Así como Chaplin adujo inconsciencia de los horrores ‒siendo un contemporáneo de la Segunda Guerra Mundial‒, subsiste todavía un desconocimiento, tachado de ignorancia, de lo que significa representar en una escuela superior la comedia del nazismo, alegando que se trataba de una inocente parodia.
El reciente episodio de la representación de la Alemania nazi en la Escuela de Policía Simón Bolívar de Tuluá, del cual se conocen pocos detalles, pero que fueron suficientes para despertar una ola de repudios de parte de varias embajadas, como las de Estados Unidos, Alemania e Israel, por motivos obvios en estas dos últimas en cuyos países siguen abiertas, como si fueran de ayer, las heridas de sus poblaciones que no olvidan ni olvidarán los millones de compatriotas judíos prisioneros en los campos de concentración y asesinados en las cámaras de gas, y las de alemanes que aún resienten que en su país se haya dado ese monstruoso fenómeno llamado Hitler.
La única foto que he visto en la prensa patentiza que los alumnos de la Escuela se encontraban representando con disfraces a los secuaces y al mismísimo Führer. Pudo haber sido un desliz de esos que se cometen cuando se ignora la historia que hay detrás, pero no hay manera de que uno se engañe en cuanto a la gravedad de los hechos. Charles Chaplin actuó como Hitler en la película El gran dictador, cuando aún no se sabía a ciencia cierta de la existencia de los campos de concentración. Años después se lamentó de haberlo representado diciendo que no era consciente de la magnitud de los horrores.
A pesar de la explicación dada por Chaplin, hubo controversia en torno a la película, aun cuando su tono satírico y crítico contra el nazismo y el antisemitismo son evidentes. Lo que pasó en la comedia de Tuluá lo deja a uno atónito cuando el destituido director de la Escuela de Policía intentó explicar que no se trataba de una apología del nazismo sino, lo que es peor, de una actividad pedagógica sobre la historia universal.
Ahí está el asunto. La enseñanza de la historia sigue siendo uno de los aspectos más débiles de las cátedras de humanidades y sociales, y no solo, como se podría suponer por lo acaecido, en las escuelas de formación militar. Cuando estudiaba filosofía en la Universidad Javeriana, tuve un gran profesor, Alfredo Trendall que, terminada la clase, salía apresurado del salón. Un día me contó que dictaba clases en la Escuela Militar, y ante mi sorpresa, añadió que se encontraba explicándoles a los oficiales en ese momento la Guerra del Peloponeso, un testimonio histórico de Tucídides, ejemplo de lecciones de estrategia militar y de pensamientos filosóficos –quién lo creyera– como pueden ser los Nueve Libros de la Historia de Heródoto y por supuesto el tratado De la guerra de Carl von Clausewitz.
Por suerte nuestro medio es sensible a la memoria de los campos de concentración nazi, pero esa sensibilidad no significa que la historia del nazismo hitleriano y del fascismo de Mussolini, sus causas, su realización y sus consecuencias, sea bien conocida y tratada desde las aulas de clase. Así como Chaplin adujo inconsciencia de los horrores siendo un contemporáneo de la Segunda Guerra Mundial, subsiste todavía un desconocimiento, tachado de ignorancia, de lo que significa representar en una Escuela Superior la comedia del nazismo, alegando que se trataba de una inocente parodia.
Publicado en El Heraldo (Barranquilla)
Diciembre, 2021
1 Comentario
Hay que estar muy atentos para denunciar y destapar todas las manifestaciones de las ultraderechas más rancias en el mundo, entre ellas las simpatizantes del nazismo.