Por mis trabajos como educador y, sobre todo, como editor, he tenido que leer muchos libros a lo largo de mi vida. Cuando me preguntaron por mi autor preferido, decidí centrarme en una época de mi vida y escoger el autor que me acompañó durante dos años vertiginosos que coincidieron con la terminación de mi carrera de Filosofía y Letras.
Un libro favorito se inserta en un momento crucial de la vida. Lo leemos y nos leemos en él. En mi caso, mi libro favorito no fue una obra específica, sino un autor: el griego Nikos Kazantzakis, un escritor a la vez místico y densamente humano. Su lectura me cambió en ese momento la visión del mundo.
Varias de sus obras* me impactaron y sacudieron, empezando por Alexis Zorba (del cual el grecochipriota Michael Cacoyannis hizo la película Zorba el griego, con música de Mikis Theodorakis y con Anthony Quinn como protagonista). Un joven que amaba los libros es sacado de su mundo libresco por el existencial minero Zorba. Entre muchas otras cosas, este le dice: “todo el que vive los misterios, no tiene tiempo para escribirlos; los que los escriben no tienen tiempo para vivirlos”. La vida hay que vivirla, no leerla, y el hombre necesita un poco de locura.
Esa vitalidad que se danza, se complementa con Ascesis, que acerca el pensamiento griego al bíblico y plantea si elegir la meditación o la acción, e intenta reconciliarlas y ascender por las sendas del amor. Allí dice:
“Me posee un solo deseo: el de sorprender lo que se esconde tras lo visible, traspasar el misterio que me da la vida y me la quita, y saber si una presencia invisible e inmutable se esconde más allá del incesante flujo del mundo”.
La lucha entre el espíritu y la carne vibra en La última tentación de Cristo. El carpintero Jesús, a quien odiaban los judíos por hacer cruces para los romanos, es tentado y, a punto de morir, se baja de la cruz y se marcha con María Magdalena. Verdadero Dios y verdadero hombre. En Cristo de nuevo crucificado, los aldeanos ‒que van a dramatizar la pasión de Jesús‒ deciden ayudar a unos refugiados, por lo que tienen que vérselas con las autoridades eclesiásticas.
El pobre de Asís plantea el desprendimiento de los bienes materiales como fórmula para acercarse al Creador, siguiendo el mensaje de amor de Jesús, y expone su visión del cristianismo. Su Carta al Greco es el encuentro imaginario con el abuelo para recorrer los secretos del arte trascendente de su compatriota cretense. Las figuras estilizadas que conocemos, que nos hacen mirar hacia arriba, explican por qué allí dice que
“Siempre, durante toda mi vida, una palabra no ha dejado de tiranizarme y de azotarme: la palabra subida. Quisiera pintar aquí esta subida, mezclando la imaginación y la verdad. Y también las huellas rojas que ha dejado mi ascensión”.
Leer a Kazantzakis fue encontrarse con lo que expresa su texto Del monte Sinaí a la isla de Venus: “el valor del hombre reside precisamente en el hecho de buscar y ser consciente del Imposible”. Releer a este autor es volver a ser interpelado en temas como la fraternidad, la guerra, la historia, la filosofía y la vida, que se plasman en otros de sus libros.
Termino con otras palabras de Alexis Zorba:
“Los trabajos a medias, las palabras a medias, los pecados a medias, las bondades a medias son los que han llevado al mundo al desbarajuste en el que está. ¡Vamos, hombre, llega hasta el fondo, dale y no tengas miedo!”.
* Kazantzaki, Nikos (1960), Obras selectas. Volumen I: Novelas; Volúmenes II y III: Novelas, teatro, viajes. Barcelona: Planeta.
William Mejía Botero
Julio, 2022
7 Comentarios
Tienes toda la razón: Primum vivere deinde philosophari. Con respecto a Kazantzakis recuerdo una conversación que tuve con un viceprovincial jesuita que admiraba la obra del cretense pero que estaba perturbado con el epitafio sobre su tumba en Heraklion: “No espero nada. No temo nada. Soy libre” (Δεν ελπίζω τίποτα. Δε φοβάμαι τίποτα. Είμαι λέφτερος). Gracias por tus interesantes reflexiones tanto sobre Kazantzakis como sobre tus aprendizajes de vida.
William, con razón te acompañó Kazantzakis…. Eso tienen los escritores, como la literatura universal, que nos reflejan a todos los humanos. Me leí a mí mismo en varios de los pensamientos que transcribes. Gracias por compartir tu experiencia.
¡Impecable!, aunque temo insitir en ese calificativo, pues lo puedes tomar “a título personal” y no imagino tu vida, “aburrida sin pecado”, salvo el original…
Difícilmente se puede lograr una síntesis tan profunda y vasta, a la vez… Salvo que hayas recurrido al famoso principio, según el cual: “Si hubiera tenido más tiempo, te habría escrito una carta más breve”.
“La vida hay que vivirla, no leerla, y el hombre necesita un poco de locura”, nos dictas: lo cual resulta “genial”, como resulta genial una vida bien vivida, en la que el genio y la locura son siameses. Sólo así “se puede darle, sin miedo, hasta llegar al fondo, hombre”.
Abrazos,
Edmundo Pérez G.
William: corrígeme el “insitir”, por favor… (insistir) [EPG].
William, los textos elegidos de Kazantzakis resumen un existencialismo en su mas libre expresion, que aparentemente los has apropiados como directriz de tu vida interior. Vivir la vida sin pasion, es sufrirla por obligacion. Arrancarle a la misma la dimension de profundidad que te cautivó es darle el más noble sentido, el mayor impulso de realización. Que esa pasión te acompañe en cada edición que nos haces de nuestros intentos de plasmar esa Vida que nos interpela en toda su vasta dimensión.
William: después de leer tu escrito siento que he leído poco de Kazanzakis y que para comprenderlo es necesario volver a sus escritos. Gracias por tu orientación. Saludos.
Como estaba de viaje de vacaciones no pude responder oportunamente los comentarios de Rodolfo, Vicente, Edmundo, Reynaldo y Hernando, que agradezco mucho.