En las entregas anteriores expuse que la igualdad es una utopía imposible e incluso contraproducente para el desarrollo integral humano y para la equidad. El índice de Gini, aunque es un buen esfuerzo de medición, muestra que la igualdad es imposible y no es la mejor herramienta para resolver el problema práctico que enfrenta la humanidad: la miseria y la pobreza de masas de seres humanos. Hay que pensar, entonces, en la dignidad.
En el artículo anterior planteé que no es lo mismo igualdad que equidad. Mientras la igualdad es utópica, la equidad es posible y conveniente. La equidad es darle a cada uno lo que le corresponde, aunque en muchos aspectos este hecho se convierta en fuente de desigualdad. Definir lo que le corresponde a cada uno y cómo entregárselo es un problema aún no resuelto. En la presente entrega espero aproximarme a fórmulas reales.
He planteado que la “pobreza” es un término relativo, no absoluto. Como la riqueza no está cuantificada ni limitada, pues los seres humanos la hacemos crecer continuamente, llega a las personas de manera desigual. Esto genera tener que redefinir continuamente los valores para medir la pobreza.
El concepto que considero que puede darle luz al tema y ser la fuente de aplicación práctica es el siguiente: la dignidad humana es universal. Ontológicamente, todo ser humano es digno de respeto, de una vida coherente con su grandeza como ser vivo, con un origen y un destino superior al de los demás seres que habitan y constituyen el planeta.
Independientemente de las corrientes filosóficas y/o religiosas que los inspiren, la evolución ha llevado a que los seres humanos tengan intrínsecamente una dignidad que debe reflejarse en su vida desde su nacimiento hasta su muerte. Una concepción digna, una vida digna y una muerte digna son derechos inalienables de todo ser humano. A esta conclusión ha llegado la humanidad luego de múltiples momentos históricos en los cuales se creyó que había diferencias de dignidad por razas, géneros, naciones, conquistas, ideologías o religiones.
La comprensión y aceptación universal de la dignidad de todo ser humano ha sido un largo camino de miles de años, pues sojuzgar un grupo por otro mediante guerras, esclavitudes, conquistas, adoctrinamientos forzados, intolerancia o explotación económica fue una característica universalmente aceptada hasta hace pocas décadas y aún prevalece en algunas regiones y sociedades. Sin embargo, es indudable que en los últimos 200 años ha emergido en la mente de los líderes y en las organizaciones sociales la claridad de la dignidad humana como valor supremo de toda persona.
La forma concreta como esta dignidad se ha buscado y aceptado aparece en tres momentos históricos en los siglos recientes: la promulgación de los Derechos del Hombre, la Declaración de los Derechos Humanos y los Objetivos del Milenio. Los primeros, en la Revolución Francesa, exigían que todo ser humano ‒por el hecho de serlo‒ tenía derechos en la sociedad. Proclamados políticamente con el grito de “libertad, igualdad, fraternidad”, los asambleístas los resumieron en derechos a la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, muy de acuerdo con la situación de la época.
Así como el concepto de dignidad tomó miles de años en explicitarse y concretarse, su aplicación aún dista mucho de ser universal en sus elementos básicos. La libertad física de todo ser humano apenas fue un primer paso que lentamente ha ido cubriendo la Tierra, pero muchas libertades básicas todavía son discutidas o negadas.
Luego de colonialismos extremos, guerras y millones de muertos, la humanidad concretó en 1948 la Declaración de los Derechos Humanos. Las Naciones Unidas, como ente que pretende representar a toda la humanidad, buscó hacer realidad en la vida de todos los ciudadanos de cualquier nación sus derechos a la libertad, a la vida, a la educación, a la libre expresión, a la libre asociación, a la movilidad, al trabajo, a la propiedad, a la libertad de pensamiento y conciencia, a la práctica de la religión, a la salud, al bienestar, a la vivienda digna y a la alimentación.
Finalmente, en el año 2000, también las Naciones Unidas promovieron y lograron la firma por parte de 189 naciones de los ocho objetivos del milenio:
1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
2. Lograr la enseñanza primaria universal.
3. Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
4. Reducir la mortalidad infantil.
6. Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
Este compromiso se acerca más, prácticamente, a concretar aspectos mínimos que la dignidad humana exige en temas de alimentación, salud, educación y, sobre todo, dignidad.
