Caserío Taparal, riberas del río Taparal, selva adentro del Chocó en el Pacífico colombiano.
Nos reciben con su pobreza a la vista, pero con el cariño y algarabía de siempre. Son algunas de los cientos de familias internadas en estos bosques, buscando la sobrevivencia que permite, a veces, la explotación de la madera.
Nos cuentan que desde hace años la pesca es menos y la desnutrición de los niños es más. Los animales han huido a la espesura… para defenderse del hombre. Sin embargo, los niños necesitan proteínas. Mañana van a cazar. Dicen que si queremos, los acompañemos. Son un padre y su hijo, de unos 17 años. Solo llevan sus cerbatanas y un poco de masato, por si hay sed.
Es temprano, apenas está clareando. Luego de un trecho de caminata, nos detienen abruptamente. A unos veinte metros, un espléndido mono de unos 30 kilos descansa en la horqueta de un árbol enorme. Toman sus cerbatanas, apuntan y esperamos oír el silbido de los dardos impulsados por esos formidables pulmones entrenados[1]. Habrá comida para todos.

Pero el silencio se impone. El padre baja su caña y suavemente le indica al hijo que haga lo mismo… Nos regresamos, dice, y más adelante explica: era una hembra y… estaba preñada.
Entonces, ese silencio se cargó de significados…
Jorge Luis Puerta
Octubre, 2020
[1] Foto: Sally Weigand / Alamy, Foto de stock.
1 comentario
Lo breve, si bueno, dos veces bueno. La dialectica: del dolor por el mono que van a matar; el alivio y compasion con la hembra que salvan