La reciente novela de Carlosé Velasco, publicada en agosto de este año, es una excelente y vívida recreación de un momento doloroso y vergonzoso de la vida del país como fue el periodo de violencia generado por la guerrilla y que utilizó el secuestro como mecanismo de financiación.
Con imágenes vivas, Carlosé captura, con mágico realismo, el exuberante paisaje donde se ubica la novela y, a la vez, la lacerante realidad social donde la disparidad entre los que lo tienen todo y los que aruñan la existencia es el tránsito vivir diario de su mísera existencia.
La violencia de la época está tan bien capturada que uno se siente testigo presencial de los ultrajes de aquellos gamonales que roban, queman y matan a campesinos y a dueños de las haciendas para engrosar su propio imperio con la tierra robada con el respaldo de los políticos locales corruptos. Dicha violencia se vuelve paroxismo imparable en manos de la guerrilla que se dedica al secuestro y robo permanente de los campesinos y aldeanos con tal de autoabastecerse imponiendo su fuerza y brutalidad sobre todos, pero especialmente ensañándose con la inocencia de niñas violadas inmisericordemente.
Carlosé logra pintar la cruda realidad de los barrios de invasión de las ciudades a donde tienen que huir las jóvenes de la novela y en los cuales impera la ley de la jungla y la supervivencia diaria es una lucha que no tiene esperanza de mejorar. En esas barriadas las mujeres no tienen más recurso que vender sus cuerpos a la brutalidad de machos que carecen de todo respeto hacia la dignidad femenina.
El autor logra también mostrar admirablemente cómo la sed de venganza se vuelve el motor de la existencia cuando se ha vivido la tragedia de ser testigo de la masacre de los propios hijos indefensos y de padres y amigos por individuos convertidos en bestias inescrupulosas que creen que tienen derecho de tomar posesión de todo bien material y ejercer el secuestro como oficio para financiar su mal entendido proyecto político.
En medio de la tragedia apocalíptica, Carlosé logra introducir un elemento de esperanza que sostiene a Paulina, la protagonista, a través de una vivencia devastadora con proporciones telúricas. Ella encarna lo mejor de nosotros mismos: somos capaces de tener esperanza cuando el mundo se ha derrumbado a nuestro alrededor sin que podamos hacer algo para evitarlo.
La novela no solo narra elocuentemente una etapa vergonzosa de nuestra historia patria, sino que muestra una habilidad de análisis de cómo los protagonistas son capaces de reflexionar sobre su terrible situación para tratar de encontrar un sentido a la vida. En medio de la tragedia sofocante, la esperanza titila como un leve destello que clama un deseado rescate para quien ha sufrido limites casi imposibles de soportar.
* Carlosé Velasco Angulo (2020), Paulina y sus contiguas. Popayán: Samava Ediciones.
Reynaldo Pareja
Noviembre 2020
4 Comentarios
Hola, Reynaldo: Carlosé debe estar disfrutando de encontrar
una reseña tan entrañable, que despeja la historia y los recónditos sentimientos de Paulina y sus contiguas.
Tanto, que nos invitas a ser “contiguos” a ellas, leyéndola.
Felicitaciones a Rey ?, y a Carlos V., otro “rey”…, de la novela?. [EPG]
Una historia dolorosa, profundamente humana y sobre todo muy actual. Una novela bien contada, bien real y casi podría declararse como novela histórica.
Maravillosa reseña de una novela que refleja nuestra dura realidad. Gracias
Acertado análisis de la novela “Paulina y las contiguas” realizado por Reynaldo, prolífico escritor. Y excelente la novela escrita por Carlos
Enrique, que nos enfrenta a un devastador relato de las mujeres víctimas de esta degradada violencia que ha vivido nuestro país por décadas interminables.