La entrevista retoma los temas de la interrupción de embarazos‒aborto‒ (tema que apareció en el blog hace algún tiempo) y se extiende a otros: cuándo un embrión pasa a convertirse en un ser humano, la existencia de Dios y el ateísmo.
B.N. Perdona que me devuelva a la interrupción del embarazo. Hay discusiones muy profundas sobre esto y seguirán dándose. Unos dicen que, aunque la madre es la que decide, no lo hace sobre su cuerpo, sino sobre un ser que está en ella, diferente a ella, autónomo, que puede llegar a ser un ser humano completo y, en esas circunstancias, el derecho no es de ella, sino del niño. Ahí hay un conflicto ético. En la descripción que has hecho de tu carrera se ve la formación de un profesional mucho más allá de la medicina, de lo estrictamente biológico, porque se requiere tomar decisiones de carácter filosófico, ético, y eso no se aprende, eso no lo da sino la vida en una experiencia más profunda. Entonces, ¿qué preparación debe tener un médico que haga lo mismo que tú haces?
AQ. La respuesta es muy sencilla. Esa vida de la que hablas, diferente de la madre, no es exactamente igual a un ser humano. Un embrión no es un ser humano. Porque en ese embrión, no existe la autonomía del pensamiento para saber quién se es, ni hay conciencia. Puede haberla después de las 20 semanas. Si hay dos niños en el seno de una mujer, esos dos niños se quieren, se abrazan, se chupan los dedos uno al otro, pueden hasta chuparse los dedos de los pies. Ya existe una relación humana. Por eso, en los abortos de más grandes nunca estaré de acuerdo. Pero un embrión no es igual a un ser humano, porque en él no existe autonomía mental para tomar decisiones sobre sí mismo. Eso explica por qué me doy el lujo de interrumpir embarazos por la sola petición de la madre.
BN. ¿En qué edad, en semanas, se dan esas manifestaciones de afecto?
AQ. Generalmente, desde las semanas 32 a 33 de gestación, más o menos. Cuando está muy avanzada, sobre todo si hay un par de gemelitos.
BN. Tú decías que hacia la semana 12 todavía hablamos de embrión.
AQ. Sí, sí, porque no puede decirse que un embrión sea exactamente igual a la madre que lo concibe, pues son completamente diferentes. Mientras en la madre existe inteligencia, en el embrión todavía no existe. Entonces, no son dos seres iguales.
BN. Recuerdo que en alguna clase de filosofía se habló del acto y la potencia. La posibilidad de ser y el acto de ser. Este embrión tiene la posibilidad de llegar a ser.
AQ. En un embrión existen posibilidades, pero no realidades.
BN. Tiene posibilidad de llegar a ser, pero aún no se ha convertido en un ser humano.
AQ. Tiene la posibilidad. Genéticamente, todos sus cromosomas tienen la posibilidad de llegar a ser un ser humano. Eso no se puede echar para atrás.
BN. Muy bien. Entonces mi pregunta es sobre esa posibilidad. ¿El hecho de que el embrión la tenga, eso no nos dice que también deberíamos respetar esa posibilidad?
AQ. No, no, vuelvo y te digo: la posibilidad no es equivalente al hecho de ser. Hay que hacer esa diferencia. Existe lógicamente, genéticamente y lo entiendo como médico. Allí existe la posibilidad de que se desarrolle y llegue a ser alguien pensante, pero en el momento en que aún no tiene esa posibilidad, de hecho es diferente de la capacidad que sí tiene su madre.
BN. ¿Cuándo se pasa de embrión a ser considerado médicamente un ser humano?
AQ. Yo diría que a las mismas 30-32 semanas.
BN. Entonces, siete meses.
AQ. Sí, pero son semanas de gestación. Considera que son 28 a 30 semanas de gestación, no de concepción.
BN. Yo quería entender qué debe saber un profesional de la medicina al asumir la responsabilidad de interrumpir la vida humana. Ahora, ¿qué me dices de la eutanasia?
AQ. Déjame entrar en una parte que tiene mucho que ver con la medicina y el porqué de las razones filosóficas y éticas para hacer una eutanasia. Voy a contarte algo muy sencillo. Supón que un día yo vivía en mi cuadra, en un pueblo pequeño. Allí nos conocíamos todos. Yo sabía quién vivía al frente, al lado, detrás de mí. Un día, en esa cuadra, el abuelito que vivía enfrente fallece. Resulta que como es una familia amiga, mi padre, mis hermanos y yo pasamos a dar el pésame. Fíjate que esa muerte no afectó para nada mi vida, ni la de mis padres. Sin más, yo podría considerar que a ese abuelito lo llevaron al cementerio. Posiblemente le dije a su familia que si en algo podíamos ayudar, por si hubiera algún problema económico, que contara con nosotros. Y así pasó todo. Fue una muerte que no influyó para nada en mi vida.
