A veces oímos sin escuchar, otras veces ni siquiera oímos, a veces oímos y escuchamos… pero hay que aprender a “escuchar con el alma” para ayudar a construir una cultura de paz.

Cuando mi hijo tenía unos cinco años, estaba jugando con los carritos de colección, a los que les tenía una devoción apasionada. Me llamó a jugar con él y, en el corredor del segundo piso de la casa, empujaba hacia mí un carrito y yo se lo devolvía. En seguida me dijo: ¡papá, juega conmigo! Yo le contesté, ¡pero si estoy jugando contigo! ¡Pero, papá, entusiásmate!
Aparentemente, yo estaba jugando con mi hijo, pero ciertamente -por su reclamo- yo no estaba compenetrado en su juego. Esto nos pasa, muchas veces, no sólo con el juego, sino con muchas situaciones de la vida y, especialmente, en las conversaciones o diálogos.
Externamente estamos presentes, pero cuando falta simpatía o -al menos- empatía, estamos ausentes interna y emocionalmente. Oímos, pero no escuchamos y, menos aún sentimos los sentimientos de nuestro interlocutor.
En conversaciones telefónicas con mi hija que vive en el exterior, me sorprendí a veces oyendo con poco interés lo que nos contaba; en ocasiones me parecían cosas sin importancia… sin importancia para mí, pero no comprendía o no sentía en el momento- que sí eran cosas importantes para ella y mucho más con el deseo que manifestaba de comunicarse con nosotros. Ahora dejo de verdad lo que estoy haciendo, para conversar con mi hija y procurar escucharla con el alma.
Otras veces, escucha uno el reclamo aún de la propia pareja, cuando hablando nos advierte que no le ponemos atención o que no le hacemos caso. No es necesariamente distracción, sino que no estamos sintonizados en el momento. Sin darnos cuenta, estamos lejos o por lo menos no estamos compenetrados con sentimientos mutuos.
Estoy aprendiendo lo que es escuchar con el alma. Es lo que dice el biólogo Humberto Maturana cuando explica el conversar como el fluir entrelazado de “emocionar” y “lenguajear” (que no es exclusivamente hablar).
Si eso le pasa a uno con quien más quiere… cuanto más nos pasa con otras personas. En nuestras tertulias de los jueves, tratamos de conversar con nuestros amigos, de escucharnos con el alma.
El hecho de escuchar con el alma implica una actitud de desprendimiento y generosidad. Necesita uno desprenderse temporalmente de los propios intereses y ocupaciones, para dar acogida, con generosidad del propio tiempo, atención y disponibilidad, a las palabras, preocupaciones, intereses, sentimientos y proyectos de la otra persona. Escuchar con el alma es practicar el amor que es, también, aceptar al otro como legítimo otro.
Una cultura de la paz necesitaría, entre otras actitudes, el hábito generalizado de escuchar con el alma. Si logramos aprender a escucharnos con el alma, unos a otros, nos amaríamos de verdad, no seríamos tan indiferentes en nuestra sociedad y, mucho menos, ofenderíamos, despreciaríamos y violentaríamos a los demás. Así como “el niño que coge en sus manos un violín, no cogerá nunca en sus manos un arma de fuego”, seríamos más humanos, porque la autenticidad humana se realiza en la autotrascendencia, en el salir de nuestro encerramiento egoísta para ser más altruistas o generosos. Lo expresó muy bien una escritora, cuando comentó: “el dar cosas es, muchas veces lavarnos las manos; es necesario, no tanto dar, cuanto darnos”. Escuchar con el alma implica no sólo dar de nuestro tiempo sino “darnos” al que oímos, y esto contribuye a construir una cultura de paz.
Todo lo anterior podría parecer, utópico, idealista o ingenuo; sin embargo, para hacerlo más realista, podemos hacerlo poco a poco: no “saltamos” de una vez a ser escuchas perfectos, pero sí podemos cada vez más aprender a escuchar mejor, conversar cada vez más atentos. Lo mismo con otros comportamientos sociales, no es pretender alcanzar el ideal de una vez, sino actuar un poco mejor cada vez, ser un poco más “abiertos” a los demás, cada día.
Lo contrario de aceptar al otro como legítimo otro, es discriminar, rechazar, excluir, menospreciar a cualquiera, por sus condiciones socioeconómicas, por su nivel cultural, por su color de piel, sus gustos o creencias, su inclinación sexual o comportamientos. Cuando se tiene algún prejuicio semejante, se hace mucho más difícil escuchar con el alma, pero precisamente, si escuchamos a alguien con el alma, probablemente se desvanecerán esos prejuicios.
No aceptar al otro como legítimo otro es una de las causas principales de la cultura de la violencia, que contamina una cultura pacífica, y que ha corrompido en gran proporción a nuestra sociedad colombiana.
Escuchar con el alma a los demás es un buen camino hacia una cultura de paz, una cultura de la vida, una civilización del amor.
Vicente Alcalá Colacios
Junio, 2023
5 Comentarios
Vicente. Que bien expresada la diferencia entre oir simplemente y escuchar con el alma. Hacerlo asi es, como bien dices, “darnos” al que oímos, y esto contribuye a construir una cultura de paz. Oir sin poner atención a lo que el otro quiere comunicarme es simplemente decirle sin palabras que no me interesa su punto de vista, su vivencia, su experiencia, el impacto que algo le ha causado. Cuando escuchamos con el alma hay la sintonia con el otro que permite entender, comprender y aceptar la diferencia de opinion sin tener que recurrir a la violencia, al rechazo o a la pelea porque quiero imponer mi punto de vista por encima de los sentimientos del otro. Dificil equilibrio porque reaccionamos instintivamente, demasiadas veces, sin ponernos en actitud de escuchar calmadamente para valor lo que oimos en el justo medio que permite la paz florecer. Nada como ser recordado de vez en cuando cuál es la esencia de escuchar con el alma. Gracias por recordarnoslo.
Excelente tu artículo, Vicente. Así deberíamos conversar siempre: con el alma.
Felicitaciones, Vicente, es un tema que deberíamos trabajar en nuestras almas días tras día: aprender a escuchar más que solo oír, y aprender a mirar más que solo ver. Un gran saludo
Vicente muy bueno tu artículo. Es muy clara tu exposición e las condiciones que se deben dar para escuchar con el alma, libres de prejuicios. Muy importante recomendación muchas gracias
Queridos amigos, me alegra que hayan escuchado con el alma este artículo. Yo escucho con el alma sus comentarios y se los agradezco en el alma !