La Otredad

Por: Jorge Ivan Gonzalez
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El reconocimiento del otro, que ha sido uno de los ideales de la modernidad, se ha difuminado en el abuso de las llamadas identidades.

En el siglo XVIII, cuando Kant se hace la pregunta por la norma moral, construye un discurso para los seres racionales, que son diferentes a los animales. La pregunta por el imperativo categórico está dirigida a cualquier individuo. Todas las personas, más allá de las diferencias étnicas, religiosas o culturales, tienen que hacerse la pregunta por las condiciones de posibilidad de un principio moral que pueda ser aceptado como norma general. Junto con la categoría universal como la de ser racional, la modernidad ha ido precisando el significado de otras nociones como la de ciudadano.

Desgraciadamente, estas categorías universales han ido perdiendo relevancia, a medida que ha ido aumentando el número de las identidades. Esta proliferación está minando las nociones básicas de justicia y ha llevado a una fragmentación de la política pública.

Colombia es un país excluyente, que a lo largo de la historia ha despreciado las comunidades afro, indígenas, campesinas. Es cierto que la diversidad sexual apenas comienza a ser reconocida, y que la mujer continúa siendo discriminada. Pero de este reconocimiento de las exclusiones no se puede pasar al abuso de las identidades.

Las crecientes reivindicaciones de las identidades han llevado a una progresiva fragmentación del presupuesto y de las opciones de la política pública. Cada una de las poblaciones, o identidades, termina luchando por intereses específicos, dejando de lado la relevancia de los postulados universales. Esta dispersión es perjudicial para todos. El movimiento ‘woke’ ha llevado la marca identitaria a extremos libertarios que impiden la construcción de propósitos colectivos.

En contra de este discurso que divide, es importante, como dice Amartya Sen, recuperar categorías fundamentales como la de ciudadanía. Se debe priorizar la simpatía por “la otra gente”, y para ello se tiene que ir “más allá de la identidad”. Desde esta perspectiva, continúa Sen, es necesario recuperar la “inclusión universal”, que “abarca a todos los otros seres humanos”.

Desde la mirada de Sen, es inconveniente multiplicar las identidades. Y entonces, es fundamental recuperar la noción de “observador imparcial” de Adam Smith. Es indispensable colocarse en la situación del otro, con el fin de entender sus intereses y su preferencias. Este es el ejercicio típico de la simpatía. Se trata, entonces, de ponerse en los zapatos de los demás. El sentimiento moral de la simpatía es una condición necesaria para ir construyendo una sociedad donde el otro sea relevante. La elección colectiva se facilita si el sentimiento de la simpatía anima la decisión moral de los individuos.

La modernidad se ha construido a partir de categorías universales. En el lenguaje kantiano, el imperativo categórico debe guiar la decisión moral de todos los seres humanos (negros, blancos, afros, gitanos, indios, mujeres, jóvenes, víctimas, campesinos, Lgbtiq+, pobres, ricos, etc.).

La multiplicidad de identidades ha ido ocultando la relevancia de las categorías universales. En medio de esta fragmentación el gasto público se dispersa, y los mensajes políticos se diluyen. Y como las identidades se multiplican y se traslapan, las opciones de política pública no se pueden jerarquizar.

Jorge Iván González

Junio, 2023

2 Comentarios

José Luis Romero 1 junio, 2023 - 10:42 am

Me parece profundo y pertinente análisis, que ha sido orientador en la elaboración del PND. Mil gtacias

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César Vallejo Mejía 1 junio, 2023 - 6:57 pm

Jorge Iván, el problema que planteas es claro, pero creo que la solución no es impedir la multiplicación de identidades. La identidad, como la autoestima y el sentido de pertenencia, son condiciones indispensables para aportar, desde la diferencia al bienestar de la comunidad. Somos distintos como individuos y como grupos. Reconocer y aprovechar esa diversidad es un gran activo, un gran potencial, y una condición necesaria para la construcción de propósitos colectivos, en beneficio de todos. La “simpatía por la gente” (por el otro) y la inclusión universal que mencionas, se deben construir desde la afirmación de la identidad.
Lo que es completamente absurdo es fortalecer o construir identidades a partir de la negación de las categorías universales que tú mencionas, como la noción de justicia, de bien común y de normas morales que puedan ser aceptadas como generales. Allí hay un concepto equivocado de “identidad” que nace de un falso concepto de lo que somos como seres humanos y que niega algunas de sus notas esenciales: la proyección al otro, la pertenencia a la “especie humana”, la dimensión comunitaria, la trascendencia… Construir la propia identidad no es liberarse del otro sino fortalecer la capacidad de construir con él, para beneficio de ambos!.
Lamentablemente en la sociedad se han impuesto visiones individualistas o grupalistas a las que les resultan muy incómodas las “categorías universales” (el imperativo categórico)!
Da gran tranquilidad saber que, bajo tu dirección, en el DNP se discuten estos temas. Recibe un abrazo,

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