La energía espiritual es renovable porque puede recargarse de manera continua, e inagotable porque su fuente está por encima de todo lo que se acaba. Contrasta con la energía solar, que es intermitente: día y noche. No sabemos si algún día se agotará, si el universo se acabará o se transformará. La energía espiritual de la que hablaré no tiene las limitaciones de la energía solar. El 29 de junio de 2022, el papa Francisco publicó la Carta Apostólica Desiderio Desideravi, que nos ilustra sobre esta energía espiritual.
La custodia que muestra la fotografía que introduce este artículo se asemeja a la representación del sol: un centro luminoso y rayos que salen de él. Se trata de la joya colonial llamada La Lechuga, una bella y rica obra de orfebrería barroca del siglo XVIII, que tiene 1485 esmeraldas, 168 amatistas, 62 perlas, 28 diamantes, 13 rubíes y un zafiro, los cuales adornan la estructura hecha en oro. Es un signo de la energía espiritual continua e inagotable siempre disponible en la Hostia consagrada que se deposita en el viril (centro trasparente de la custodia).
Una custodia u ostensorio es un objeto litúrgico para exponer o mostrar la Sagrada Hostia consagrada, como el cuerpo sacramental de Jesucristo resucitado. Tiene un simbolismo artístico que evoca a Cristo “Sol de justicia” y “Luz verdadera”, de cuyo centro emana la gracia que es la participación en la vida de Dios. La energía solar emana del astro; la energía espiritual emana de Cristo resucitado y sacramentado.
La presencia de Cristo se realiza principalmente en la celebración del sacramento de la Eucaristía o Santa Misa, que conmemora el sacrificio salvador de su muerte en la cruz y se perpetúa como revelación de su vida resucitada, compartida en la comunidad reunida para partir el pan, y la que constituye el cuerpo total o místico, cuya cabeza es Cristo. Pero esa presencia no se limita al tiempo de la celebración, sino que se mantiene bajo la especie de la Hostia consagrada, conservada en el Sagrario y que se expone temporalmente en el centro (viril) de la custodia u ostensorio.
La custodia y el Sacramento mismo son signos eficaces de la acción, virtud, fuerza o energía, que Cristo resucitado comunica por el Espíritu Santo a la comunidad y a los creyentes dentro de ella. Cristo “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida”. Así pues, la energía espiritual que emana de Cristo es vida permanente e inmortal.
Cada uno de nosotros puede acceder a esta energía espiritual cuantas veces quiera o necesite: nosotros renovamos nuestra carga de esta energía acercándonos a ella, especialmente en la celebración eucarística y, por eso, la llamamos renovable. La fuente de esta energía espiritual es Jesucristo mismo que, unido al Padre y al Espíritu Santo, está disponible para nosotros, y al ser resucitado, inmortal y eterno, está por encima de todo lo que se acaba: su energía espiritual es por eso inagotable.
La Carta Apostólica Desiderio Desideravi toma su nombre de las palabras que el Evangelio de Lucas (cap.22, versículo 15 y siguientes) pone en boca de Jesús al comienzo de la Cena de la Pascua: “Con gran deseo he deseado comer esta Pascua con ustedes, antes de padecer… Este es mi cuerpo que va a ser entregado; hagan esto en memoria mía… De igual modo…, este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre que va a ser derramada”.
Este reciente documento apostólico, recoge la Tradición de la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II (1962-65) y desarrolla y actualiza algunas enseñanzas de la Constitución Sacrosanctum Concilium (4 de diciembre de 1963) sobre la Liturgia (Liturgia etimológicamente significa servicio o ministerio; es el orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias del culto o adoración a Dios).
El Papa Francisco insiste en la necesidad de la Iglesia y, por lo tanto, de todos los fieles, de una formación litúrgica, una educación que permita valorar la belleza y la verdad de la celebración cristiana. Y el centro y culmen de la celebración cristiana es el Sacramento de la Eucaristía, la Santa Misa, que resume toda la fe cristiana: la Eucaristía es el signo visible de la presencia de Jesús en medio de la comunidad de creyentes. El pan y el vino consagrados rememoran o reproducen el sacrificio de Cristo y son misteriosamente el mismo cuerpo y sangre de Jesús que Él nos da.
Para acceder a esta energía espiritual, renovable e inagotable “hay que cuidar todos los aspectos de la celebración (espacio, tiempo, gestos, palabras, objetos, vestiduras, cantos, música…) pero esto no sería suficiente… si faltara el asombro por el misterio pascual que se hace presente en la concreción de los signos sacramentales, todo el ritual quedaría vacío… El encuentro con Dios no es fruto solamente de una individual búsqueda interior, sino que es un acontecimiento regalado: podemos encontrar a Dios por el hecho novedoso de la Encarnación del Hijo de Dios que, en la última cena, llega al extremo de querer ser comido por nosotros… Podríamos correr el riesgo de ser realmente impermeables al océano de gracia que inunda cada celebración” [1].
Así como en la alimentación diaria nos renovamos con la energía corporal de los nutrientes, en la comida de la asamblea comunitaria absorbemos la energía espiritual, renovable e inagotable de la fe, la esperanza y el amor, compartida con los demás creyentes en la unión y asimilación a Cristo.
Así como la energía físico-química se manifiesta en sus múltiples efectos, aunque no se “vea” en sí misma, así la energía espiritual, renovable e inagotable, aunque no se “vea” en sí misma, se manifestará en el estilo de vida relacionado con los demás, conformado por el seguimiento de Cristo y la adhesión al Espíritu del Padre en el amor efectivo con los hermanos.
La reciente Carta Apostólica, actualiza, como dijimos, las enseñanzas de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Liturgia, y por eso recomendamos la lectura de los dos documentos para profundizar el sentido de la Eucaristía y poder enriquecernos más al participar en ella. “La celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia… La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza (su energía)”[2].
Vicente Alcalá Colacios
[1] Carta Apostólica Desiderio Desideravi, del 29 de junio de 2022. https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/20220629-lettera-ap-desiderio-desideravi.html
[2] Constitución Sacrosanctum Concilium, del 4 de diciembre de 1963. https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html
1 Comentario
Vicente: hermosa, profunda y muy sincera reflexión sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía. Maravilloso mostrar la foto de “la lechuga” sobre la cual se ha hablado tanto, pero no es bien conocida. Saludos. Hernando