Mi vida espiritual hoy

Por: Alberto Echeverri
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Como la Compañía me regaló la oportunidad de profundizar en teología espiritual hasta con un doctorado, tengo mucho problema con la palabreja espiritualidad. Desde hace tiempo vengo diciendo que es como la melcocha, estira hacia donde uno quiera, con el riesgo de que resulten productos sin forma alguna. Pero dejémosla en paz para poder entendernos, solo espero que la mía sea coherente. 

Mi clima interior permanente en los últimos años es el de una continua acción de gracias. “Por tanto bien recibido”, como diría nuestro padre Ignacio. Doy gracias todo el día por la gente que encuentro y la que no conozco, por el día, por la luz, el agua, el viento, por la oscuridad, por el arte que en Italia es desbordante, por la historia que he vivido y por la que estamos viviendo, con todos sus mases y sus menos. Gracias muy especiales por mis amigos y mi familia, sobre todo por mis padres a quienes ya recibió el amor de Dios en su casa; unos y otros me han ayudado, aun con sus limitaciones, a conservar el indispensable equilibrio mental para continuar amando la vida que se me da a diario, sin resquemores y sin reclamos que a nada conducen. Y gracias por la vejez que va irrumpiendo y por la hermana muerte que en cualquier momento del camino me espera y nos espera.  

Por todo eso es tan importante para mí la Eucaristía dominical –en Italia y en Europa en general ha desaparecido la especial de muchas fiestas religiosas-, pero siento mucha dificultad con las liturgias, supuestamente celebradas por funcionarios del altar, y por colaboradores que ni siquiera saben proclamar la Palabra, ni seleccionar los cantos e interpretarlos desde dentro de sí mismos, y tampoco desempeñar otros oficios con la dignidad que es propia de un culto que alimente la vida de quienes, también supuestamente, participamos en él. En muchas ocasiones, porque pertenezco desde 2015 a un grupo ecuménico laical de origen italiano hoy extendido por todo el país, el SAE (Secretariado de Actividades Ecuménicas), prefiero participar, comunión incluida si son protestantes porque los ortodoxos no lo admiten, en una celebración de otras iglesias cristianas. Participo con mucha alegría en las bellísimas liturgias del monasterio italiano de Bose, a dos horas de casa y por eso saltuariamente (imprescindibles en Navidad y Pascua), porque es la única experiencia ecuménica en Italia; en él residen unos 80 monjes, ellas y ellos, que viven de su trabajo en la agricultura biológica y las publicaciones teológicas siempre de tipo ecuménico. También hacer parte de un grupo de 40 personas que llegan de diversos sitios de Italia a una sesión de dos días intensos para profundizar en lo que me revela un texto evangélico cualquiera, me ha ayudado a mirar la Palabra no en perspectiva de comentario exegético ni con destino a otros, sino en lo que dice sobre mí y mi propia vida. El grupo es animado por una exreligiosa francesa de 87 años, que se retiró de su congregación mucho tiempo atrás junto con las novicias de las que era maestra; su origen parcialmente hebreo y su estupendo conocimiento de esa lengua, del griego bíblico y de la teología  completan una experiencia que en época reciente hemos convenido continuar por vía telemática.   

Me he ofrecido a más de un párroco, incluido el mío que anda por los 50 años, para colaborar en esa liturgia preparando los lectores, los acólitos, proclamando la Palabra, ayudando en la catequesis… sin respuesta alguna: la absoluta prohibición del documento pontificio que en 2013 me concedía la “gracia” de la (pésimamente llamada) “dispensa del celibato sacerdotal” parece seguir vigente en la muy católica Italia, a pesar de los cambios de Francisco. Mi párroco prefiere que en el boletín trimestral de la parroquia, y lo hago con gusto, escriba una sección de tipo histórico sobre la diócesis de Como y la parroquia del pueblo de 7500 habitantes donde vivimos, Rovellasca, con más de 15 siglos de antigüedad la primera y 500 años de origen la segunda. Dos años atrás me invitó a dirigir la catequesis de adultos (30-40 jovencitos de 60 abriles en adelante), pero al poco tiempo limitó el encargo, debido a las protestas de varios que no estaban de acuerdo en que yo insistiera en expresar públicamente su propia experiencia de fe o su opinión sobre el tema tratado. Solo querían oír al experto, como era su costumbre inmemorial. 

