El libro preferido durante mi niñez fue Robinson Crusoe. Es decir, Las aventuras de Robinson Crusoe. Lo leí por primera vez a mis doce años sentado en el patio de mi casa, ubicada en el barrio Manila, en Medellín, Colombia. Me sentaba en un taburete de madera, forrado en cuero crudo para más comodidad.
En la ciudad se había fundado hacia poco la Biblioteca Pública Piloto, con sede en la avenida La Playa. Quedaba en el centro, pero tenía un pequeño bus llamado Biblioteca Móvil, cargado de libros maravillosos que nos prestaban por 15 días y que teníamos que devolver sagradamente.
Robinson Crusoe es obra del inglés Daniel Defoe, publicada en 1719 y considerada la primera novela inglesa. Es la autobiografía del protagonista, un náufrago inglés que pasó 28 años aislado en la desembocadura del río Orinoco, cerca de Trinidad y Venezuela.
La historia se inspiró en hechos reales ocurridos a Pedro Serrano y Alexander Selkirk. Es novela de aventuras.
El título completo del libro era este: La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, de York, marinero, quien vivió veintiocho años completamente solo en una isla deshabitada en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco; habiendo sido arrastrado a la orilla tras un naufragio, en el cual todos los hombres murieron, menos él. Con una explicación de cómo al final fue insólitamente liberado por piratas. Escrito por él mismo.
Robinson comienza una vida llena de aventuras, huye de la seguridad que le da pertenecer a la clase media, viaja a Brasil y se convierte en banquero. Un día se embarca para conseguir esclavos africanos que trabajen en sus tierras, pero el barco naufraga y Crusoe, único sobreviviente, llega a una isla solitaria. Piensa que es un castigo de Dios, pero decide salir adelante: construye un refugio, cría ganado, cultiva el campo.
Descubre que unos caníbales que reman desde una isla vecina, matan y comen a los que viven en la misma isla en que él está. Entonces, Robinson rescata a uno de los prisioneros ‒lo llama Viernes‒, se hacen amigos y lo convierte al cristianismo. Después de 28 años los dos abordan un barco inglés y Robinson regresa a su hogar.
La narración comienza así:
“Nací en 1632, en la ciudad de York, de una buena familia, aunque no de la región, pues mi padre era un extranjero de Brema que, inicialmente, se asentó en Hull. Allí consiguió hacerse con una considerable fortuna como comerciante y, más tarde, abandonó sus negocios y se fue a vivir a York, donde se casó con mi madre, que pertenecía a la familia Robinson, una de las buenas familias del condado de la cual obtuve mi nombre, Robinson Kreutznaer. Mas, por la habitual alteración de las palabras que se hace en Inglaterra, ahora nos llaman con el apellido Crusoe; y así me han llamado siempre mis compañeros…”.
Leía y releía a Robinson Crusoe. Una vez lo terminé, empezó mi vida aventurera. Nunca he olvidado ese hermoso libro, porque me enseñó que la vida no me sería fácil, que yo debía enfrentarla para salir adelante.
En medio de todo, mi vida sigue siendo ¡una aventura!
Carlos Alberto Posada S.
Julio, 2021
3 Comentarios
Grato recuerdo el que nos trae Carlos Alberto, de las lecturas de nuestra infancia/juventud, que junto con Miguel Strogoff, Julio Verne y demás nos inundaron de fantasía y de aventura. Muchas gracias por este hermoso recuerdo.
De paso anoto que la temática del libro es tan actual que hace unos daños tuvo mucho éxito la película “El Naúfrago” con Tom Hanks, donde (lástima que sin Viernes y sin caníbales) el protagonista de la historia tiene aventuras similares. Un Abrazo.
Carlos Alberto, excelente recuerdo. Aunque muchísimas veces he escuchado comentarios sobre Las aventuras de Robinson Crusoe, nunca lo he leído. Pero ahora, el gusto especial que te brota en cada palabra al contar tu recuerdo, hizo nacer en mí el deseo de leerlo, no ya al comenzar la aventura de mi vida, sino cuando me acerco a su final que no sé cuándo será.
Mil gracias
Carlos: Es un bello recuerdo de lo que leíamos hace muchos años, nos trae bellas memorias.