Cada vez entendemos mejor la dignidad humana y vemos la posibilidad real de cómo puede expresarse esa dignidad. El concepto y sus componentes es dinámico, en la medida en que el hombre progresa en la comprensión de sí mismo y en las herramientas para transformar el mundo y generar riqueza. Hace 300 años no era posible combatir universalmente la peste bubónica; igual puede decirse de la educación secundaria universal: hoy es posible y exigible como parte de la dignidad básica.
La dignidad humana exige derechos y deberes. Hoy no puede aceptarse que haya niños muriendo de hambre, desnutrición o por enfermedades como el sida, personas sin educación, discriminación por género, familias enteras sumidas en la pobreza. Entonces, ¿quién debe hacerse cargo del respeto de la dignidad humana concretada en los derechos del hombre, los derechos humanos o el combate contra la pobreza, entendida con las posibilidades actuales?
La dignidad humana exige que el primer responsable de lograr esos mínimos sea el ser humano individual. Como dijo recientemente el papa Francisco, “la mayor dignidad es ser capaz de producir para sí mismo y para su familia”.
No es digno que familias enteras vivan de la asistencia social indefinidamente. Como seres sociables nuestra vida y nuestra actividad se realizan en comunidades. Nadie es individualmente autosuficiente ni puede generar riqueza solo. Todos usamos de una manera u otra los bienes comunes que a lo largo de la historia se han ido conformando. Por ello, la equidad y la dignidad exigen que retribuyamos a la sociedad parte de lo que logramos, como aporte al funcionamiento de la sociedad que nos da la oportunidad de generar riqueza. En términos económicos podemos afirmar que la sociedad es un factor esencial de producción.
Como individuos, hay múltiples formas de retribuir a la sociedad en que vivimos: impuestos, creación de empleo, avance de los conocimientos, generación de riqueza y su distribución, fortalecimiento de las instituciones sociales, cooperación y solidaridad con los que tienen menos, responsabilidad social empresarial, filantropía, desarrollo de las artes y ciencias, búsqueda de solución a los problemas de salud, educación y desarrollo, respeto a los límites del planeta. La equidad y la dignidad propia exigen que aportemos a la sociedad. Lo contrario es injusticia y un egoísmo indigno.
La equidad exige que el patrimonio común que se forma con el aporte de todos se redistribuya de manera equitativa. En este caso puede afirmarse que consiste en hacerlo de acuerdo con las necesidades de cada integrante de la sociedad. Como el objetivo digno es que cada uno se provea al menos lo básico, aquellas personas, grupos, regiones o países que no lo han logrado tienen esa como su principal necesidad. No se trata de una asistencia perpetua, que es indigna, sino de generar elementos catalizadores que coadyuven a la autosuficiencia, como la educación y la salud. Quienes han logrado superar las etapas básicas tienen otras necesidades y potencialidades que la sociedad les debe permitir y proteger en un proceso dinámico, donde la dignidad humana se respete y aflore universalmente; por ejemplo, un marco de libertad y competitividad.
Las instituciones que a lo largo de la historia se han creado y constituyen la sociedad y la vida en común, son a su vez responsables del respeto y desarrollo de la dignidad de todos sus miembros: el Estado en todas sus ramas, las organizaciones privadas, las agencias y organismos multilaterales, los países, independientemente de su nivel de desarrollo y riqueza. Buscar en comunidad la solución a los problemas de la sociedad no es un acto de generosidad; es un derecho y un deber de nuestra esencia como seres humanos.
Los aportes a la dignidad de los habitantes del planeta son responsabilidad de todos los que lo habitamos. Por lo tanto, es indigno que existan mil millones de seres humanos viviendo por debajo de la línea que hoy puede definirse como pobreza, con sus consecuencias de hambre, mortalidad infantil, ignorancia, discriminación e incapacidad para que cada uno sea capaz de llevar lo necesario para sí y para su familia.
