La ley del más fuerte

Por: Bernardo Nieto
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Quienes estudian a fondo la biología y la selección natural han identificado, por lo menos, tres instintos poderosos que garantizan la conservación de las especies. El que domina, vive, se reproduce y muere.

Los estudiosos de la biología y de la selección natural han identificado al menos tres poderosos instintos que garantizan la conservación de las especies. El instinto de poder o de dominio lleva a los animales a buscar la supremacía frente a otros competidores que también requieren recursos para su supervivencia. Este instinto se evidencia, particularmente, en los líderes dominantes. El instinto de conservación las impulsa a proteger y conservar la vida y a evitar los peligros que la amenacen. Se huye del peligro que puede causar la muerte. El instinto sexual, por su parte, garantiza la preservación y prolongación de la especie. 

Estos tres instintos son el motor de la selección natural. El más fuerte es aquel que mejor utiliza sus instintos básicos, aunque, al final, también declina y muere. Me atrevo a decir que el instinto de dominio es el más fuerte y pone a su servicio, tanto al instinto de conservación como al instinto sexual.

Estos instintos que nos acompañan como parte de nuestras características como seres vivos, no pueden calificarse de buenos o de malos. Lo que les agrega carácter ético y moral es que tenemos conciencia de ellos, podemos controlarlos, podemos analizar las causas y consecuencias de nuestras actuaciones y con ellos tomamos decisiones que afectan no solo nuestra vida, sino la vida y la supervivencia de otros. Con nuestra conciencia y libertad podemos manejar nuestros instintos básicos. Pero también decidimos por otros motivos: por lo que conocemos y sabemos, por lo que queremos y amamos, por creencias, ideales, porque nos compadecemos, nos apoyamos y dialogamos. Y también creamos instrumentos y tecnologías de desarrollo o de destrucción, pues somos capaces hasta de odiar a quien piensa, cree o actúa de modo contrario. Somos responsables de lo que decidimos y hacemos. 

La historia humana nos muestra que quienes se han considerado más fuertes y con más poder han buscado prevalecer y dominar a los más débiles. Sea por prejuicios raciales, por motivos ideológicos, económicos, territoriales, religiosos o por lo que sea, el deseo de dominar a otros produce guerras, invasiones, terribles desastres y víctimas humanas. Los dictadores y los poderosos siempre hallan razones, pretextos y excusas para justificar sus actuaciones. Sin importar la vida de los más débiles, el más fuerte busca dominar, aun a riesgo de perder la suya. 

Eso que sucede a escala mundial, como acontece hoy en Ucrania, también ha sucedido y sucede en las dictaduras y entre quienes gobiernan los países. Se mira al competidor como un enemigo. Y el que tiene el poder quiere predominar, prevalecer, perpetuarse en él. Esto es lo que veo como motivación en los feminicidios, en los asesinatos de los líderes sociales, en la expansión execrable del negocio del narcotráfico, en la toma e invasión de tierras, en el acaparamiento de bienes y en la corrupción. El que tiene el poder, quiere prevalecer, dominar, aplastar. Todo esto me resulta inaceptable

Dolorosamente, también, veo eso cuando alguien decide segar la vida de los indefensos que tienen derecho a vivir, aunque nunca se les haya pedido permiso para llegar a este mundo. El asesinato de alguien que está por nacer me revuelve las entrañas. 

Jamás podré aceptarlo.

Bernardo Nieto Sotomayor

Marzo, 2022

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