La política internacional colombiana debe cambiar su rumbo

Por: Socorro Ramirez
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¿Castrochavistas en la Casa Blanca y espías cubanos? La estrategia uribista con miras al 2022 ha sido muy dañina para las relaciones internacionales de Colombia.

El “dossier secreto”

A mediados de enero la revista Semana aseguró haber accedido a un “dossier secreto” que habría recibido el gobierno de Duque. El documento describiría un plan de Cuba para interferir en la política colombiana “a través de la orientación de cubanos con cobertura diplomática en organizaciones sociales solidarias, la infiltración de programas de cooperación con autoridades locales y su financiación por medio del ELN”. Duque anunció que, de ser necesario, solicitaría la expulsión de los diplomáticos cubanos mencionados en el dossier, mientras que un grupo de 30 congresistas del Centro Democrático pidió romper relaciones con la isla.

El supuesto plan, las acciones del partido de gobierno y la respuesta del presidente Duque coinciden con las acciones del hoy expresidente Trump, y son parte de una estrategia electoral.

Pero los nuevos tiempos hacen cada vez más urgente un cambio de rumbo en la política internacional colombiana.

Imitando a Trump

En medio de su extremismo populista de derecha y para asegurarse el voto latino, Trump quiso complacer a los cubano-estadounidenses de la Florida endureciendo el bloqueo contra Cuba. Sus casi 200 medidas reforzaron el embargo comercial-financiero y las sanciones contra dirigentes cubanos y empresas extranjeras; prohibieron la llegada de cruceros y vuelos a la isla, e impidieron que los cubanos en el exterior visitaran a sus familiares o les enviaran remesas.

Por seguir a Trump, el gobierno colombiano rompió con una de las posiciones que Colombia había mantenido en la asamblea general de la ONU. Todos los años se repetía el rechazo al bloqueo de la isla por perjudicar directamente al pueblo cubano. Pero en noviembre de 2019, mientras Estados Unidos, Israel y Brasil votaron en contra, hubo dos abstenciones: Ucrania y, por primera vez, Colombia.

Poco antes de finalizar su gobierno, Trump endureció estas medidas al reincorporar a Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo, de la que Obama la había retirado como parte de las negociaciones para normalizar las relaciones bilaterales. La decisión de Obama fue un cambio indispensable en la dañina y fracasada política que Estados Unidos había impuesto durante más de medio siglo.

Sin embargo, Trump atendió las acusaciones del gobierno Duque en el sentido de que Cuba apoyaba el terrorismo por permitir que la delegación negociadora del ELN permaneciera en la isla.

Duque siempre se mostró reticente a seguir en la mesa de negociación con el ELN y la clausuró después del ataque contra la Escuela de Policía General Santander, en enero de 2019. Al exigir extraditar a los negociadores que permanecían en la isla, Duque incumplió las obligaciones internacionales que el país había adquirido e irrespetó los protocolos firmados sobre cómo proceder si se levantaba la mesa de negociación que sesionó en Cuba por petición de Colombia.

Como señaló la Ministra de Asuntos Exteriores de Noruega (otro de los países garantes), si los gobiernos que facilitan esfuerzos de paz corren el riesgo de acabar designados como patrocinadores del terrorismo, va a ser muy difícil que Colombia encuentre quién se comprometa con esos esfuerzos.

Duque también siguió a Trump en su política con Venezuela. En vez de apoyar una negociación entre los venezolanos para abrir una transición que permita la reconstrucción del más importante país vecino, el gobierno colombiano se sumó a las sanciones y amenazas de Trump para lograr a cualquier costo la salida de Nicolás Maduro del gobierno.

Las razones electorales domésticas

Francisco Santos, embajador de Colombia en Estados Unidos, fue recientemente señalado de haber apoyado la campaña de reelección de Trump. Junto con otros uribistas, el diplomático se sumó a la campaña de miedo desplegada por algunos republicanos en Florida. Además, rompiendo con la tradición colombiana y latinoamericana, el embajador se empeñó en lograr que Mauricio Claver-Carone, candidato de Trump, fuera escogido como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Esta cercanía con uno de los partidos políticos de Estados Unidos comenzó con Uribe. Durante su mandato el gobierno colombiano apoyó la invasión a Irak ordenada por George W. Bush y, encima, siendo jefe de Estado, recibió a John McCain, quien entonces era el candidato republicano a la presidencia durante la campaña electoral de 2008.

De cierta forma, la prórroga de este alineamiento también está ligada con la búsqueda de apoyos políticos para Uribe. Cuando Uribe fue detenido en su casa por orden de la Corte, Trump le llamó “héroe” y “aliado de nuestro país en la lucha contra el castrochavismo”. Por su parte, el vicepresidente Mike Pence pidió que se le permitiera “defenderse como un hombre libre”. Trump acogió las críticas uribistas al Acuerdo con las FARC y acusó a Joe Biden de ser castrochavista, amigo de Petro, y de apoyar un proceso de paz que, según él, entregó el país a los narcotraficantes.

