Los derechos humanos, al derecho (1)

Por: Bernardo Nieto
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Se habla mucho del deber del gobierno de respetar los derechos humanos. La protesta social que puede llevar al enfrentamiento con los agentes gubernamentales responsables de preservar el orden público pareciera el escenario más visible para exigir que se respeten esos derechos. ¿De qué derechos estamos hablando? ¿Solo en medio de las protestas callejeras deben respetarse? ¿Cuál es el sentido y la razón de ser de los derechos humanos? ¿Constituyen ideales o utopías inalcanzables? ¿Son motivo de subversión del orden, de desestabilización de gobiernos y, por ello, sus defensores deben ser acallados? 

A raíz de los actuales brotes de protesta social, asistimos a fuertes discusiones sobre la vulneración o el cumplimiento de los derechos humanos. Mientras unos afirman que los cumplen a rajatabla y obran en cumplimiento de la ley, otros denuncian ante organismos internacionales su violación, porque no confían en las instituciones nacionales responsables de investigar, constatar y castigar estos hechos. Alegan que carecen de credibilidad, neutralidad y firmeza, todo lo cual favorece la impunidad, la injusticia y la rampante desigualdad social.

Según algunos, los derechos humanos, los tuyos, los de ellos, los de otros y los míos son “entidades abstractas” que existen por allá, lejos, en un universo inalcanzable, como las mónadas de Leibniz. Son ilusiones, pero nunca serán realidades. Por ejemplo, deberíamos aceptar que el estado actual de desigualdad entre las naciones y entre los seres humanos demuestra que los derechos humanos son utopías y que deberíamos dejar las cosas como están sin tanta discusión, sin peleas inútiles, pues la desigualdad es un hecho inherente a la naturaleza humana. 

Siguiendo este planteamiento, habría que aceptar como realidad inmodificable y “legítima” que un niño campesino de los Andes colombianos o peruanos tenga un precario acceso a la educación, comparado con los maravillosos niveles educativos de los niños de Silicon Valley. Si se aceptara esta forma de ver la realidad y, siguiendo el símil bíblico, la educación de los niños campesinos, marginados y excluidos podría verse como un puñado de las migajas que caen de las mesas de los que banquetean en opíparas mesas educativas en los países “desarrollados”. Con la misma lógica, tendríamos que aceptar como “normal” que los hambrientos del mundo sigan existiendo por siempre, aunque sus penurias pudieran acabarse con apenas una parte del dinero que el mundo gasta en armamentos en menos de un año. La desigualdad se demuestra en hechos. Los derechos son utopías.

Creo, más bien, que la desigualdad es producto de la sinrazón y el egoísmo humanos. Por ejemplo, según la ONU, el mundo necesita $267.000 millones de dólares al año para hacer sostenible la erradicación del hambre mundial[i]. En contraste, el gasto en armamento en 2019 fue de 1,9 billones de dólares: Estados Unidos gastó 732.000 millones; China, 261.000 millones e India, $ 71.100 millones. Los cinco países que más invierten en armamento, incluidos Rusia y Arabia Saudita, representan más de 60 % de los gastos militares totales[ii]. Eliminar el hambre del mundo es factible: se lograría si los líderes de esos cinco países así lo decidieran. No es algo irremediable. 

Por otra parte, para muchos, la sola afirmación de la vigencia de los derechos humanos y el exigir su debido respeto y cumplimiento convierte a quienes eso dicen en sujetos sospechosos. Por eso son señalados de extremistas que amenazan la estabilidad social y política de las naciones. Un defensor de los derechos humanos, en consecuencia, es una amenaza que debe ser eliminada. 

En Colombia se convirtió en parte de la rutina informativa el crimen de algún líder defensor de los derechos humanos o el asesinato de campesinos que reclaman con justicia la devolución de sus tierras usurpadas o arrebatadas. Por la impunidad reinante o la ineficacia de los entes investigadores oficiales, todo esto es parte del triste paisaje diario y su muerte solo la lloran sus familiares más cercanos. A nosotros, tales hechos nos tienen sin cuidado.

Otros, como héroes temerarios que enarbolan sus banderas, los proclaman a pleno pulmón mientras increpan a gobiernos y gobernantes por violarlos, incumplirlos y pisotearlos, en cumplimiento de sus responsabilidades en las instituciones o en las ONG defensoras de los derechos humanos. En esa proclama arriesgan su vida y, paradójicamente, también todos sus derechos. A pesar de ello, siguen empeñados en su difusión, cumplimiento y defensa.  

Otros, con cinismo y prepotencia, se proclaman respetuosos de los derechos humanos, mientras encarcelan o asesinan a quienes exigen su cumplimiento y respeto, pues se oponen a quienes detentan el poder. Otros tildan de burócratas entrometidos a los funcionarios de tribunales, comisiones o cortes internacionales que los visitan, los vigilan o pueden llevarlos a juicio por violar los derechos humanos. Se declaran en abierta o velada oposición y rebeldía contra sus informes o dictámenes, declaran personas no gratas a quienes los denuncian como violadores de derechos y los expulsan de sus países.

