En educación, se requiere claridad, fuentes de financiación y, sobre todo, compromiso serio del gobierno.
A lo largo de esta campaña presidencial cuyo desenlace no se conocía al momento de escribir esta columna, las propuestas de los diversos candidatos en materia de educación no fueron más allá de los lugares comunes.
Algunas de las propuestas son exactamente las mismas que se han repetido cada cuatro años con muy pocas variantes, lo cual significa que el país no logra avanzar lo suficiente durante los gobiernos para resolver los problemas.
Un artículo de Ángel Pérez en Razón Pública muestra, por ejemplo, que cumplir con la promesa de Gustavo Petro de tener cobertura completa en educación inicial (de 3 a 6 años) implicaría un costo de 23,39 billones de pesos. Es claro que el gobernante elegido tendrá que hacer un gran esfuerzo en este propósito, pero difícilmente se logrará cubrir totalmente las necesidades en cuatro años, de manera que esta promesa seguirá apareciendo una y otra vez hasta que se haya montado toda la infraestructura necesaria y se haya financiado de manera permanente la educación de los niños. Portugal, que se tomó este objetivo muy en serio, necesitó una década para hacerlo bien.
El asunto es que la solución de los problemas educativos no se da de un momento a otro y mucho menos cuando los diagnósticos no superan el nivel de los indicadores macroeconómicos.
Un desafío del que se viene hablando hace tres décadas es el mejoramiento de la calidad, pues ese es el factor que origina las grandes brechas sociales. Pero no basta con un enunciado grandilocuente. Es necesario entender por qué los esfuerzos que se han hecho no muestran los resultados esperados. Colombia ha avanzado más que muchos países en la preparación de sus educadores, que no solamente cuentan con título profesional en su inmensa mayoría, sino que ha estimulado e invertido en la formación posgradual. Sin embargo, los resultados de las pruebas no muestran avances a lo largo del tiempo.
Solo una pequeña proporción de los jóvenes que concluyen el bachillerato en los colegios oficiales ingresan a la universidad. Una parte de esto se debe a la carencia de recursos económicos, para lo cual resultan apropiados y oportunos los programas de matrícula gratuita en las universidades públicas, pero el problema es que muchísimos no cumplen con las condiciones de preparación básica que exigen estas universidades. A todo esto debe sumarse la deserción, que se mantiene hace años en cerca del 50 por ciento.
Llevar a la gente que ha nacido con menos oportunidades a desarrollar sus talentos y entregarles nuevas alternativas de vida es fundamental, no solamente desde el punto de vista individual, sino colectivo, pues ver jóvenes talentosos que con la ayuda de la sociedad pueden conseguir proyectos de vida exitosos en los diferentes campos de la actividad humana constituye un enorme estímulo para quienes viven en sus mismas comunidades. Esos éxitos son la fuente del desarrollo de nuevas iniciativas y compromiso en los colegios donde estudiaron y devuelven la fe en el trabajo que conjuntamente realizan los maestros, las comunidades y el Estado.
Pero todo eso que mejora no solo los resultados de unas pruebas anuales, sino el estado de ánimo de municipios, regiones y familias no se logra haciendo simples listas de promesas y propósitos que, por lo demás, siempre serán bienvenidos. Se requieren planes organizados, claridad sobre los montos de recursos necesarios y sus fuentes de financiación, pero sobre todo el compromiso serio del gobierno y de las demás ramas del poder público para entender que si no se va más allá de los lugares comunes, buscando otras miradas y otros paradigmas pasarán muchas campañas, candidatos y gobiernos ofreciendo lo mismo sin que nada cambie para quienes más lo necesitan.
Sin importar quién sea el presidente electo de Colombia, debe saber que además de dinero se requiere más imaginación para construir en la mente de nuestros niños y jóvenes el país que queremos.
Junio, 2022
1 comentario
Muy de acuerdo y muchas gracias a Francisco por sus reflexiones. En efecto, habría que dejar a un lado los lugares comunes, y atrevernos a modelos, así nos parezcan imposibles de copiar, como el modelo de Finlandia en materia de educacion.