Pérdida de confianza en la escuela y en el sistema educativo: una tendencia que debe contemplarse.
Ya se completa un año desde que se cerraron los colegios por causa de la pandemia. La misma medida extrema, que dejó millones de niños y adolescentes recluidos en sus casas, se tomó en todos los países donde el virus hizo estragos. Se recurrió afanosamente a los computadores, las tabletas, los teléfonos móviles y las plataformas de videoconferencias, para tratar de llevar la escuela a la casa, y hay quienes creen que esa será una opción cada vez más frecuente en el inmediato futuro.
Yo me cuento entre quienes piensan que eso no es posible porque la escuela no es un acumulado de lecciones y tareas orientadas al dominio de habilidades lingüísticas, matemáticas o digitales. Seguramente con un buen equipo de programadores expertos y estrategias que conduzcan a los niños a pasar largo tiempo ante las pantallas sin perder la motivación, estas herramientas conseguirán mejores aprendizajes que los que hoy logramos. Pero la escuela es mucho más que eso. Allí se aprende la convivencia, se propicia el encuentro entre niños y adultos, se vive un ambiente institucional donde hay reglas, diversidad, intereses colectivos, conflictos, afectos, abrazos, juegos. Por eso hay una preocupación creciente por la lentitud del aparato público y parte del privado en regresar a las aulas. De eso se trata el derecho que hay que garantizar.
Quedarse en casa se está haciendo cada vez más peligroso no solo para niños y maestros, sino para una sociedad en la que comienza a florecer la idea de un mundo sin escuelas organizadas y financiadas por el Estado. Si no hay prisa para volver y no pasa nada –comienzan a decir–, es porque quizá no hacían tanta falta. La pérdida de confianza en la escuela y en el sistema educativo actual es una seria tendencia que se debe contemplar.
La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), en el reciente documento Regreso al futuro de la educación, señala que “estar preparados para el futuro significa considerar no solo los cambios que parecen más probables, sino también aquellos que no esperamos. En 2020, la pandemia de covid-19 nos ha recordado cómo las cómodas suposiciones que tenemos pueden cambiar en tan solo un instante”. Se contemplan cuatro escenarios de la educación para 2040, considerando el eventual impacto del 2020:
1. La participación en la educación formal continúa expandiéndose. La cooperación internacional y los avances tecnológicos apoyan un aprendizaje más individualizado. Las estructuras y los procesos de la escolaridad permanecen.
2. Los sistemas escolares tradicionales se derrumban a medida que la sociedad se involucra más directamente en la educación de sus ciudadanos. El aprendizaje se lleva a cabo a través de medios más diversificados, acuerdos privatizados y flexibles y con la tecnología digital como motor clave.
3. Las escuelas permanecen, pero la diversidad y la experimentación se han convertido en la norma. Abrir los “muros de la escuela” conecta a las escuelas con sus comunidades, favoreciendo el cambio constante de formas de aprendizaje, el compromiso cívico y la innovación social.
4. La educación se lleva a cabo en todas partes, en cualquier momento. Distinciones entre el aprendizaje formal e informal ya no son válidas en tanto que la sociedad se asimila completamente al poder de la máquina.
No hay espacio para ampliar estos enunciados, pero el documento se puede consultar en la página de la OCDE. Lo de fondo es saber qué sucederá si no somos capaces de reinventar la escuela, de modo que deje de ser un enclave del pasado, embolatada en los mismos conflictos, enredada en la burocracia, incapaz de sintonizarse con las expectativas de la gente. Es muy grave que la idea de una escuela promotora de equidad se esté derrumbando en el imaginario colectivo.
Nota. Por fin una tutela acude a jueces y magistrados para que protejan el derecho a la educación. Veremos lo que dicen.
Francisco Cajiao
Abril, 2021
3 Comentarios
Profundo y preocupante análisis de la educación. Muy bien.
Pacho, totalmente de acuerdo contigo. Los contactos personales son necesarios. Se inician en el jardin infantil, continuan durante la vida profecional y nos acompañan hasta la muerte.
Asi como los niños, adolecentes y universitarios hechan de menos la presencialidad, lo mismo para a nivel profecional. Todos ellos la reclaman. Como tambien los abuelos, que no se pueden contentar con ver a los nietos por zoom y necesitan abrazarlos.
Esta experiencia sirve para ver los lados positivos y negativos. Por eso es necesaria una reflexion para ver como se puede encontrar un equilibrio para un futuro proximo.
Muy de acuerdo con el dr Cajiao. La educación tiene absoluta prioridad en el mundo actual (y siempre). Lo importante es reinventar la escuela al ritmo de los tiempos!