En la segunda “Tarde de aprendizaje con nuestros escritores”, Darío me invitó a participar, basado en mi labor como editor de este blog. Aquí relato mi experiencia y mis razones en respuesta a las preguntas que él formuló.
Empecé a editar hace mucho tiempo, sin darme cuenta de que lo estaba haciendo.
Desde pequeño me gustó que lo que escribía quedara bien. En primaria me gustaron la gramática y la ortografía, como a otros les gustan las matemáticas o las ciencias, algo que no tiene mayor explicación.
Revisando la revista Nazaret, de El Mortiño (1960), encontré que en primero de bachillerato al final de año me hicieron un reconocimiento en Castellano y Ortografía. Más tarde, en el juniorado, donde Manuel Briceño corregía mis trabajos (conservo algunos con anotaciones en rojo), dirigí y edité en 1968 la revista Hombre y expresión y escribí artículos para el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República y la Revista Javeriana. Luego, en las empresas en que trabajé, participé en la redacción y revisión de sus publicaciones, pero sin ponerle a eso la denominación de edición. Eran meras colaboraciones para que los textos quedaran bien escritos.
Solo en 1984 pude llamarme editor (y asignarle ese nombre a lo que había hecho en el pasado) cuando me contrataron en Editorial Norma, después de encontrarme en un avión con otro exjesuita, Luis Bernardo Peña, quien me preguntó en qué estaba trabajando y si me gustaría presentarme a unas entrevistas, pues en esa empresa estaban buscando un editor. Acepté su invitación, pues en ese momento tenía conflictos éticos como gerente de capacitación y desarrollo de Laboratorios Abbott con medicinas que tomaba y me causaban molestias, pero de las cuales tenía que resaltar sus virtudes ante médicos y visitadores médicos.
En Norma trabajé 24 años como editor de libros de texto escolar (cuatro años) y luego 20 como director editorial de Norma para más de 10 países latinoamericanos, donde orientaba la edición de textos escolares para diferentes asignaturas del currículo. Esa experiencia me abrió las puertas para ser corrector de estilo y editor free lance cuando me pensioné, trabajo que vengo haciendo desde hace 13 años, con clientes de renombre o con personas que me contactan porque se han enterado de mi oficio. Con internet echo de menos el contacto personal, pues en muchas ocasiones me envían trabajos, los devuelvo “corregidos” (palabra que no termina de gustarme), los aceptan y me piden datos bancarios para consignar los respectivos honorarios.
Edito porque me gusta que lo que otros lean esté bien escrito, tenga ilación de ideas, resulte ameno, interpele al lector y este no sienta tropiezos en su lectura porque el texto no está bien escrito o tiene diversos tipos de errores (tipográficos, de inconsistencias, de contenido, de validación de información, etc.). Cuando leo libros publicados por diversas editoriales que tienen esas deficiencias intento comunicarme con el autor o la editorial que lo publicó.
Llegué a editar en el blog no por iniciativa propia, sino porque cuando este comenzaba en el grupo coordinador vieron la necesidad de alguien que cubriera este frente. Carlos Posada me lanzó al ruedo, aunque también hubieran podido invitar a otros exjesuitas que son o han sido editores: Jaime Alfredo Neira, José Vicente Kataraín o Ricardo Arango, o incluso periodistas, como José Samuel Arango.
¿Qué temas le llaman más la atención para editar y por qué?
En el blog de exjesuitas en tertulia, los temas que más me llaman la atención para editar son aquellos que me tocan personalmente, los que recurren al humor, los que tienen profundidad conceptual, los que me cuestionan, los que están bien escritos. En ellos, disfruto la labor de edición.
En los trabajos free lance que hago, si son institucionales, prefiero los de historia y educación. Son más cercanos a mis conocimientos y gustos. He podido hacerlo en obras de autores como Jorge Orlando Melo, Michael Reid, Jaime Castro o Santiago Gamboa y con instituciones como el BID, Unicef, Carvajal Inversiones, Editorial Planeta o Editorial Random House. Cuando son escritos de personas, prefiero los literarios y los biográficos porque facilitan conversar con su autor y un dar y recibir realimentación.
