Encomié los artículos de Luis Alberto Restrepo sobre la Iglesia católica, aparecidos en el blog el año pasado, y añadí: “¿No faltaría una mirada para ver lo que no se ve?”. Luis Alberto, muy amablemente, me comentó: “¿Podrías ayudarnos en la tarea que sugieres?”. Entonces, aquí le respondo.
No soy el más indicado para contestar a un contertulio, pero no puedo menos de aceptar su invitación sincera. Además, si se trata de ayudar en esa tarea, lo haré con sencillez y confianza porque será eso, una ayuda, junto con la de muchos otros; no será “la última palabra”.
¿Conocemos algunas de las muchas personas, acciones, programas de la Iglesia, dedicados a la enseñanza y la educación; a la salud; al cuidado de los ancianos y de los niños huérfanos o abandonados; a la recuperación de adictos; a la alimentación de hambrientos; a la acogida de emigrantes, desplazados y refugiados; al esfuerzo por la reconciliación y la paz…? Nombro algunas de las acciones solidarias en Colombia, en muchas naciones católicas y en países de misión.
Todo eso puede verse, pero lo que no se ve son la motivación, el impulso, la fuerza, el espíritu con el que se realizan todas esas obras sociales. Es la fe, el don del Espíritu Santo, el seguimiento de Jesús, la respuesta a su invitación “ámense los unos a los otros” e, incluso, en muchos casos, el testimonio de que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los que ama”.
Podría decirse que eso también lo hacen muchos voluntarios, muchas ONG, muchas instituciones oficiales…, aunque no sean creyentes en Jesucristo; eso es cierto. Además, podría afirmarse que eso es asistencialismo, pero que no resuelve los problemas, que no va al fondo y a la transformación de las estructuras injustas de nuestra sociedad; también es cierto. Pero no deja de ser cierto el gran valor subsidiario que tienen esas obras de caridad para quienes las necesitan.
Más aún, el ejemplo de tantas acciones generosas y aun heroicas de los cristianos católicos me cuestiona sobre la autenticidad de mi fe, que no se traduce suficientemente en amor efectivo a los demás. Pero la fe no es solamente personal:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por seres humanos que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.[1]
He hablado de ver lo que no se ve y es que, antes de mirar a lo invisible de la Iglesia, es conveniente hacer una reflexión sobre la vida cotidiana para ver lo que no se ve ordinariamente, para entrenarnos en percibir lo que no se ve.
No se ve, a simple vista, casi nada… No se ve el centro de la Tierra ni sus capas intermedias, no se ven las galaxias que forman el universo, no se ve el fondo del mar, no se ve la energía que “sustenta” toda la materia, no se ven las células y moléculas que forman nuestro propio cuerpo, no se ven las neuronas ni las conexiones cerebrales, no se ve la memoria electrónica que nos permite oír, mirar, escribir, transmitir todo lo que la tecnología de las comunicaciones hace posible hoy.
En nuestra cultura globalizada de la imagen, queda difícil ver lo que es obvio: que lo que no se ve es inconmensurablemente mayor que lo que se ve.
Mucho menos se suele comprender lo que es comprensible: que lo que no se ve no solo es mucho más que lo que se ve, sino mucho más importante, tanto que sin lo que no se ve no existiría lo que se ve (por ejemplo, sin la memoria electrónica, que no vemos, no podríamos ver lo que escribimos y estamos viendo en la pantalla del computador o imprimimos).
Y no podemos menos de afirmar esa realidad “invisible” si queremos ser razonables. A simple vista, no se ve casi nada, pero es absolutamente razonable afirmar la realidad de lo que no se ve.
Es cierto que, con la tecnología, cada vez más se ve lo que antes no se veía…, pero ¿lo estamos viendo todo?
