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Escritores neutrales

Por Jesús Ferro Bayona
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Muy desafortunada fue la explicación que dio nuestro embajador en España, pues en vez de explicar, lo que dijo se convirtió en un enredo: “el gobierno optó por invitar a voces más neutras”. En opiniones literarias, culturales y artísticas, incluyendo las creativas, no hay voces neutras, pues por naturaleza los escritores, se supone y con razón, hablan y crean desde la libertad; por tanto, desde la parcialidad, que es la perspectiva de cada cual. 

El episodio de los escritores excluidos, y los que sí van ‒pues lo uno supone lo otro‒, a representar al país en la Feria del Libro de Madrid levantó ampolla en el mundo cultural colombiano, que no es todo el mundo. Quienes están interesados en temas culturales de ese nivel, como son los libros, no son mayoría, entre otras razones por el bajo índice de lectura que aún persiste entre nosotros, según revelan estadísticas periódicas que hace la Cámara Colombiana del Libro.

Muy desafortunada fue la explicación que dio nuestro embajador en España, pues en vez de explicar, lo que dijo se convirtió en un enredo: “el gobierno optó por invitar a voces más neutras”. En opiniones literarias, culturales y artísticas, incluyendo las creativas, no hay voces neutras, pues por naturaleza los escritores, se supone y con razón, hablan y crean desde la libertad; por tanto, desde la parcialidad, que es la perspectiva de cada cual. 

El Estado tiene el deber de garantizarlas. Los lectores son los que juzgan. Uno suele estimar según el criterio que tiene y los gustos, por supuesto. Lo que pasa en estos casos es que los mismos funcionarios del Estado se entierran el puñal y de paso le hacen daño al gobierno que representan. La sensación que quedó es que hubo censura oficial, que el gobierno no acepta críticas ni está dispuesto a oír –y menos a leer‒ a quienes no están de acuerdo con sus políticas culturales. 

En la historia de la cultura, y no solo en Colombia, han existido la censura, la exclusión, los libros prohibidos, cuando se considera que no están alineados con el poder. Paradójicamente, la censura, abierta o encubierta, logra el efecto contrario, como le sucedió al escritor José María Vargas Vila, quien vendió en su tiempo más libros después de ser censurado. Su novela Aura y las violetas fue llevada al cine y transmitida por la televisión hasta años recientes. A finales del siglo XIX y comienzos del XX fue duramente rechazado por los gobiernos de turno; tuvo que exiliarse en Venezuela. Fue luego expulsado de  Estados Unidos por sus críticas en 1903 a la usurpación del Canal de Panamá, pero le dio asilo Nicaragua, en donde lo nombraron representante diplomático ante España con el poeta Rubén Darío. Qué curioso, la Fiscalía de Nicaragua acusó y ordenó detener la semana pasada al poeta y escritor nicaragüense Sergio Ramírez por “conspirar” contra el régimen de Daniel Ortega, que no acaba de encarcelar a cuanto opositor le aparezca. 

Irene Vallejo, autora del bello y documentado libro El infinito en un junco, que trata de la invención de los libros en el mundo antiguo, nos muestra que los libros que tenían la forma de los papiros, luego la del pergamino y hoy la de corteza de los árboles, también la de páginas electrónicas, son ante todo formas de vincular nuestros pensamientos y de ponernos a convivir en medio de las discrepancias conceptuales y culturales que tanto escritores como lectores mantenemos en libertad. Los Estados no lo entienden así, pero cada vez les será más difícil ignorar que los lectores son los que tienen la razón.

Jesús Ferro Bayona

Septiembre, 2021

3 Comentarios
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3 Comentarios

Jorge+Luis+Puerta 13 septiembre, 2021 - 9:25 am

Y el craso error: darle esa función a la cancillería, pasándose por encima el Ministerio de Cultura. Burda censura.

Respuesta
jesús+ferro+bayona 17 septiembre, 2021 - 5:00 pm

Ese fue también fue otro error.

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Eduardo+Jiménez 16 septiembre, 2021 - 8:09 am

Coincido en que las declaraciones del embajador fueron muy torpes y desafortunadas, pero con todo respeto por otras opiniones no creo que hubo ni censura ni veto. Los miles o millones de escritores colombianos no invitados, muchos de los cuales forman parte de este grupo, siguen siendo libres de publicar sus libros.
Lo que hubo fue invitación a unos escritores. Alguien me decía que debieron haber invitado “a los mejores”, otro me decía que la elección debía recaer de acuerdo con “el número de libros vendidos”. Otra persona por el contrario hablaba de que debía haberse invitado a “los nuevos valores”, con lo que dejaba a un lado a los “mejores” y a lo que hubieran vendido más libros. De todas formas había que escoger a unos escritores (creo que finalmente viajaron unos 20 o talvez 30). La pregunta sigue siendo, de un total de miles y seguramente millones de escritores que hay en Colombia, cómo invitarlos a todos, o dado que esto no es posible, cómo escoger los 20 o los 30 que vamos a invitar. Sigo creyendo que fue torpe y desafortunada la expresión del embajador, pero sigo sin saber cuál era la opción o alternativa para escoger los invitados. Saludos

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