Hay temas que no me llama la atención editar, pero que hago pues me llegan asociados a una orden de trabajo a la cual no puedo decir que no. Son reportes técnicos, informes a juntas directivas, libros religiosos y hasta de temas profanos, como el aguacate. Algunos me toman mucho tiempo, por las deficiencias que tienen en estructuración o lenguaje y porque me llevan a reescribir.
Ha habido casos en los cuales he tenido que rechazar un trabajo de edición porque el autor cambiaba su texto con frecuencia o porque quería que hiciera mi trabajo casi regalado. Como es una labor que casi no se ve, algunas personas no lo valoran o quieren que lo haga casi gratis.
He tenido la oportunidad de editar o corregir estilo de obras de varios integrantes de este grupo y de hacer observaciones a obras que han publicado. Dispongo de tiempo para ello.
Para terminar este punto, quiero hacer una aclaración conceptual. Cuando se habla de edición esta palabra puede incluir varias tareas diferentes:
1. Edición, propiamente dicha, es meterse con el contenido de una obra y ajustarla de acuerdo con su autor (por ejemplo, añadir o suprimir texto, cuestionar afirmaciones o verificar referencias).
2) Corrección o revisión de estilo, es trabajar el lenguaje de un texto para hacerlo más legible y modificar su redacción, sin alterar el contenido.
3) Neutralización, es pasar un texto del castellano de España al de Colombia o de Latinoamérica, por exigencias del mercado. No nos gusta, por ejemplo, que el texto diga zumo en vez de jugo o poliestireno expandido en vez de icopor (nombre proveniente deIndustria Colombiana de Porosos).
4) Revisión tipográfica o corrección de pruebas, es revisar la digitación de un texto para que, por ejemplo, no se pasen errores mecanográficos (por ejemplo, alienación en vez de alineación) o que queden palabras mal partidas al final de una línea).
Termino con un comentario etimológico: en latín, editor-is es el que produce o engendra, hace nacer o da a luz.
Cuéntenos los pasos de su proceso de edición de lo que escriben otros.
Centrándome específicamente en el blog, sigo estos pasos:
Obtener una visión de conjunto del texto. Me fijo en aspectos como su extensión (muy largo, muy corto, aceptable); su título (llama o no la atención o se parece mucho a otro), la manera como comienza y termina, si trae o no una presentación (que es la que aparece cuando se abre el artículo en el blog). Cuando es muy extensa la colaboración, pensar que cuando la lea debo fijarme dónde podría dividirse en dos o más partes, para no fatigar a los lectores.
Cerciorarme de si tengo tiempo para leer y revisar todo el texto de una vez, sin interrupciones.
Empezar a leer y ajustar el texto a medida que leo. No hago lo que hacen otros: primero leer todo el texto sin modificarlo y luego sí trabajarlo.
Verificar o añadir referencias bibliográficas cuando se requiere.
Escoger qué parte del texto va servir para la presentación, solicitársela al autor o redactarla (tarea que debe llevar a cabo para no incrementar mi trabajo).
Releer el texto, después de trabajado, en un proceso parecido al juego del pimpón: de un lado, me pongo en el papel del que escribe, para que su texto salga lo mejor posible; del otro, en el lugar del lector, para que resulte comprensible.
Verificar que no queden errores tipográficos y que no falten datos como presentación, nombre del autor o fuente (por ejemplo, Cambio o El Heraldo de Barranquilla).
En ocasiones, proponer un título diferente.
Enviar por correo el texto a quien lo escribió, después de haberlo trabajado, para su aprobación o modificaciones, con el fin de que lo publicado cuente con el visto bueno de su autor.
Finalmente, incluir el texto en la programación del blog, que hago para una semana y presento al equipo coordinador del blog.
