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Fratelli Tutti- Todos Hermanos – La enciclica de la fraternidad humana.

Por Dario Gamboa
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Reseño esta maravillosa carta encíclica, en la cual el papa Francisco nos entrega la profundidad de su pensamiento sobre la fraternidad universal de manera clara, humilde y profunda, como un llamado a la reflexión sobre la situación de la ignorancia del otro y la reacción para crear una nueva sociedad que no se quede en las palabras. 

Comienza con una descripción contextual de las tendencias del mundo actual, muy al estilo de la Composición de lugar jesuítica, constatando lo que son “sueños que se rompen en pedazos”[1] en temas como la integración de las naciones, los nacionalismos, la apertura económica, la pérdida de la conciencia histórica, la colonización cultural y la pugna de intereses, para concluir en esta parte con la necesidad de constituirse en un “nosotros” que habitamos la casa común del planeta. 

Su descripción incluye también la cultura del descarte, el envejecimiento de las poblaciones y el abandono de los ancianos, el racismo y los supuestos avances de la sociedad que no han contribuido al desarrollo integral de los seres humanos. Termina esta parte describiendo la esclavitud moderna en sus diferentes formas, la cultura del miedo y las barreras para la autopreservación, los fenómenos migratorios, el populismo y el consumismo, las ilusiones de la comunicación moderna, el fanatismo y la falta de escucha como los ingredientes que preparan al lector para el tema central de su carta: el diálogo del encuentro humano, en una actitud receptiva de acogida.  

El siguiente párrafo, a mi juicio, resume su introducción al tema central de la carta:

“En este mundo que corre sin un rumbo común, se respira una atmósfera donde «la distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. […] Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos, y otra muy diferente es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar juntos»”[2].

Utilizando la parábola del buen samaritano, el Papa hace un recorrido de la Biblia y las tradiciones judías para hacer reflexionar al lector sobre la inclusión o la exclusión de la persona que sufre a la vera del camino en la vida, recordando a los lectores su asombro con el hecho de que a la Iglesia le haya llevado tanto tiempo condenar contundentemente la esclavitud y diversas formas de violencia y que aún hoy existan cristianos que parecen sentirse autorizados por su fe para vivir nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas y desprecio por los diferentes. 

El tercer capítulo de la encíclica, Pensar y gestar un mundo abierto, fue el que me conmovió más. Comienza con este párrafo cuya profundidad me impactó y que le da sentido a la existencia humana:

“Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: solo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro”.[3]

Francisco lanza a sus lectores a la apertura a un mundo amplio e incluyente. Afirma una y otra vez que no se puede vivir solo y que el auténtico amor reside en los corazones que se dejan completar por los otros y no en los grupos herméticos que se cierran contra todo el mundo de manera egoísta y de autoprotección.

La encíclica recorre múltiples aspectos de la interrelación humana, como la solidaridad, la renovación de la afirmación clara de la función social de la propiedad privada y los derechos inalienables del ser humano, independientemente de donde se haya nacido, y el deber de los empresarios de orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la lucha contra la pobreza, creando trabajo diversificado para todos.  

La apertura al mundo entero del capítulo cuarto, tanto a nivel internacional como local entre regiones de un mismo país, renueva su insistencia en asumir nuevas perspectivas con respecto a los migrantes del mundo, que resume en cuatro verbos: “acoger, proteger, promover e integrar”[4].

En el capítulo quinto de su carta, La mejor política, el Papa insiste en la necesidad de una comunidad mundial al servicio del bien común. Define claramente su percepción y los valores y límites de los populismos y los liberalismos vigentes y sus dificultades para incorporar a los débiles y respetar las diferencias culturales. Retoma su perspectiva política del siglo XXI diciendo:

“… es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar “[5].

En el capítulo sexto, Diálogo y amistad social, el Papa entrega una síntesis de su propuesta de solución a las crisis actuales del mundo y la metodología profunda del entendimiento entre hermanos:

Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. No hace falta decir para qué sirve el diálogo. Me basta pensar qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta”[6].

Respetar al otro suponiendo la posibilidad de que exprese verdades legítimas, construir en común, buscar consensos, desenmascarar las falsas verdades traídas a veces por los poderosos y desarrollar una nueva cultura del encuentro es la fórmula que busca el pontífice, que con la imagen de un poliedro ilustra una 

 “sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Esto implica incluir a las periferias”[7].

Dedica Francisco su capitulo séptimo de la encíclica, Caminos de reencuentro, al tema de la paz, el perdón, la guerra y la pena de muerte y concluye su carta con un llamado a las religiones del mundo a unirse en un aporte a la fraternidad universal, rechazando la violencia a nombre de las religiones y la discriminación y el terrorismo fundamentalista:

“En aquel encuentro fraterno que recuerdo gozosamente, con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb «declaramos ‒firmemente‒ que las religiones no incitan nunca a la guerra y no instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado ‒en algunas fases de la historia‒ de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres. […] En efecto, Dios, el Omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente». Por ello quiero retomar aquí́ el llamamiento de paz, justicia y fraternidad que hicimos juntos”[8].

Finaliza su encíclica reconociendo que sus motivaciones especiales para escribirla fueron San Francisco de Asís, Martin Luther King, Desmond Tutu y el Mahatma Mohandas Gandhi y recordando también a Carlos de Foucauld en su camino de transformación hacia sentirse hermano de todos. 

Darío Gamboa

Octubre 6, 2020


[1] Id., n. 10.

[2] Id., n. 31.

[3] Id., n. 87.

[4] Id., n. 129.

[5] Carta encíclica Laudato si, mayo 24, 2015, n. 175. http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

[6] Fratelli Tutti, n. 198.

[7] Id., n. 215.

[8] Id., n. 285.

3 Comentarios
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3 Comentarios

Vicente Alcala 8 octubre, 2020 - 3:52 pm

Magnifica reseña y motivadora.
Que juicio de meditacion, tan rapida tras la publicacion de la Enciclica.

Respuesta
Dario@dgconsultants.global 18 octubre, 2020 - 8:04 pm

Me ha impresionado mucho la profundidad de análisis del Papa Francisco y lo universal de su mensaje en estos momentos de turbulencia. Gracias por tu ayuda en el análisis que haremos en el grupo.

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Jolupuster@gmail.com 9 octubre, 2020 - 12:46 am

Excelente esfuerzo, Darío. Esto marca una pauta para determinar qué temas de actualidad y cómo deben marcar el ritmo de nuestra sección!!

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