La cancelación del esfuerzo, como si ese fuera el camino a la felicidad, no prepara para la vida. La disciplina es una capacidad esencial para el progreso del conocimiento y el desarrollo de las personas y las comunidades, y esta se forma desde la infancia.
Profesores universitarios y de educación básica están encontrando muy difícil su ejercicio profesional bajo las condiciones actuales. Les preocupa, entre muchas cosas, la laxitud de las instituciones frente a la evidente negligencia de muchos estudiantes para cumplir las exigencias mínimas de un proceso de formación.
Estudiantes de colegios privados que han regresado a la presencialidad parecen haber entendido que la alternancia equivale a una total arbitrariedad en lo referente a la asistencia escolar. Los maestros dicen que ‘hacen lo que les da la gana’: si hay una evaluación, deciden no ir ese día; si se levantan tarde, se quedan en la virtualidad, si no les nace, no entregan sus trabajos… todo con el aval de sus padres. Ya no se trata del miedo al virus, que hace tiempo desapareció entre fiestas, viajes al exterior y manifestaciones multitudinarias, sino de la baja valoración de la actividad escolar y la voluntariedad del estudiante y su familia para asistir en los días asignados.
Frente a esto se obliga a los profesores a redoblar el esfuerzo, pues basta que dos niños o jóvenes decidan no ir el día que les corresponde para que les tengan que resolver el problema con cámaras, trabajos diferentes, cambio de días para los exámenes y, además, evitándoles al máximo exigencias que requieran algo de esfuerzo y disciplina.
Profesores universitarios comentan su preocupación por el nivel efectivo de aprendizaje en áreas donde el conocimiento es fruto de un arduo esfuerzo y tiene serias repercusiones en el bienestar de la sociedad. Profesionales de la salud, el derecho o la ingeniería no pueden formarse en modo ‘light’, porque se vuelven un peligro.
La disciplina es una capacidad esencial para el progreso del conocimiento y el desarrollo de las personas y las comunidades, y esta se forma desde la infancia. Hay, desde luego, formas amables y positivas para desarrollarla. Pero la cancelación del esfuerzo como si ese fuera el camino a la felicidad no prepara para la vida.
En su Elogio de la dificultad, Estanislao Zuleta trae este hermoso texto: “Adán y sobre todo Eva tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelamos regresar a él”. La necesidad de dar mayor protagonismo a los estudiantes y de estimular su participación activa en el aprendizaje se ha confundido con una laxitud que les evite a los niños y jóvenes cualquier esfuerzo que les represente alguna pérdida de felicidad.
Dice el maestro Zuleta que nuestro gran problema radica en lo que deseamos y no en la frustración que proviene de no lograr nuestros propósitos. “En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida”.
La disciplina no es solo la capacidad que permite persistir en el logro de objetivos y propósitos personales, con todas sus implicaciones (fracasos, búsquedas, dudas, satisfacciones), sino una necesidad colectiva que les permite a los grupos humanos trabajar en función del bienestar colectivo. Sin disciplina colectiva no hay ciencia, convivencia, industria, proyectos políticos o actividades culturales de gran alcance, porque ninguno de estos bienes se da por generación espontánea.
Es evidente que, con los colegios cerrados y las dificultades inherentes a la llamada virtualidad, esta capacidad de seguir reglas, asumir compromisos y aprender a controlar los impulsos que evitan las dificultades no será fácil de adquirir. A esto se suma la tendencia a la inmediatez y a tomar atajos para obtener resultados, sin importar los medios. Es muy urgente que los educadores reflexionemos seriamente sobre nuestro papel en la formación de niños y jóvenes capaces de asumir los retos que el mundo contemporáneo les plantea.
Francisco Cajiao
Junio, 2021
2 Comentarios
Excelente radiografía de nuestra cultura del facilismo en la educación, que permea todos los ámbitos de nuestra sociedad. Por ello vamos hacia atrás desde hace décadas. Ya vamos llegando el premodernismo…
Hace muchísimos años mi profesor de griego decía (y no en griego) “Per aspera ad astra”.
Del facilismo no queda nada, es necesario esforzarse. Ejemplos de lo que se consigue cuando la gente no hace nada esperando dádivas del gobierno (que los llamaban “misiones”) los vemos a diario en las calles. Una generación de inútiles es lo que ha quedado de esto.
Saludos