Cuando son artículos ya publicados (por ejemplo, en El Tiempo, La República, El Heraldo, Portafolio o la revista Cambio) no requiero interactuar con sus autores, pues ya han pasado por una edición en esos medios de comunicación.
Me gustan los escritores que discuten cambios que yo hago porque me enseñan (y, de pronto, algo les enseño), en un diálogo enriquecedor.
¿Cuál es en su opinión el papel que juegan sus escritores en la edición de sus artículos?
Los escritores juegan varios papeles: primero, que escriban porque tienen temas y les motiva hacerlo. Me encanta cuando alguien que ya ha publicado en el blog me envía un nuevo artículo.
En segundo lugar, que den realimentación a mi trabajo, pues quienes escriben en el blog han recibido de vuelta lo que escribieron, con las modificaciones o preguntas que les hice, en busca de cambios y aprobación. En esa interacción algunos perciben que he mejorado su texto ‒si había lugar a ello‒. En bastantes ocasiones he tenido que escribir la presentación de sus artículos (tarea que les corresponde a ellos, pero que a veces pasan por alto).
En unos pocos casos he hecho cuestionamientos a lo que han enviado a mi correo electrónico o al de Darío. Textos discutibles de publicar, los hemos discutido en el comité coordinador que se reúne todos los viernes una hora y los hemos contrastado con las normas de publicación que establecimos desde un comienzo (que aparecen en el blog en las secciones “Sobre nosotros” y “Qué brindamos”). Muy pocos se han devuelto a sus autores.
Ha habido momentos en que hubo necesidad de solicitar artículos, pues las colaboraciones estaban escasas. Por fortuna hemos logrado el objetivo de publicar, al menos, un artículo diario, algo infrecuente en la mayoría de blogs.
Como otro de los trabajos del editor es conseguir autores y motivarlos a que escriban, en varias oportunidades he conseguido que algunas personas escriban por primera vez. Eso lo sabemos ellos y yo.
Gracias a mi trabajo de edición y revisión de textos he renovado amistades de vieja data, que habían estado en un largo periodo de latencia, lo que debo agradecer a este blog.
William Mejía Botero
Agosto, 2022
13 Comentarios
Excelente testimonio, William. Algo parecido, modestamente similar en todo caso, hago yo con mis estudiantes y aun con profesores. Estoy aprendiendo a hacerlo aun en italiano.
Cuenta la estètica. Lo aprendì de excelentes maestros como Luis Carlos Herrera, Manuel Briceno, Enrique Gaitàn, Eduardo Ospina, Jaime Pèrez. Y en Italia con Umberto Eco.
Un abrazo y adelante con el farolito. Porque hay que ver lo que uno alcanza a ver!!!
Este teclado (el de mi esposa) no tiene la egne ni tildes decentes, ni signos de admiraciòn al inicio,
03 agosto 2022
William: muchas gracias por tu escrito, por tus ideas y aclaraciones, y por el testimonio que presentas de una labor de enorme trascendencia, cuyo reconocimiento solo lo podemos dar quienes hemos recibido tu ayuda, tu orientación y tu colaboración. Un cordial saludo. Hernando
Gracias, William. No conocía tu muy rico e interesante pedigrí. Te felicito y me da pena molestarte con trabajos tan largos y tan aburridos como el último que te envié, y además, fregarte la vida cambiando con frecuencia el texto. Te pido excusas por estas manías de adulto mayor (léase viejo). Saludos.
William, muchas gracias por contarnos tu vida en medio de tu trabajo o afición, Al fin no supe qué es más para tí, pues disfrutas con lo que haces. Leyendo tu nota, pensaba que ese hobby se te convirtió en costumbre, pero destaco tu “actitud de servicio a los demás”, lo cual es obvio para tus clientes. Hablas de “colaboraciones”; eso es lo que tú eres: un colaborador innato. No sé si exista la profesión de “editor”, pero, si no existe, creo que en tu artículo le estás dando nacimiento. Gracias por el apoyo contínuo y profesional que das a “nuestro” blog.
