La autonomía de los países está comprometiendo la sostenibilidad global. Bolsonaro actúa como si el Amazonas perteneciera al Brasil y como si las decisiones sobre el ritmo de la deforestación fueran exclusivamente suyas. La riqueza biológica del Pacífico colombiano es de toda la humanidad. Las emisiones de carbono de China y Estados Unidos son perjudiciales para todos.
Las fronteras nacionales no son compatibles con las urgencias climáticas. De alguna manera es indispensable superar las autonomías de cada gobierno. Y, obviamente, este reto es enorme porque obliga a superar las relaciones inter-nacionales y a consolidar un compromiso global, que nace de las demandas ciudadanas.
Es el momento de pensar en un gobierno planetario, no solamente para los temas ambientales. También debería existir un gobierno global para la fiscalidad y para los derechos humanos.
Como se ha puesto en evidencia estos días, las empresas globales tienen que ser sometidas a reglas tributarias que superen las normatividades nacionales. Ningún país tendría la posibilidad de permitir que en sus fronteras haya paraísos fiscales. Habría que definir unos mínimos tributarios que sean uniformes, y de cobertura universal, superando los principios fiscales de cada país. La propuesta que ha hecho Biden de un mínimo de 15 % de tarifa sobre las utilidades de las empresas globales no ha sido aceptada de manera unánime y se han presentado numerosos obstáculos.
Otras iniciativas como un impuesto a todas las transacciones financieras internacionales del uno o dos por mil ha sido rechazado por varios países, y se está muy lejos de llegar a un acuerdo colectivo. Cuando Tobin propuso el impuesto a las operaciones financieras estaba pensando, sobre todo, en un mecanismo que permitiera reducir la especulación en el mercado de capitales. Ahora se ha ido más lejos y se le está dando más relevancia al monto de recursos que podrían obtenerse por esta vía. Estos dineros podrían contribuir a la financiación de la transformación energética y a la lucha contra el hambre. Diversas entidades internacionales han puesto en evidencia la necesidad de compromisos globales en materia tributaria pero, de nuevo, los acuerdos entre países no avanzan y, entonces, se pone en evidencia la necesidad de un gobierno planetario que incida en la fiscalidad.
La vigilancia del cumplimiento de los derechos humanos es un tema sumamente sensible y cada gobierno es muy celoso. Se han dado pasos importantes, como la Corte Penal Internacional, pero su aceptación y alcances han sido limitados. Amnistía Internacional ha puesto en evidencia violaciones sistemáticas de los derechos humanos, sin que los gobiernos implicados cambien su política. Naciones Unidas, a través del Índice de Desarrollo Humano, considera que sí se les puede proponer a todos los habitantes del planeta Tierra, más allá de sus culturas, unos elementos comunes del significado de la buena vida.
Jorge Iván González
Noviembre, 2021
3 Comentarios
Muy interesante planteamiento. Sin embargo, me parece utópico cuando sabemos que la base para su desarrollo es la misma naturaleza humana, llena de intereses y conflictos. Un buen ideal. Se necesita un lider de calidades y cualidades extraordinarias para llevar a cabo esa utopía.
Muy cierto y deseable lo que propone Jorge Ivan. Desafortunadamente muchos países en nombre de la “soberania” (que no estoy muy seguro qué quiere decir) consideran que dentro de esas líneas imaginarias llamadas fronteras pueden hacer lo que quieran, o igualmente los narcotraficantes asesinos de las FARC con solo cruzar esas líneas imaginarias hacia Venezuela o Ecuador se consideran inmunes a cualquier reclamación por sus fechorías. Saludos
Si la pandemia no ha sido eficiente para crear la solidaridad necesaria para una gobernanza global, considero difícil que los solos factores económicos sean capaces de crearla. Se nota con preocupación el avance de la corriente contraria hacia un “nacionalismo excluyente”.