En un segundo momento, resulta que un mes después me entero por un nieto de ese abuelito, que en los últimos seis meses suplicó que lo dejaran morir porque tenía unos dolores por su cáncer que le hacían imposible vivir. Entonces mira que, a partir de ese momento, todas las personas alrededor, que conocimos la muerte de ese abuelito, hicimos un juicio. Unos, a favor del abuelito, diciendo que debieron ayudarlo. Si existía la posibilidad de la eutanasia, debieron dársela. Otros, mucho más recalcitrantes, se opusieron. Decían que: “¿cómo iban a permitir que al abuelito, alguien que no fuera Dios le permitiera morir?”.
Aquí aparece la influencia tan marcada frente a la legalidad de la eutanasia que ejerce la fe católica colombiana. Esas últimas personas aún no entienden que a partir de la Constitución de 1991 Colombia es un país laico donde tenemos derecho a vivir católicos, protestantes, islamistas, ateos, agnósticos y personas de cualquier clase de confesión religiosa o filosófica.
BN. En ese sentido, más que la oposición de la fe católica, lo que genera resistencias es la creencia de cada quien, su concepción de la espiritualidad, del más allá y de la vida, independientemente de si se es católico o no. Veo lo mismo en los protestantes, en budistas, en otros que dicen “¡ustedes no pueden meterse en esa vaina!”
AQ. Eso hizo que surgiera en mí una posibilidad mayor. Los derechos humanos están contenidos en 30 artículos. Quisiera pedirle al Comité Internacional de Derechos Humanos que cree el artículo 31, que diga lo siguiente: “Todo ser humano tiene el más sagrado derecho de escoger su forma de partir de la vida”. Sabemos que todos los seres humanos somos mortales. Ninguno puede seguir sobreviviendo.
Yo decía: ahí cabrían los católicos. Si optan por creer que la muerte viene de Dios, tienen todo el derecho de esperarla. Si un protestante cree lo mismo, que también la espere. Si las creencias de un budista le permiten creer que Buda tiene que ver con que se le detenga su corazón y quiere morir de esa forma, tiene todo el derecho de hacerlo. Quienes somos ateos creemos que nacimos para ser felices: no recordamos siquiera qué traumatismo hubo en nuestro parto, pues este es doloroso para el feto y para la madre. A partir de cinco o siete años tenemos uso de razón y empezamos a ser dueños de nuestra vida.
Fíjate en todo el empeño que los padres de hoy ponen en darle gusto a los caprichos de sus hijos de 5, 6, 7 u 8 años. ¿Por qué? Porque ya los consideran personas. A partir de esas edades esos niños empiezan a ser dueños de su vida. Ningún embrión puede salir del seno de su madre a decir que no quiere nacer. La vida la recibimos como un obsequio, pero a partir del uso de razón, nuestra vida no le pertenece a nuestros padres, sino a nosotros mismos.
BN. En ese sentido, ¿quién es el dador de la vida?
La progresión genética establecida por Darwin. Venimos de los simios. Eso está perfectamente comprobado. Hoy en día no se puede afirmar que Dios creó a Adán y Eva y que de ahí vinimos todos. ¡No! Todos venimos de los chimpancés. La diferencia genética que tenemos con ellos no va más allá de 4 %. Chimpancés, gorilas y toros piensan. Hay sentimientos en los animales. Hasta ahora viene a reconocerse en el respeto a la naturaleza y en el respeto a los animales.
BN. ¿Cómo defines la vida humana?
Eso hizo que formulara una hipótesis sobre qué es vida humana. Si vas a Wikipedia, encontrarás definiciones de vida, pero en ninguna parte una definición de vida humana. Nadie la define. Eso hizo que surgiera en mí esta hipótesis: “existe vida humana en un cuerpo como el tuyo y como el mío, en el cual yo sé quién soy. Parto de Descartes, que dijo ´pienso, luego soy´. El solo hecho de pensar, me hace ser: “Cogito, ergo sum”. El hecho de que yo tenga conciencia me hace tener vida humana, porque cuando tengo la posibilidad de saber quién soy, puedo reconocer a otras personas como un tú, que también se reconocen, y establezco relaciones con ellos: relaciones de amistad o relaciones de desafecto, relaciones de conocimiento, relaciones económicas, relaciones sociales, relaciones humanísticas. Puedo amarte o detestarte. Entonces, cuando existen dos personas en las cuales existe el “Cogito, ergo sum”, esas dos personas tienen vida humana.