He dejado de pedirle al Padre de Jesús alguna respuesta a una necesidad de otros o mía; sé que no es muy humilde la actitud, pero en fin, por ahí voy. Mi única petición constante es la de que el Espíritu nos regale y me regale su luz para que quienes lo necesitan, yo incluido, podamos discernir lo que más convenga al mundo y a la historia personal. El rito ambrosiano, propio de la vecina arquidiócesis de Milán, algo distinto del romano que conocemos, ha cooperado a que recupere el sentido bíblico de la liturgia y a darle más importancia al Espíritu Santo para contrastar el cristocentrismo del rito ambrosiano y el semitrinitarismo del romano (bueno, son juicios míos, discutibles como tantas cosas en el mundo). El rito está muy extendido en los pueblos vecinos, pues esa arquidiócesis es geográficamente la más grande del mundo católico. Advierto en mí algo que todavía falta: la dimensión de saber adorar en silencio. Espero afrontarlo en el tiempo que aún se me regale. 

Italia es un país relativamente pequeño, con una población numerosa, en fácil conexión geográfica con otros países también pequeños y con culturas muy variadas, pero que van evolucionando hacia una cierta comprensión y colaboración mutua en lo que hoy llamamos la “comunidad europea”, por la que transitan día tras día gentes de otros continentes. Vivir aquí me ha permitido entrar en contacto con grupos y personas que me confrontan en todos los órdenes: la fe, la cultura, los valores, la visión del mundo. En contraste, además, con la América Latina tan nueva y tan llena de jóvenes, Italia es el primer país en Europa (y segundo en el mundo) en población de viejos y ancianos: por ejemplo, hace poco tres rovelasquesas apagaron su torta de cumpleaños con 100 velitas; en fin, los rovelasqueses hombres duran un poco menos, pero suelen morir de los 70 años en adelante.  

Como he contado a algunos de nuestro grupo ADTLV, me ocupo la mayoría del tiempo en investigar sobre el hecho religioso en todas sus modalidades (religiones, arte y cultura religiosos, ateísmo, deísmo, indiferencia religiosa, posreligiosidad, espiritualidades…); me intereso particularmente por la libertad religiosa. Soy miembro del grupo de investigación colombiano Sagrado y profano, radicado en la Escuela de Historia de la Universidad Industrial de Santander (UIS) y en el Instituto Colombiano de Estudio de las Religiones; acompaño el semillero de investigación que está anexo a él. Las publicaciones y las discusiones son un acicate para mi propia vida de fe. Algo parecido puedo decir del movimiento laical Nosotros somos iglesia, similar al homónimo de otros países, que nació católico y hoy es ecuménico; desde 2014 pertenezco al grupo italiano que tiene sede en Milán. 

Y muy particularmente doy gracias todos los días por Maria Grazia, italiana, docente de latín, griego e italiano, de historia y geografía, que el amor de Dios me regaló hace buen tiempo (cumplimos ocho años de matrimonio civil italiano y seis del sacramental colombiano). Si a la Compañía debo 45 años de mi historia, sin la presencia cotidiana de esta compañera, amiga y esposa, la mayoría de las experiencias que estoy viviendo serían casi que inexistentes.

Alberto Echeverri

Rovellasca, agosto de 2020                                        

6 Comentarios

César Augusto Torres Hurtado 28 noviembre, 2020 - 1:36 pm

Que bella historia. Alberto. Espero la siga disfrutando y aprovechando todos los años que nuestro Dios le dé en beneficio de la humanidad!!!!!

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Jorge Luis Puerta 28 noviembre, 2020 - 6:23 pm

Historia valiente, ecuménicamente envidiable. Sigue enriqueciéndote, Alberto!!!

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Hernando Bernal A. 28 noviembre, 2020 - 10:45 pm

Hermosa historia. Gracias por compartirla.

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John Arbeláez 29 noviembre, 2020 - 9:50 am

Alberto, qué bonitas reflexiones en tu eterna búsqueda de la verdad. Maravilloso que continúes vinculado a actividades espirituales que son en definitiva las que nos permiten trascender.
A María Grazia mi reconocimiento y mis respetos por hacerte feliz.
Aún recuerdo nuestras 21 de Básket en San Claver. Me place volver a saludarte y verte tan bien.
Recibe un fuerte abrazo extensivo a María Grazia

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luis arturo Vahos 2 diciembre, 2020 - 3:34 pm

Gracias por regalarnos algo de tu experiencia de vida. Te sentí más semejante, más hermano.

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Luis Alberto Restrepo 17 mayo, 2021 - 4:43 pm

Bella historia, Alberto, gracias a ti y a Grazia. Cordial saludo!
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