A veces, con bastante ligereza, transmitimos rumores, chismes, “chivas” o afirmaciones infundadas sobre otras personas, que pueden afectar su honra y que de alguna manera son un irrespeto. Este texto plantea tres interrogantes que debemos hacernos en esas situaciones.
Desde hace algún tiempo se ha puesto de moda hablar de “valores”. Las empresas se gastan buen tiempo en definir cuál es la visión, cuál es la misión y buscan que los empleados incorporen en su obrar los “valores” de esa determinada cultura empresarial.
A quienes elaboran esas definiciones les quedan muy lindas la misión y la visión, y hasta la enunciación de los valores. Definidos estos, la pregunta es: ¿son puestos en práctica?
Por su parte, ¿se ha preguntado alguna vez cuáles son sus valores? ¿Es capaz de identificarlos? ¿Los demás puede identificarlo por los valores que practica?
Quedan estos interrogantes para la reflexión particular.
Por ahora, pensemos en uno de esos valores: el respeto al otro. ¿Cómo tiene lugar? ¿Cómo se da la relación con él, con sus peculiaridades y diferencias? Ese respeto, que incluye muchas aristas, se concreta también en el respeto a la honra.
Para mí es un deber y un valor que debo practicar. Para el otro, es un derecho que debe ser protegido, incluso por el Estado.
Somos muy ligeros, demasiado ligeros para actuar como correveidiles y regar chismes, cuentos y consejas. Creemos que con decir “a mí no me consta, pero fíjate que…”, “me contaron que…”, “no vas a decir, pero imagínate que…”, creemos, repito, que con anteponer estas frases quedamos exonerados de nuestra obligación de respetar a los demás.
Traigo a colación un diálogo con uno de sus discípulos, atribuido a Sócrates:
Relatan que un discípulo de Sócrates le dijo al maestro:
‒Quiero contarte que un amigo tuyo anda hablando sobre ti con maledicencia.
A ello, Sócrates respondió:
‒¿Ya hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a contarme?
El discípulo le preguntó:
‒¿Cuáles son esos tres filtros?
Entonces, el maestro le explicó:
‒El primero es la verdad. ¿Ya comprobaste si lo que quieres contarme es cierto en todos sus puntos?
El discípulo tuvo que reconocer que solamente lo habido oído decir a sus vecinos. Sócrates prosiguió:
‒Pero al menos habrás hecho pasar eso por el segundo filtro, que es la bondad. Lo que vas a decirme ¿es, por lo menos, bueno?
El discípulo le respondió:
‒No. En realidad, es todo lo contrario.
‒¡Ah!…, lo interrumpió Sócrates. Ahora, vayamos al último filtro: ¿sientes la necesidad de contarme eso?
‒Para ser sincero ‒le dijo el discípulo‒, no es necesario. Bueno, nada necesario. Mejor sepultémoslo en el olvido.
Siempre que vayamos a decir algo de otro, recordemos estos tres filtros: verdad, bondad y necesidad.
Ramiro Valencia Cossio
Agosto, 2021
2 Comentarios
Hermosa lección para ponerla por obra. Gracias.
Muy oportuno tu artículo, Ramiro, en estos momentos de efervescencia de la chismografía. Y lo peor de todo es que ah poquitos estarán libres y con sinceridad podrán “tirar la primera piedra”. Continuamente tenemos que estar atentos a los tres filtros.