Uno de mis libros favoritos es El Principito, escrito por el francés Antoine de Saint-Exupéry. Fue piloto y es el narrador de la historia del principito, a quien conoce cuando su avión se avería en medio del desierto del Sahara.
Este libro fue publicado en abril de 1943, en Estados Unidos, pues debido a la Segunda Guerra Mundial y a la ocupación alemana, la obra no pudo imprimirse en Francia.
Debido a su estilo sencillo y directo se ha considerado un libro para niños. Sin embargo, su profundo carácter reflexivo sobre la vida, la sociedad y el amor lo convierten en una narración de interés para todos.
Esta novela, que es la que más se ha traducido ‒a 382 lenguas y dialectos, incluido el braille‒, ha contado con adaptaciones al cine, al teatro, a la ópera, al ballet y a diversas series animadas.
El Principito es una narración corta, que desarrolla la historia de un pequeño niño que parte de su asteroide a una travesía por el universo en busca de un amigo. En este proceso llega a la Tierra y descubre la extraña forma como los adultos ven la vida, ocupados siempre en asuntos serios e importantes, por lo que se olvidan de disfrutar la existencia y de comprender el valor del amor y de la amistad. Tiene expresiones muy profundas, de las cuales destaco apenas dos:
“Si tú vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres comenzaré a ser feliz”.
Esta frase es bellísima: expresa la felicidad que nos produce la amistad, la expectativa del encuentro y la dicha de ver a un ser querido y compartir con él.
“Lo esencial es invisible a los ojos”.
Estas pocas palabras significan que el verdadero valor de las cosas se escapa a los ojos, pero no al corazón. No siempre lo más importante es lo más evidente. Hay que mirar más allá de la apariencia.
El Principito lo leí por primera vez cuando estaba en primaria. Luego, lo he leído y compartido varias veces, primero con mis hijos y después con los nietos.
Mi esposo, Gabriel Díaz, cuando tenía alguna situación delicada en la empresa, llegaba a la casa, llamaba a nuestros hijos y les decía: tengo este problema. Les explicaba en qué consistía y luego les preguntaba: ¿Cómo lo resolverían ustedes? En muchas ocasiones, al regresar del trabajo a nuestra casa, les decía: gracias a ti resolví el problema, como tú me dijiste.
Él siempre ha creído en la capacidad que tienen los niños para ver las cosas y resolverlas de una manera diferente a como lo hacen los adultos.
Stella Jiménez Osorio
Junio, 2021
5 Comentarios
Stella querida: Además de tus elocuentes frases, quisiera decir que fue también de los primeros libros que les leí a mis hijos pequeños y de los primeros que pude leer en francés. Hay una frase que me marcó: “Mais si tu m’apprivoises, nous aurons besoin l’un de l’autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde.” Eso le dice el zorro al Principito: “Pero si tú me ‘domas’ (me vuelves más dócil, más sociable), tendremos la necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo”…Gracias, Stella.
Stella, muchas gracias por compartir tu amor por este libro, uno de mis preferidos. Yo también lo leo y lo releo de vez en cuando, siempre me sorprende y lo disfruto. El zorro, y el mismo principito, son grandes maestros de vida. Felicitaciones
Este articulo evoco recuerdos muy queridos de mi infancia y principios que me hay guiado a lo largo de la vida. El Principito, Juan Salvador Gaviota y El Alquimista han sido libros de referencia en momentos que he necesitado sabiduria. Siempre tengo presente que “lo esencial es invisible a los ojos.” Gracias por compartir. Sara
Stella, he valorado mucho tus apreciaciones, femeninas y personales. Esta reseña de El Principito es muy bella y, sobre todo, la reflejas en tu vida familiar y social.
Gracias y abrazos para todos