A propósito del bullshit, las fake news y la posverdad
“Bullshit” es un término que empezó a usarse en Estados Unidos hace más de 30 años, acuñado para lo que en términos colombianos se denomina “hablar mierda” (con perdón de quienes me leen). Encaja perfectamente en lo que ahora llaman “fake news”. La revolución tecnológica de las redes sociales ha facilitado la difusión de ambos aspectos, cuyocaldo de cultivo ha sido el inquietante fenómeno cultural de la “posverdad”.
Bullshit[1]
La reflexión teórica sobre el fenómeno del bullshit ya tiene sus años. La comenzó en 1986 el filósofo estadounidense Henry Frankfurt[2] ‒profesor emérito de la universidad de Princeton‒ para referirse a ese “hablar mierda” que se vuelve inevitable cada vez que las circunstancias nos facilitan hablar de lo que no sabemos. Y, por supuesto, mientras más ocasiones tengamos de hablar de lo que no sabemos, más estupideces diremos. El bullshiteador de hoy es el charlatán de ayer, pero con una audiencia ampliada y con una mayor posibilidad de hacer pasar sus necedades por verdades. Además, este charlatán con Internet puede fácilmente volverse anónimo, lo que le facilita recurrir a una violencia verbal a la que el “pajudo” tradicional no solía recurrir.
Distingamos, sin embargo, entre el bullshiteador y el mentiroso. El mentiroso habla de lo que sabe y lo deforma a ciencia y conciencia. En cambio, el bullshiteador difunde falsedades hablando de lo que no sabe y muestra indiferencia con respecto a la verdad cada vez que difunde estupideces. Esa indiferencia a la verdad no es nueva. Hablar bobadas es viejo como los humanos. Pero el alcance del hablar estupideces se reducía al círculo de los amigos o familiares, que sabían muy bien qué valor dar a las tonterías de alguien. Actualmente, el fácil acceso a las redes sociales virtuales constituye una tentación continua para el coprólalo que todos llevamos dentro. Y en la tentación caemos; por eso, con las redes sociales virtuales se han potencializado el bullshit y las fake news.
¿Quiere decir esto que las redes sociales son la causa del bullshit? En manera alguna. Las nuevas tecnologías son un instrumento de su propagación, pero la causa somos nosotros. Es la interacción entre muchos individuos que comparten su indiferencia a la verdad de los hechos lo que termina transformando una actitud individual en una fuerza colectiva, y lo que permite la generación y la propagación masiva de falsedades. Se trata de un fenómeno colectivo. Si en algunos casos puede encontrarse a una persona concreta en el origen de una fake news, el bullshiteo funciona casi siempre como el rumor: es difícil encontrar su origen, porque es difuso y construido colectivamente.
En esta coprolalia generalizada que es el bullshit no hay, pues, por lo general, un malvado coprólalo y sus ingenuas víctimas (contrariamente al caso del mentiroso), sino coprólalos en manada. Porque el “receptor” de una bullshit se convierte a sí mismo en bullshiteador tan pronto redifunde una información, a sabiendas de que no puede garantizar su veracidad. El bullshiteador muestra así una actitud desenvuelta frente al rigor intelectual y la verificación de la información. Y no teme propagar informaciones falsas o erróneas (fake news) porque ellas corresponden a sus propios gustos o intereses, o al punto de vista del grupo al que pertenece. En síntesis, el bullshiteador sirve de correa de transmisión de un discurso que él mismo hubiera podido producir. Es, pues, una indiferencia colectiva hacia la verdad lo que crea el fenómeno del bullshit.
¿Qué hacer para combatir ese fenómeno? Pienso que puede limitarse, pero no eliminarse. Las grandes firmas propietarias de las redes sociales virtuales (Facebook, Twitter, etc.) pueden utilizar ‒y en parte ya utilizan‒ mecanismos automáticos de identificación y de eliminación de las fake news. También pueden hacerse leyes anti-fake, como la ley contra la “manipulación de la información” en periodo electoral que adoptó el Parlamento francés en noviembre de 2018. Pero todo este tipo de controles suscitan desconfianza por el riesgo de poner en peligro la libertad de expresión, tan apreciada en la democracia.
