La historia, esa maestra

Por: Santiago Londoño Uribe
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En una mañana soleada de otoño, nueve años después de que Fukuyama sentenciara que había llegado «El fin de la historia», cuatro aviones piloteados por terroristas islámicos movieron, otra vez, con fuerza el motor y los engranajes invisibles del tiempo y la distancia. La democracia liberal original (1776) y el lado ganador de la Guerra Fría recibía, por primera vez desde la independencia, un ataque coordinado y certero en su suelo continental. 2977 personas murieron ese 9 de septiembre de 2001. Ese día también murió la idea de un mundo unipolar y nació la «guerra contra el terrorismo».

Así como durante casi medio siglo la lucha contra la amenaza roja había atravesado todas las decisiones de política exterior de los poderes de Occidente, la guerra contra el terrorismo sería la escuela y el filtro que alimentaría las relaciones internacionales y la geopolítica de inicios del siglo XXI. Una guerra muy sui generis, ya que por primera vez el enemigo no controlaba un territorio, ni grandes ejércitos ni estructuras oficiales de poder. 

El terrorismo que atacó las Torres Gemelas y el Pentágono se había alimentado en la entraña misma de las democracias liberales y había actuado con sus propias herramientas. La libertad de movimiento, las comunicaciones abiertas y la tecnología (sellos del liberalismo occidental que había vencido al comunismo) eran ahora utilizadas por los grupos que enfrentaban a gobiernos democráticos con un proyecto religioso y fundamentalista.

A pesar de que la célula terrorista que había ejecutado los ataques tenía a la ciudad de Hamburgo, Alemania, como centro de operaciones, la presencia de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, en Afganistán fue la disculpa perfecta para lanzar un ataque que removiera a los líderes talibán (en ese momento en el poder) y preparara una posterior invasión. El 7 de octubre de 2001 empezaba la que sería la guerra más larga, y el fracaso bélico más costoso, en la historia de Estados Unidos. 

Más de 800.000 militares participaron en operaciones. De esos, 2352 (1141 de la coalición) murieron y 20.666 resultaron heridos. 66.000 soldados y policías afganos y 47.245 civiles murieron en el enfrentamiento con la insurgencia Talibán. 2.2 billones (millones de millones) de dólares valió la factura de la aventura afgana, lo cual quiere decir que Estados Unidos se gastó (desperdició) en este esfuerzo más que lo que le costó reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial con el Plan Marshall. Se calcula que 40 % de los recursos quedaron en manos de los Talibán, los señores de la guerra y políticos corruptos dentro del gobierno afgano apoyado por los norteamericanos. Todo un festival del peculado.

Las guerras, todas las guerras, son eventos complejos y cambiantes en los que se cruzan proyectos colectivos, intereses mezquinos y grandes ideales, y en los que se enfrentan y matan personas de muy diferentes procedencias e ideologías. Los conflictos bélicos, al fin de cuentas, suelen ser absurdos y los pierden todos los participantes. 

El documental Restrepo, de 2010, es una buena representación de lo que fue el conflicto armado en Afganistán. La película, llamada así por el soldado y médico colombiano nacionalizado, Juan Sebastián Restrepo, acompaña a los hombres de un pelotón del ejército en su estadía en el valle de Korangal en el oriente del país, quienes narran su vida allí y cómo la muerte en combate de Restrepo al inicio de la expedición los marca profundamente. A lo largo de un año de grabación vemos a los soldados combatiendo a un enemigo invisible e intentando crear vínculos de confianza con los habitantes del valle. Los soldados permanecen encerrados en su puesto de avanzada la mayor parte del tiempo y su gran “triunfo” es la construcción de otro pequeño puesto militar a 200 metros del existente. La historia gira alrededor de la relación de hermandad que se crea entre los soldados, así como de las afectaciones psicológicas que sufren por la exposición constante al fuego enemigo. El documental termina con un aviso que dice: «En abril de 2010, el ejército de EE.UU. abandona el valle de Korengal. 50 soldados murieron peleando allí». Una frase premonitoria.

Hace pocas semanas, casi 20 años después de su llegada, terminó la presencia estadounidense en Afganistán y volvieron los Talibán al poder. La construcción de una democracia liberal en el país fracasó rotundamente. En la improvisada y apresurada salida de los estadunidenses apareció un nuevo grupo terrorista, ISIS-K (variante del extinto ISIS de Siria e Irak), que ya mató 170 personas en un atentado suicida cerca al aeropuerto de Kabul. 

Un personaje de Umberto Eco, en El péndulo de Foucault, pronuncia una frase que puede acompañar este aniversario: «Todo se repite en un círculo. La historia es una maestra porque nos enseña que no existe».

Santiago Londoño Uribe

Noviembre, 2021

6 Comentarios

Hernando+Bernal+A. 5 noviembre, 2021 - 7:23 am

Santiago; es trágico y premonitorio el análisis sobre el resultado de esta “nueva” forma de guerra que prevalece en el Siglo XXI y que sin dejar de ser universal se ha concentrado en la representación industrializada de la democracia liberal afectada por los fundamentalismos de carácter religioso/político. Subyacen profundos aspectos de carácter económico, sociológico, ecológico y ambiental que tornan más hondas la diferencias, favorecen la polarización y conducen a la necesidad de elaborar modelos innovadores para el manejo constructivo de los conflictos. Ahí estamos… ojalá podamos salir adelante. Hernando

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John+Arbeláez 5 noviembre, 2021 - 8:53 am

Santiago, excelente tu artículo sobre las inutilidades de las guerras que da vueltas en ese círculo inútil y devastador para la humanidad. La noria de la estupidez humana y del desastre…

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Santiago Londoño Uribe 8 noviembre, 2021 - 8:19 am

Gracias por leer John.

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Jorge+Luis+Puerta 5 noviembre, 2021 - 9:08 am

Además del gran absurdo de la guerra, las paradojas de la historia nos dejan lecciones imborrables…

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Santiago Londoño Uribe 8 noviembre, 2021 - 8:20 am

Lecciones que ignoramos una y otra vez desafortunadamente. Gracias por leer.

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Santiago Londoño Uribe 8 noviembre, 2021 - 8:19 am

Muchas gracias por leer y comentar Hernando. Sin duda hacen falta modelos diferentes. Estamos apretando todo al punto de quiebre.

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