Esta realidad, confusa pero evidente, me interroga profundamente. ¿Será que, de verdad, los derechos humanos son una utopía inalcanzable y debemos conformarnos con la desigualdad mundial como un hecho inmodificable? ¿Será que quienes proclaman y exigen su cumplimiento a los gobiernos, los que creen en su vigencia y validez, buscan desestabilizar el orden y merecen ser silenciados? ¿Será que su proclamación consolida una amenaza para la paz de las naciones? ¿Será que estamos equivocados cuando afirmamos que todos tenemos la obligación de cumplirlos y respetarlos? ¿Se habrá perdido todo el esfuerzo mundial de estos 73 años desde cuando se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y desde cuando entró en vigencia la Carta de la Naciones Unidas, guía de actuación de la Asamblea General de las Naciones Unidas[iii]?  

Esta contradictoria realidad me lleva a revisar los fundamentos sobre los que se han construido tanto la Organización de las Naciones Unidas como sus agencias, promotores y garantes del cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Quiero encontrar respuestas a estos interrogantes, pues no soy especialista en derecho ni me considero experto en derechos humanos. 

Luego de trabajar por veinticinco años en empresas dedicadas al entretenimiento televisivo y a la cultura de masas, trabajé durante casi diez años en Unicef, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, una institución que tiene como fundamento y guía para su acción los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes en todo el mundo. Quiero examinar y reflexionar sobre estos hechos y compartir con ustedes mis conclusiones. Agradezco sus comentarios y, desde ya, proclamo que ustedes tienen todo el derecho de criticarme. 

En la próxima entrega examinaré y comentaré la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 


[i] Ver https://www.semana.com/economia/articulo/el-costo-erradicar-hambre-mundo/211181/.

[ii] Cfr. https://www.dw.com/es/gasto-militar-mundial-tuvo-su-mayor-aumento-en-una-d%C3%A9cada-seg%C3%BAn-sipri/a-53254197

[iii] Cfr. https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights

Bernardo Nieto Sotomayor

Septiembre, 2021

6 Comentarios

Humberto Sánchez Asseff 21 septiembre, 2021 - 8:10 am

Gracias Bernardo por tus cuestionamientos. Me parecen muy válidos y preocupantes. Quedo a la espera de tu siguiente artículo,

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Vicente Alcala 21 septiembre, 2021 - 9:20 am

Magnifica reflexión, sustentada con datos y cifras. La utopía es la realización plena de los derechos humanos ya; la “pantopía” es que todos y en todas partes podemos trabajar cada día por acercarnos más y más a la realización de los derechos humanos. Las posiciones diversas son cuestión de significación, emoción y decisión (en una colisión, el causante la ve como accidente; el afectado la ve como agresión). Las acciones de la policia las ven unos como agresiones, otros como la fuerza legítima contra los agresores, y en la mitad de la trifulca, los pobres policias (en general) tienen que actuar!
Bernardo, muchas gracias por ponernos a pensar y actuar.

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Reynaldo+Pareja 21 septiembre, 2021 - 9:58 am

Bravo Bernardo. Excelente marco de referencia para analizar en el proximo envio la Carta de los Derechos Humanos. Sin contexto que expone las contradicciones y los opuestos es casi imposible hacer dicho analisis. La realidad brutal es a veces mas fuerte que las integridad de los planteamientos que nos rescatan de seguir actuando como salvajes encontrando mil argumentos para validar la violacion de los derechos humanos inherentes a todo el que nace como hombre o mujer. Reflexiones como esta son las que nos dan el sustento criticio para encontrar lucidez en lo analizado. Que venga pronto el proximo articulo.

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LUIS GUILLERMO ARANGO LONDOÑO 21 septiembre, 2021 - 11:05 am

Excelente artículo y fuertes preguntas. Espero deseoso tus próximas conclusiones

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Hernando+Bernal+A. 21 septiembre, 2021 - 12:54 pm

Bernardo: muy interesante, útil y provocador el texto de reflexión que nos presentas sobre los derechos humanos. Si son derechos y son humanos, se supone que han existido siempre. Pero el contexto hiistórico es que su formulación en la carta de las Naciones Unidas ocurre como resultado de la creación de las Naciones Unidas. Es decir después de la segunda guerra mundial, cuando se patentizó ante el mundo lo que significó AUSCHWITS y los demás campos de concentración, resultado del GOBIERNO nazi; y posteriormente los GULAGS resultado del GOBIERNO de Stalin en Rusia. Por esta razón y por haber sido propuestos con la óptica de los Juristas – es decir con una óptica legalIsta y no ética solamente – los derechos humanos reflejan fundamentalmente la relación de los Gobiernos con sus ciudadanos – concebidos estos útlimos como SUJETOS del DERECHO:-. Esto hace que se tienda a cualificar las acción de las autoridades primordialmente como los principales responsables en la afectación de dichos derechos. Saludos.

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John+Arbeláez 21 septiembre, 2021 - 6:20 pm

Bernardo, Excelente columna. Este es el tipo de reflexiones que nos debemos hacer para tratar de encontrar soluciones y hacer de este país un mejor “vividero” no un corredor de la muerte como lo que tenemos ahora.
Espero tus próximas reflexiones y seguramente harás énfasis en la problemática de la mujer, la rural y la citadina, que ya adquiere ribetes de tragedia, lo que denota nuestro paupérrimo nivel educativo a todos los niveles empezando por los gobernantes, políticos y forjadores de opinión.

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