Afortunadamente, las mismas redes de comunicación que sirven para difundir estupideces o falsedades también pueden servir para contrarrestarlas. Tendremos también que seguir confiando en la capacidad de educar el espíritu crítico, o sea, la capacidad para “resistir” intelectualmente a un discurso dominante, a un intento de adoctrinamiento y a toda forma de dogmatismo. Formulado de forma positiva, el espíritu crítico es apertura de espíritu que amplía nuestros horizontes. Aunque no hay que hacerse demasiadas ilusiones. La educación es necesaria, cierto; pero, como sentencia el libro del Eclesiastés, “el número de los tontos es infinito”[3], y con cada nuevo nacimiento se renueva la ingente tarea de educar. Añadamos que, como me dijo un viejo jesuita francés, la tontería es la cosa más democráticamente repartida. Incluida la Compañía de Jesús, agregó con irónica sonrisa. ¡Paciencia, pues!
Sesgos cognitivos[4]
También podremos limitar nuestro propia tendencia al bullshiteo siendo conscientes de cuán fácilmente en las redes sociales virtuales nos encerramos en una “burbuja de filtros” (filter booble), es decir, una burbuja ideológica y cultural en la que nos realimentamos de manera continua con informaciones, opiniones y prejuicios convergentes con nuestras propias ideas y preferencias, sin una verdadera confrontación con opiniones e informaciones contrastantes. A encerrarnos en nuestra burbuja ideológica nos empujan un par de sesgos cognitivos muy conocidos por los psicólogos, los publicistas y los políticos: el sesgo de familiaridad y el sesgo de confirmación.
El sesgo de familiaridad facilita que una información, aunque sea falsa, la valide un individuo cuando la repite varias veces como verdadera el grupo del que ese individuo es miembro. A eso se le llama “ilusión de verdad”. Se ha observado que las redes sociales amplifican este fenómeno: las informaciones compartidas por mis amigos, y por los amigos de mis amigos (textos, fotos, videos), cuando se repiten constantemente se vuelven más creíbles que las informaciones de gente extraña a mi grupo, así se trate de expertos en una determinada materia.
A reforzar este “sesgo de familiaridad” contribuyen las “burbujas de filtros” que funcionan gracias a “algoritmos afinitarios” que utilizan Facebook, Twitter, Google, que nos sugieren informaciones que corresponden a nuestro “perfil”, establecido por esos algoritmos. Un ejemplo del uso político de estos “algoritmos afinitarios” es el escándalo de Cambridge Analytica en 2016. Esta empresa, con sede en Londres y especializada en campañas comerciales y políticas, adquirió de forma indebida información sobre 50 millones de usuarios de Facebook en Estados Unidos. Esos datos privados los utilizó luego para manipular psicológicamente a los votantes en las elecciones en las que Donald Trump fue elegido presidente. Gracias a los “algoritmos afinitarios” se logró saber cuál debía ser el contenido y el tono de la propaganda política para cambiar la forma de pensar de los votantes de forma casi individualizada.[5]
Otro sesgo cognitivo que ayuda a explicar por qué nos encerramos en nuestra “burbuja de filtros” (arriesgando caer en el bullshiteo o en las fake news) es el conocido sesgo de confirmación, o sea, la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma nuestras propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas.
Está probado que el “sesgo de confirmación” juega un papel importante en la polarización de las actitudes y en la perseverancia de las creencias. Puede objetarse que las redes sociales nos permiten comunicar fuera de nuestros grupos de pertenencia, pero el hecho es que solemos comunicar con los que se nos asemejan. De ahí que en esas redes sociales virtuales, a pesar de su modernidad, aparezcan nuevas tribus. Nuevas, sí, pero limitadas y limitantes como toda tribu. Encerrarnos en la verdad de nuestra pequeña tribu es empobrecedor. No olvidemos que, como dice ese sagaz jesuita que fue Baltasar Gracián, “el sabio saca más provecho de sus enemigos que el tonto de sus amigos”. Tal vez el aforismo se lo inspiró Séneca. Aquel gran estoico, en las primeras 29 cartas a su discípulo Lucilio, cita favorablemente 27 veces a Epicuro, líder de una escuela filosófica rival. En la segunda carta a Lucilio, Séneca le dice: “He aquí lo que he encontrado en Epicuro (porque suelo penetrar en el campo enemigo, no como tránsfuga sino como explorador)…”. ¡A explorar!, se dijo.