Por eso, cuando una persona tiene un derrame cerebral tan masivo que le impide reconocerse, para mí ya es un cadáver. ¿Por qué? Porque no tendrá jamás de nuevo la posibilidad de conocerse y saber quién es y reconocer a otros seres que tengan las mismas cualidades para establecer con él relaciones de amistad, económicas, sociales, filosóficas o lo que quieras.
BN. Dijiste que eres ateo. ¿Cuándo hubo esa transición de la fe a la no fe? ¿Cómo fue, en qué momento? Porque te conocí adolescente, comulgábamos en la misma misa…
AQ. Y también rezábamos las mismas letanías, los mismos rosarios. Claro, muchos jesuitas se han sorprendido sobremanera después de ver qué tipo de apostólico creyente y generoso fui. Entré a la Escuela Apostólica por la generosidad que yo tenía, pensando en que como sacerdote iba a ayudar a mis semejantes.
BN. ¡Pero todavía conservas eso!
AQ. Claro, conservo eso, lo que me llevó a formular esa hipótesis sobre la vida humana, que se generó en este planeta y se generó en el agua. Hubo moléculas que se fueron uniendo. Y esas moléculas llevaron a hacer algas, a hacer cosas que se fueron desarrollando de tal forma que hubo seres que salieron del agua, empezaron a andar sobre la tierra y en la evolución darwiniana llegamos a ser los seres humanos que somos. Alguna vez le dije a mis amigos: si ustedes creen en Dios, tengan la absoluta seguridad de que ese Dios en el que creen nunca se les aparecerá a decirles que yo, Gustavo Quintana, soy un mal hombre. De la misma manera les digo que ese Dios en el que creen, tampoco se me va a aparecer a decirme que ustedes son malos hombres.
Asimismo, si Dios existe o no, no es cuestión para entrar en una polémica, porque considero que el ser humano procede de lo que es este pequeñísimo planeta. Es muy posible que existan otros, si hay las mismas condiciones de agua, de desarrollo de seres que se crearon en el agua, que salieron del agua y nos dieron origen. Es posible, pero están tan lejos, no puedo creer en seres extraterrestres. Carl Sagan, el autor de Cosmos, lo dijo muy claro: pongamos unos satélites para ver si algún día encontramos una señal producida por un ser inteligente como nosotros. Esa señal no ha llegado.
BN. ¿Cómo explicas la experiencia del ateísmo en ti mismo?
A ver, te digo… Cuando empecé a hacer las primeras eutanasias, imaginaba que Dios debía estar allá arriba, ¿no? Un anciano venerable que, de pronto, observaba unas hormiguitas aquí en la Tierra y veía una hormiguita que tenía unas antenas más grandes y mataba a las hormiguitas porque otro ser las había atacado. Unas hormiguitas mataban a otras que ya no podían seguir funcionando dentro de la colmena de hormigas. Entonces, imaginaba que Dios me veía hacer esto y decía: “¡Ve! Hay un ser humano que está haciendo algo que yo no le puedo criticar”. No sé si me entiendes…
En un principio creí en Dios y de alguna manera me decía: bueno, yo creo que si me muero, no voy al infierno. Dios tiene que ver con benevolencia lo que hago. Y si Dios es más benevolente que castigador, tampoco puede castigar a mis pacientes de eutanasia, porque en el momento de hacerles la eutanasia ellos tienen la posibilidad de decirle a Dios: perdóname que me adelante a tus designios, pero aquí estoy.
BN. Ajá…
AQ. Y saber que yo, que me he generado en este planeta, puedo decir con mucha tranquilidad que no creo que a la Virgen la haya embarazado el Espíritu Santo, que es una paloma. Jesucristo nació por la cópula que ella tuvo con un ser humano. Y Jesús tuvo una mujer. No sabemos si tuvo hijos o no con ella; eso hoy se investiga. Mucha gente dice que María Magdalena fue su mujer…
Bernardo Nieto Sotomayor
Junio, 2021
2 Comentarios
Espero con ansiedad el 4 capítulo…..
Excelente, Bernardo, como todos tus artículos. Ahí tenemos todas las opciones de la vida contemporánea. No estoy de acuerdo con Gustavo en un detalle marginal: el ser humano no proviene de los chimpancés. Hasta donde se conoce, el proceso evolutivo es mucho más complejo. Gracias.