenal o sobrenatural nos resolverá por arte de magia. Pasar por el desierto es inevitable.
Francisco Cajiao
Febrero, 2023
1 Comentario
Pacho: Lo que ocurre ahora es al revés. Estamos saliendo al desierto, dejando desolada una tierra y un país que producía leche y miel, y eso en razón de un mesías que también funciona al revés. Saludos.