Posverdad
La revolución tecnológica de las redes sociales virtuales ha facilitado el bullshit y las fake news, pero su caldo de cultivo ha sido el inquietante fenómeno cultural de la posverdad.[6] El neologismo post-truth, que fue utilizado por primera vez en 1992,[7] se extendió fuertemente en el contexto de la campaña electoral de Donald Trump y del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Tanto fue así que los diccionarios Oxford declararon a post-truth como la palabra internacional del año 2016, citando un aumento de 2000 % en su uso en comparación con 2015.Según dichos diccionarios, post-truth designa la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.[8]
No se necesita ser muy perspicaz para ver que post-truth, bullshit y fake news son parientes. En nuestra época de posverdad y de “hechos alternativos” (según el término ya célebre de Kellyane Conway, asesora presidencial de Donald Trump) ya ni siquiera se necesitan la prudencia y la coherencia que exigía tradicionalmente la mentira en política. Ahora basta con calificar de bullshit las únicas cosas que pueden ayudarnos a identificar y contrarrestar el bullshit: el ejercicio de la razón y la verificación de los hechos.
Dejar generalizar el bullshit es, sin embargo, un grave riesgo. El funcionamiento de cualquier sociedad depende en gran parte de la transmisión de informaciones fiables, sin las cuales es imposible la convivencia. Si intercambiamos palabras, si comunicamos entre nosotros, es porque existe un mundo real y común, que podemos designar y en el que podemos actuar conjuntamente. Pero quién sabe a dónde iremos a parar si cada uno de nosotros no acepta sino lo que arbitrariamente se le antoja porque estima que la realidad puede ser reducida a un punto de vista personal, a una percepción subjetiva, a un reflejo de sus prejuicios, intereses o sentimientos del momento. El triunfo de la charlatanería y de la desinformación no harían sino aumentar la crisis de confianza en las instituciones, en los gobernantes, en los científicos y, en general, en todos los “otros”. Menudo problema tenemos entre manos. Ya para terminar su sesudo estudio Total Bullshit! (2018) el neurosicólogo suizo Sebastian Dieguez escribe:
“A nivel individual, lo mejor que se puede recomendar es tener discernimiento y cortar el bullshit por la raíz. (…) lo más eficaz: se trata simplemente de pedirle cortésmente al bullshiteador que explique y detalle sus afirmaciones, sin dejarlo que se salga por la tangente. Con frecuencia eso es suficiente para que quede expuesta la vacuidad de sus palabras. Pero la expansión de la posverdad es de tal calibre que se están estudiando medidas más drásticas, en particular enfoques que pueden calificarse de paternalistas, con el objetivo de vacunar al público contra las falsas informaciones, de advertirle sobre contenidos dudosos, de corroborar sistemáticamente las afirmaciones de personajes mediáticos, e inclusive de intervenir en lugares ideológicamente homogéneos para sembrar en ellos contraargumentaciones”.[9]
¡Vasto programa!
Rodolfo Ramón de Roux
[1] Sobre el tema me han sido útiles las reflexiones del neurosicólogo Sebastian Dieguez (2018). Total Bullshit! Au coeur de la post-vérité. Paris: P.U.F.
[2] Harry Frankfurt (2005). On Bullshit. Princeton: Princeton University Press. Versión en español: Harry Frankfurt (2013). Sobre la charlatanería (On Bullshit) y sobre la verdad. Barcelona: Paidós.
[3] Según la discutida versión de la Vulgata, stultorum infinitus est numerus (Ecl, 1, 15).
[4] Las dos siguientes obras explican los sesgos cognitivos de manera clara y amena: Ramón Nogueras 2020). Por qué creemos en mierdas. Cómo nos engañamos a nosotros mismos. Madrid: Kailas Editorial, y Helena Matute Greño (2019). Nuestra mente nos engaña. Sesgos y errores cognitivos que todos cometemos. Barcelona: Schackleton Books.
[5] Ver 5 claves para entender el escándalo de Cambrige Analytica que hizo que Facebook perdiera US37.000 millones en un día. BBC Mundo, 20 marzo 2018. https://www.bbc.com/mundo/noticias-43472797.