No solo en el mundo físico sucede que no vemos lo que no se ve a simple vista; tampoco en el mundo cultural vemos lo que no se ve a “simple vista”. Vemos y se nos muestra, con mayor frecuencia e intensidad, lo negativo, lo violento, lo malo, lo triste, lo doloroso, lo cruel, lo corrupto, lo injusto, lo trágico…
En Colombia se ha insistido y se insiste tanto en mostrar “la violencia”, la cual se ve y es real…. que casi no se ve ni se muestra lo positivo, lo bueno, lo amoroso, lo alegre, lo “poético”, lo espiritual, lo heroico, lo justo, lo solidario, lo generoso… que es mucho más grande y más real en la cultura nacional que lo que se ve a “simple vista”. Por el hecho de que sea menos visible no quiere decir que sea menor, ni menos real, ni menos importante; más aún, sin todo lo positivo que hay en la cultura colombiana no se daría todo lo lamentable que rechazamos.
Lo que es invisible a simple vista, muchas veces se puede “ver”, si no directamente, sí por sus efectos o sus manifestaciones indirectas; por ejemplo, las imágenes por tomografía asistida por computador (TAC) y la tomografía por emisión de positrones (PET) nos muestran lo que no se puede ver directamente: la actividad cerebral.
Esa es la lógica de lo que intenté decir al hablar de las acciones solidarias: estas son signos visibles de la Iglesia que es “en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”, del cuerpo completo del Cristo vivo en la comunidad unida por el Espíritu Santo, de la fraternidad cristiana y humana que se fundamenta en la paternidad de Dios.
La Iglesia católica es sacramento universal de salvación en Cristo, signo real; es comunión (communio, koinonía), comunidad, unión de los cristianos en Cristo Jesús y unión de las iglesias locales esparcidas por todo el mundo en la Iglesia universal, especialmente presente en la Eucaristía que conmemora la muerte y resurrección de Jesús en todo tiempo y lugar; es templo del Espíritu Santo; es el nuevo pueblo de Dios; es símbolo del amor de Dios y un camino de verdad, bondad, convivencia y paz para llegar a la unión con Él. Está llamada a la unión con todas las iglesias cristianas y a fomentar la unión de toda la humanidad. ²
La Iglesia es visible en su jerarquía y en su historia como institución humana, pero
“Si solo puede verse ya la Iglesia como una organización humana, entonces solo queda de hecho la desesperación”.³
La Iglesia es mucho más que eso. La Iglesia es también la realidad invisible formada por todos nosotros, con nuestras deficiencias y nuestros valores, nuestras virtudes (fortalezas), nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, dones del Espíritu de Dios. Es nuestra riqueza, nuestro tesoro, nuestra responsabilidad para con toda la comunidad humana.
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[1] Concilio Vaticano II (1968). Constitución Lumen Gentium. Madrid: BAC, pp. 29-154.
² Ratzinger Joseph – Benedicto XVI (2015). Obras completas VIII/1: “Iglesia: Signo entre los pueblos”. Madrid: BAC, p. 548.
³ Concilio Vaticano II (1968), Constitución Pastoral Gaudium et spes. Madrid: BAC, pp. 261-262. Para superar las limitaciones de este artículo, se recomienda la lectura de los documentos citados.
Vicente Alcalá Colacios
Enero, 2022
2 Comentarios
Gracias, Vicente, ´por tu artículo. Tus argumentos son muy claros y simples. Los he recibido en un momento oportuno de mucha reflexión en mi vida. Gracias.
Vicente: haces una descripción muy completa de lo que es la Iglesia como conjunto de los que creemos en Dios encarnado en Jesucristo. Iglesia que se vuelve caridad hacia el prójimo porque en él, en sus alegrías, padecimientos, complejidades, actividades, realizaciones y a veces bajezas vemos no solo el reflejo del Creador sino la persona misma de Cristo nuestro Salvador. Pero también muchos nos sentimos insatisfechos con la cara institucional de la Iglesia, es decir con sus jerarquías, normas, imposiciones, aberraciones y limitaciones, que son profundamente humanas; y a las que solo llegamos a entender y soportar más que todo por razones históricas y prácticas, que por creencias y vivencias espirituales. . Gracias por tus profundos comentarios. Espero que como para mí, también sean una ayuda para Luis Alberto. Saludos. Hernando