Las generaciones de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI se han visto enfrentadas a un dilema: desarrollo o cuidado del medio ambiente. La pregunta práctica es, por tanto, ¿cuánto puede buscarse el desarrollo en una época donde se privilegia el cuidado del medio ambiente?
Considero que este interrogante debe estudiarse desde cuatro ángulos: filosófico, científico, político y práctico.
Enfoque filosófico
La cuestión fundamental en este campo es definir el papel del hombre en el universo. Las respuestas son extremas y variadas. Las resumo en tres:
El hombre, el gran depredador. Quienes analizan la naturaleza y observan las cadenas alimenticias, la evolución de las especies y la lucha por la supervivencia concluyen que el hombre se muestra como el mayor depredador que no solo ha destruido especies con su actividad, sino que debe ser reprimido y controlado para que no destruya su propio mundo. De allí queda fácil concluir las limitaciones que deben imponérsele a su actividad, no solo económica, sino en todo su desarrollo para que el resto del universo pueda continuar con los equilibrios naturales que lo rigen y le han permitido y le permitirán su supervivencia.
El hombre, una especie más. Según esta visión, el hombre es solo una de las especies que conviven en la naturaleza y por tanto no tiene derecho sino a lo básico para perpetuar su especie y debe respetar el hábitat y el desarrollo de las demás especies. Su potencial de desarrollo está limitado por los derechos de la naturaleza que le circunda. Según esta visión el mundo tiene sus leyes y su propio equilibrio natural, que no debe ser irrespetado. Lo primitivo es lo valioso porque responde al orden natural cuyo equilibrio perpetúa la naturaleza y, por tanto, al universo. Un uso desaforado de recursos para el hombre producirá el agotamiento de los mismos y grandes desequilibrios. Puesto que los recursos son finitos, el uso que el hombre hace de ellos los agotará tarde o temprano.
El hombre, centro del universo. A partir de la visión de los filósofos clásicos en el hombre aflora con total capacidad la conciencia como la capacidad reflexiva de entenderse a sí mismo, al mundo que le rodea y, en consecuencia, su capacidad ilimitada de transformarlo. Combinando las teorías evolutivas y aceptando las ideas de Teilhard de Chardin, el hombre le da sentido al universo y tiene la tarea de continuar la evolución. El destino de dicha evolución varía según las teorías filosóficas materialistas o trascendentes, pero coinciden en la misión de la especie humana como el motor transformante del universo. El hombre adquiere por tanto la responsabilidad de entender el destino de la naturaleza y no solo guiarla hacia ese destino, sino de conservarla y usarla para su propio desarrollo. Esa tarea es igualmente evolutiva en la medida en que el hombre avanza en la comprensión de sí mismo y de las características, leyes y potencialidades del resto del universo. Según esta visión, aunque material y filosóficamente el mundo es finito, en la práctica es ilimitado y el hombre tiene la capacidad de desarrollarlo ilimitadamente.
En la próxima entrega analizaré el enfoque científico.
Carlos Torres Hurtado
Octubre, 2020