[6] Para una interesante reflexión filosófica sobre el concepto de posverdad véase, Maurizio Ferraris, Postverità e altri enigmi, Bologna, Il Mulino, 2017.
[7] De acuerdo con el Diccionario Oxford, el término «posverdad» fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation (de Nueva York), escribiendo sobre el escándalo de Watergate, el escándalo de Irán-Contra, y la Guerra del Golfo. Ver, “Posverdad”, Wikipedia.
[8] https://languages.oup.com/word-of-the-year/2016/
[9] Dieguez, o.c., p. 332.
13 Comentarios
Muy interesante reflexión, gracias.
Al bullshit, las fake news y la posverdad, añadiría solamente el “newspeak” creado hace ya 75 años por Orwell en su novela “1984”. En la conocida novela de Orwell existe un “Ministerio de la Verdad” (no confundirlo con otra institución muy similar), que se ocupa de cambiarle el nombre a las cosas o a los acontecimientos “para eliminar los significados no deseados”
Cordiales Saludos,
Gracias, Eduardo. Muy oportuna tu observación sobre el “newspeak”.
Que espectacular y oportuno tu artículo Rodolfo Ramón!!!! Has tocado el tema con profundidad y claridad para hacernos reflexionar sobre nuestras conductas en este punto y cómo podemos contribuir como grupo a jugar un papel importante en reducir la eficacia de estas realidades tan perjudiciales para la integración y el entendimiento con nuestros semejantes. Gracias Por tus luces!!!
Gracias, Darío. Con tantas fake news circulando tenemos la gran oportunidad de mejorar continuamente nuestro espíritu crítico y ciudadano.
Gracias por tu artícu tan bien tambien documentado y de una compromiso para nosotros en época electolar que implica el deber de votar racionalmente y no como pareciera que se vota por el menos , peor influenciado por la demagogia y el populismo como pareciera que vota la mayoría de nuestros y compatiotras, Todo por un bulto de cemento o una marranada…
“Los polìticos pometen un puente donde no hay río”.
Gracias, Julio.
Rodolfo, excelentes tus dos artículos sobre la mentira y la verdad en política que son simplemente una radiografía , no sólo de la realidad actual de los sistemas de comunicación, sino de nuestros políticos criollos, carentes de ética y respeto por el pueblo.
Gracias, John.
Gracias RodolfoR.
Tus dos artículos me ha colocado en una perspectiva para revisar mi propia epistemologia. ¿Cómo entiendo? ¿Cómo conozco? ¿Qué creo (de creer)? ¿Cómo decido? Etc.
La abundancia de información actual, se parece a lo que le pasó a uno que quiso construir su casa en un lote. Lo fue llenando con todos los materiales necesarios en desorden. Cuando fue a construir, no había espacio para su casa.
La planeación ordenada de nuestras construcciones mentales puede ser un buen remedio cultural para los males actuales que muy bien nos presentas.
Fuerte abrazo
La gran tarea de formar espíritus críticos desde la familia, la escuela, la educación superior, sigue siendo un reto que nos convoca. Sería genial que alguien se atreviera a decirnos cómo formar esa criticidad en la complejidad actual (¿un video clip divulgador de Hannah Arendt?).
Tal vez en Internet existan videos al respecto. Y si no, Jorge Luis, anímate a hacer uno.
Rodolfo. Hace ya un año y tres días falleció lamentablemente nuestro común amigo Julito Jiménez. Recuerdo que él me hablaba de tus valiosos aportes en el análisis de la sociedad. Solo hoy termino de leer tus dos artículos, por asuntos que me tenían muy ocupado. Me parecieron geniales, y encuentro que la sociedad mundial está en grave peligro con lo que denuncias tan claramente. La confianza es el pegamento que aglutina a los seres humanos. Somos una especie social, en la que la colaboración es esencial. Pero si no hay verdad no habrá confianza: los pícaros y embaucadores terminan por apoderarse de los gobiernos, destruyéndolo todo con su chalatanería. (A propósito, es bien curioso cómo en casi todos los idiomas la palabra charlatán toma casi la misma forma, como se puede comprobar en Wikipedia). Un gran saludo.
Christian, te recuerdo como si nos hubiéramos dejado de ver ayer. Lástima que se nos fue muy pronto Julio. Muy certero tu comentario. Un abrazo.