Hoy, el uribismo reproduce en Colombia esta misma estrategia para aferrarse al poder y agitando la bandera contra el castrochavismo, advierte que hay planes cubano-venezolanos para interferir en las elecciones de 2022, favorecer a la izquierda, desestabilizar al país y poner en riesgo la seguridad nacional.

Ante la creciente insatisfacción social, los autoritaristas de extrema derecha agudizan la polarización, la estigmatización, el odio y el juego sucio. De este modo pretenden impedir que una posible coalición democrática de centro-izquierda ‒en favor de la libertad y la igualdad, apegada a las reglas de juego constitucionales y legales‒ triunfe en las elecciones presidenciales y legislativas. El uribismo sindica de proguerrilleras a las protestas sociales, a las redes que respaldan el desbloqueo de Cuba y a las autoridades locales que han recibido, a través de programas reconocidos por organismos multilaterales, apoyo cubano en áreas como educación, deporte y salud.

El alineamiento con el impredecible Trump y el uso que hacen los uribistas de las relaciones internacionales para hacer politiquería interna ha dejado a Colombia cada vez más aislada de sus vecinos latinoamericanos y la ha hecho más vulnerable ante Estados Unidos. Estas estrategias causaron malestar en el partido Demócrata y pueden tener repercusión en la relación con el Congreso estadounidense y la nueva administración.

Nuevos tiempos

Pocas horas después de jurar como el presidente número 46 de Estados Unidos, Joe Biden firmó 17 órdenes ejecutivas para revertir muchas de las dañinas medidas de Trump.

Tomar la iniciativa para que su país y Cuba normalicen relaciones y compromisos no será una labor fácil ni rápida. Ayudaría que Colombia reconozca, como lo han hecho los negociadores Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, “el espíritu generoso y el profesionalismo que desplegó Cuba a favor de la paz de Colombia”. Hay que admitir que Cuba demostró también durante el proceso adelantado con el ELN el mismo compromiso que contribuyó a lograr el Acuerdo con la FARC.

En una carta dirigida a Biden y a la vicepresidenta Harris, el movimiento Defendamos la Paz (DLP) señala que el acompañamiento del gobierno Obama contribuyó al éxito del proceso y a la firma del Acuerdo en 2006. Junto con Biden participaron también en este acompañamiento el enviado especial Bernard Aronson y John Kerry, el entonces secretario de Estado, hoy enviado presidencial para el clima.

Debido a que gran parte de lo pactado no se ha cumplido o se está llevando a cabo con lentitud, pocos recursos e, incluso, en medio de objeciones presidenciales, el movimiento DLP espera que Estados Unidos logre reforzar el respaldo a la implementación integral del Acuerdo. Por eso fue crucial que Biden reiterara el apoyo que le dio al Acuerdo de Paz con las FARC cuando era vicepresidente de Obama y que el Senado estadounidense manifestara su preocupación por la falta de cumplimiento del Acuerdo.

También debe notarse que el último informe de la Misión de Paz de Naciones Unidas reporta más de 1000 líderes y lideresas comunitarios asesinados y 248 excombatientes que estaban cumpliendo su compromiso con la paz entre 2016 y 2020. Esto sucede principalmente en los territorios donde el Estado debería estar haciendo presencia con programas de paz.

Resulta decisiva la presión para que el Estado colombiano proteja la vida de los activistas sociales, defensores de derechos humanos y militantes del partido FARC. Asimismo, es fundamental el cambio de enfoque del fracasado Plan Colombia en la fallida guerra contra las drogas, donde predominó la aspersión de los cultivos para mercados ilícitos, que Trump y Duque habían coincidido en reanudar.

Es clave para Colombia y la región que el gobierno de Biden, junto con la Unión Europea y organismos multilaterales, ayuden en la búsqueda de una salida pacífica y democrática a la situación de Venezuela, descartando cualquier intervención militar. Eso le exigiría a Colombia proponer salidas negociadas entre los venezolanos, actuar ante la grave situación en la extensa zona fronteriza y atender el éxodo desde Venezuela. Estas serían medidas justas de gran conveniencia nacional.

Socorro Ramírez

Febrero, 2021

1 Comentario

Eduardo PardoIn 4 febrero, 2021 - 1:00 pm

Me gusto este articulo por ser tan actual y claro. Recuerda como algunos Presidentes pierden la independencia Nacional por seguir al pie de la letra las orientaciones Americanas. Y como siguen recurriendo a la politica del miedo y la calumnia para conservar el poder. La politica internacional de Colombia debe tener sus objetivos propios, sin necesidad del “padrino del norte”.

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