William, no recuerdo habernos encontrado durante nuestra permanencia en la Compañia, pero sí en algunos almuerzos en el Club del Comercio. Tu artículo, además de ilustrador, me hace conocerte mejor.
Te estoy muy agradecido por tu ayuda en relación con mis artículos publicados en el blog. Un abrazo.
Felicitaciones por esa labor de toda una vida y, en lo que a mi concierne, gracias por tus “retoques”.
Es una simpática coincidencia la que menciona William, pues mi trabajo actual es precisamente este de editor y “proofreader” (corrector tipográfico o algo parecido).
Tal como dice William que le sucedía, durante toda mi carrera, que fue sobre todo en el área naviera, era corriente que me enviaran documentos a revisarlos o traducirlos, y lo hacía con gusto, tratando de que fueran más legibles y que fluyeran mejor.
Al dejar el último puerto donde trabajé, ya hace algo más de un par de años, lo que era antes una ocupación eventual se ha convertido en mi trabajo diario. Son muchas las personas, de todos los países, que desean que revise sus textos en español, inglés, y ocasionalmente francés, y me contratan desde prácticamente todos los países posibles.
Es un trabajo un poco solitario, pues estoy todo el día frente al computador y me hacen falta los barcos que manejaba a diario, pero es una ocupación entretenida como podría confírmalo William.
William, felicitaciones y agradecimiento por tu generosa labor de editor en este blog, que sin duda mejoran el nivel de los escritos.. Cuando veo las correcciones que me sugieres me asombra tu capacidad de captar hasta los más pequeños errores o inconsistencias. Se nota toda la experiencia en esta labor!
Estuve bastante ocupado ayer, por lo que no entré al blog y no pude leer los ocho comentarios. Como digo en el texto, es una labor que me gusta hacer -algo solitaria , como expresa Eduardo-, pero que me permite interactuar a distancia. Gracias por sus agradecimientos. Un saludo para todos.
William, no repito las alabanzas anteriores porque entonces tendrias que editarlas para que no sean “aburridas”. El editor es como el escultor consagrado que no deja salir a la luz (y critica) de los observadores su obra terminada. La pule, la brilla, le da el toque elegante, el toque maestro para que se convierta en un portentoso testimonio a la perfeccion de quien se consagra a producir algo que tenga impacto, invite a la reflexión, abra puertas a la imaginación y enriquezca a todos los que la contemplen. Eso haces tu cada vez que pules una de nuestras inacabadas obras que necesitan el toque final del maestro que no deja pasar detalle que pueda mejorarse. Gracias William, eres en ultimo termino, quien nos presentas al lector con vestido de gala y triunfador del idioma.
William, muchas gracias y felicitaciones por tu importante labor. Para mí también, tanto el escribir como el revisar y editar textos, es un trabajo altamente gratificante y hermoso, aunque no tan frecuente como el tuyo. (He revisado, desde traducciones de Prentice Hall hasta textos de colegas y de algunas universidades).
Coincido contigo en que no se trata de corregir sino de revisar, adaptar, recortar lo que parezca excesivo (un traductor de Marcel Proust hablaba de “utilizar las tijeras podadoras”).
Retomo la comparación de Reynaldo Pareja con el trabajo del escultor, que me hace recordar el soneto de Miguel Ángel en el que describe su arte como “quitar lo que sobra” en el mármol. No he podido encontrar su soneto original en italiano, solo esta traducción al inglés hecha por Maria Fletcher Roscoe:
” With chiseled touch The stone unhewn and cold Becomes a living mould, The more the marble wastes, The more the statue grows.”
Gracias por sus comentarios, Reynaldo y Christian. Hago una labor de pulimiento, pero lejos de lo que decía el poeta Valencia de “sacrificar un mundo para pulir un verso”.
¡Claro, ya lo recuerdo! Ese era el “ideal” parnasiano: “Amando los detalles, odiar el universo. Sacrificar un mundo para pulir un verso”.