Vale la pena recordar este año a una mujer tan extraordinaria que su reinado se conoce como la era isabelina, con Shakespeare y Marlowe de protagonistas. Isabel no quiso casarse ni tener hijos: la llamaron la reina virgen y en su honor el navegante y corsario sir Walter Raleigh nombró Virginia al territorio que exploró y que forma parte de Estados Unidos hasta nuestros días.
El próximo 23 de marzo se cumplirán 420 años de la muerte de Isabel I de Inglaterra. Decir que se cumplen esos años exactos es una inexactitud porque en el reino de Isabel no se regían por el calendario gregoriano, que fue establecido en 1582 por el papa de quien tomó su nombre, sino por otro distinto que no es del caso explicar ahora. Pero hay que tener alguna referencia para poder entenderse y de paso entender la historia.
Bien vale la pena recordar este año a una mujer tan extraordinaria que su reinado se conoce como la era isabelina, con Shakespeare y Marlowe de protagonistas. Isabel no quiso casarse ni tener hijos: la llamaron la reina virgen, en cuyo honor el navegante y corsario sir Walter Raleigh nombró Virginia al territorio que exploró y que forma parte hasta nuestros días de Estados Unidos. Para mayor fascinación de las coincidencias, Isabel, la virgen, tañía el virginal, el único instrumento de cuerdas, parecido al clavicémbalo, que le gustaba tocar.
Se han escrito infinidad de biografías sobre la hija de Enrique VIII y Ana Bolena, su segunda mujer, con variados énfasis como el psicológico, el religioso y el político, pues en el siglo XVI se produjo en Occidente una fractura con respecto a la Edad Media, que solemos llamar Edad moderna o modernidad.
Las biografías sobre Isabel I son en su mayoría de orden cronológico, aunque también hay las que siguen otra lógica narrativa, como la que adopta Margaret George al contar los hechos a través de un monólogo de Isabel, con diálogos intercalados con miembros notables de su Consejo privado y sus allegados.
La monarca inglesa, protestante, cabeza de la iglesia anglicana, reinó en una época que fue un ajedrez político en el concierto de poderes europeos. Fueron contemporáneos suyos Felipe II de España, que fue esposo de su media hermana María I de Inglaterra, ambos muy católicos; María Estuardo, su prima católica y reina de Escocia, cuya orden de decapitación tuvo que firmar muy a su pesar, dado el veredicto de una comisión especial que la había condenado por traición a la reina Isabel. También hizo alianzas, en medio de enfrentamientos, con los reyes franceses de la dinastía Valois y por esa vía con Catalina de Médicis, la italiana de los banqueros y muy católica, madre de varios reyes de Francia.
Además, Isabel tuvo intereses en el continente americano, donde los españoles les llevaban de lejos la ventaja a los ingleses, pero supo hacerlo a través de sus corsarios, como prefería llamarlos, y no “piratas” como les decimos, como Francis Drake y Walter Raleigh, que causaron muchas pérdidas a los españoles en el Caribe con sus saqueos a las flotas repletas del oro suramericano que llevaban hacia España.
Entre tantas inquietudes que uno se plantea surge la pregunta crucial de cómo hizo para triunfar llevando la carga del pasado que le dejó su padre Enrique VIII, que fue quien ordenó decapitar a Ana Bolena, su madre.
Con otras mujeres en el poder político europeo, Isabel I de Inglaterra es el eje del curso de Historia de las Civilizaciones que daré este semestre.
Jesús Ferro
Enero, 2023
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)
2 Comentarios
Como bien lo comenta Jesu, los 44 años de reinado de la primera Isabel nos tocaron bastante de cerca, sobre todo porque la reina le daba “patente de corso” a piratas, que luego asolaban nuestras tierras, en ese entonces posesiones españolas.
Uno de ellos, “Sir” Walter Raleigh (Guatarral para los españoles) atacó en 1595 a Santo Tomé de Guayana, la ciudad donde prácticamente hice mi carrera profesional y donde pasé más de 30 años, mucho más que en cualquier otra ciudad. En Guayana, adonde Guatarral llegó buscando “El Dorado” no le fue bien pues incluso en el ataque murió su hijo y no lograron mucho.
Por estos lados, Francis Drake (“Dragón” para los españoles) asoló Riohacha, ciudad que quemó incluso después que le habían dado el botín que había pedido, y también asoló Cartagena y Santa Marta.
Por cierto, les recomiendo un libro muy detallado sobre los piratas en Cartagena, que vale la pena. Es de 1886 creo, “Los piratas de Cartagena, de Soledad Acosta de Samper”, que pueden bajarlo en
https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/los%20piratas%20de%20cartagena.pdf
Cordial Saludo
Tal cual, Eduardo. Isabel fue muy avispada enviando piratas al Caribe y mejorando sus rentas.