En este capitulo el papa Francisco utiliza la parábola del buen samaritano para discurrir sobre la inclusión o la exclusión de quien sufre a la vera del camino. Incluye una reflexión autocrítica de la Iglesia por el tiempo que le tomó condenar contundentemente la esclavitud, sus diversas formas de violencia y el nacionalismo cerrado de cristianos que aun hoy reflejan actitudes xenófobas y de desprecio por los diferentes.