A título de ejemplo para llevar a la práctica estas ideas, propongo la creación de tres fondos:
1. El Fondo Mundial para la Innovación y el emprendimiento, bajo el impulso, supervisión, y la operación de los bancos multilaterales. Su objetivo será operar el Fondo, recibir los aportes, estudiar los proyectos, analizar los casos y proyectos y conceptuar su viabilidad con préstamos y aportes de capital no reembolsables, según convenga. Todos los socios de este Fondo podrán presentar proyectos en un proceso vigilado que culmina con la obtención de la patente o la aprobación de viabilidades técnicas y financieras. Una vez aprobada la viabilidad, los promotores del proyecto entregarán al Fondo un porcentaje del capital inicial
2. Fondo Mundial de regalías, con un sistema similar al usado actualmente para recibir la retribución a los países que explotan activos de los Estados. Con el fin de reconocer la acumulación de los esfuerzos del pasado de toda la humanidad, las empresas y/o personas naturales deberán entregar al Fondo un porcentaje de la producción de la empresa o proyecto con destino a este Fondo, el cual sol será utilizado para superar la pobreza que los administradores del Fondo definan periódicamente.
3. Fondo de liquidez solidaria, cuyos administradores identificarán periódicamente los grupos de población que requieran un apoyo o ingreso mínimo para respetar la inequidad de su situación y suplirla. Se alimentará con un porcentaje del PIB mundial (0.5 %).
Concluyendo, la forma práctica cómo podemos ejercer los derechos y deberes del ser humano ha mostrado ser compleja y difícil. Hace parte de nuestra continua comprensión del mundo y de nosotros mismos. No parece adecuado el camino de una búsqueda utópica de igualdad que incluso perjudica y maltrata inútilmente la equidad y el desarrollo de personas y grupos sociales. Parece más adecuado el camino de la equidad que nos demanda entregar, de lo que logramos, la parte que retribuye a la sociedad que nos da la oportunidad de generar riqueza, sin temor alguno de, por otra parte, disfrutar nuestros logros.
Finalmente, la dignidad humana nos obliga a ser capaces de desarrollar nuestras potencialidades para generar riqueza material, intelectual y espiritual y a hacernos responsables de que no haya ningún habitante del planeta cuya dignidad sea conculcada. Para ello se requiere perfeccionar nuestras instituciones y crear otras para beneficio de toda la especie humana y del planeta que habitamos.
Nuestra obligación no es solo crear riqueza; lo es también conservarla y distribuirla.
Carlos Torres H.
Junio, 2021
7 Comentarios
Gracias, Carlos excelente reflexión. Un saludo
Carlos comportó su escrito totalmente. Y su gran aporte son las 3 ideas que dan solución a la dignidad de las personas. Cada ser humano debe ser agente de su propio desarrollo. Y todo lo que cada uno de nosotros pueda hacer por alguien debe ser promocional no asistencial. Y mientras lógremos la dignidad de las personas la desigualdad será menor.
Excelente, Carlod.
Carlos: muy importante tu artículo. Con elaboración conceptual clara y convincente. Utiles en especial las sugerencias sobre la creación de los fondos. Es posible que algo de esto ya exista a nivel del Banco Mundial o del BID. Valdría la pena averiguarlo. También es factible que la sugerencia sobre el fondo mundial de regalías se convirtiera en un asunto de trabajo por parte de las Agencias de las Naciones Unidas, especialmente por las que tienen que ver con explotación minera, explotación agropecuaria (como la FAO), con manejo de recursos ambientales y ecológicos y en lo relacionado con el calentamiento global. Creo que el tema del Amazonas estaría vinculado profundamente con este asunto y por lo tanto podría ser un tema que se trabajara desde los gobiernos de nuestros países. Gracias por tus aportes. Saludos. Hernando Bernal A.
Las utopías y las quijotadas se suelen menospreciar en el momento, pero sin ellas no avanzaría la humanidad y además, con el tiempo se hacen realidad. Gracias Carlos por ponernos a pensar en grande y hacer propuestas de envergadura.
Carlos, estupendos tus artículos sobre la Igualdad, la EQuidad y la Dignidad pensados con objetividad y con una clara visión de la Justicia Social . Dar a cada uno lo que se merec, parece complicado pero absolutamente necesario. Felicitaciones por abrir camino.
Muchas gracias a todos por sus comentarios, Lo difícil de los ejemplos que podrían iniciar una participación más práctica y n no solo teórica, ya tiene buenos ejemplos como la donación del 50% de la fortuna de los más ricos. Lo de las regalías funciona muy bien en el caso de petróleo y carbón.