¡Qué hastío! ¡Qué cansancio! ¡Qué decepción! Por fin terminaron las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos. Ahora podemos regresar a la “normalidad” del coronavirus. Las elecciones plutócratas del presente siglo se están convirtiendo cada vez más en un “dechado” de saturación, amenazas y manipulación. Y la presidencial estadounidense de 2020 batió los récords de las anteriores. Como ciudadano norteamericano, me siento desilusionado.
Según CNBC, el monto del gasto en esta campaña que acaba de finalizar superará los $52.5 billones de pesos colombianos (US $14.000.000.000). Un negocio jugoso para los gerentes de las campañas y para los medios de comunicación.
Saturación. La contaminación visual con pancartas, posters y vallas multicolores y multiformes, atiborradas en jardines, vías públicas, pantallas de TV, iPads, celulares y chats, en folletos, panfletos y tuits, sumada a la contaminación auditiva difundida en los mismos medios, incomodaba hasta la saciedad.
Amenazas. Cada partido se presenta como salvador. El triunfo de la contraparte implicaría el fin de la democracia, con un prurito de absolutismo en ambos lados. Ya no se habla de buenos o malos, sino de educados o no educados o de posición correcta o incorrecta. Aun así, se sigue tratando al otro con la misma intolerancia y/o desprecio. Absolutismo que conduce a escisiones profundas entre familiares, amigos y colegas de trabajo. Insultos, desplantes, intimidaciones a los votantes, manifestaciones callejeras cargadas de violencia, muertes, destrucción, procesos desconectados y desacoplados del “debate democrático” en donde se debería pretender esbozar y transmitir un plan de gobierno que planteara mecanismos para alcanzar un mejor bien-estar de los habitantes del país.
Manipulación. Finalmente, se llega a este terreno. Una manipulación gestionada a través de dos canales: el primero, el de la posverdad y, el segundo, el de la utilización encubierta de los sentimientos y quereres de las personas. Pululan los datos abiertamente tergiversados y las verdades a medias. Hay evasión de preguntas incómodas, acusaciones tendenciosas a la contraparte, debates insulsos y un martilleo continuo de mentiras. Es difícil entender de qué se está hablando o los argumentos en pro o en contra de una propuesta. Para controlar las mentiras, los medios de comunicación inventaron una métrica que calcula la falsedad de la información, denominada Pinocho, prueba que una vez aplicada la pierden ambas partes. Entramos así a una nueva era en donde la verdad es esquiva: no aparece en ningún rincón.
En el tema de la manipulación aparece Nada es privado. Un documental elocuente que devela descarnadamente cómo las campañas políticas, con el perfil de cada individuo, manosean a través de las redes sociales sentimientos, quereres y las limitaciones de las personas para hipnotizarlas y anestesiarlas con el fin de que inconscientemente voten por la opción “correcta”.
Y después de todas estas maromas saturantes, amenazantes y manipulantes se llega a una votación pareja en donde una de las partes obtiene una ventaja porcentualmente pequeña y sale a gobernar victoriosa, en medio de la polarización y del odio, y a tratar de construir puentes entre posiciones artificialmente “irreconciliables”.
Es interesante puntualizar el aumento de votos en 2020 y su polarización. Según CNN, en este año la votación total para presidente subió de 143 millones en 2016 a 154,4 millones en 2020: un incremento de 8 %. Por otro lado, los dos partidos tradicionales absorbieron la gran mayoría de los votos de los partidos minoritarios que decrecieron de 14.2 millones en 2016 a 2.8 millones en 2020, quedando reducida su participación a 20 % de lo logrado en 2016.
El presidente Trump, como consecuencia, obtuvo en 2020, 10.039.905 votos más que en el año 2016, para un total de 73.024.730, lo que representa un incremento de 16 % después de cuatro años de gobierno. De igual manera, el candidato Biden sumó 12.697.124 votos adicionales, 19 % más que los alcanzados en 2016 por Hillary Clinton, la candidata demócrata, para un total de 78.550.641 votos. Como logro indiscutible, los dos candidatos para la presidencia del año 2020 obtuvieron el mayor número de votos populares en la historia de sus respectivos partidos.
Definitivamente, campañas publicitarias exitosas, bien manejadas desde el punto de vista de mercadeo electoral (posverdad, amenazas y manipulación), y sin que se viera por ninguna parte consensos en los temas de interés para el bien-estar de los ciudadanos: salud, empleo, infraestructura, educación, pensión de retiro… y, por qué no, debates sobre el medio ambiente y la cooperación internacional
En Capitalismo Progresista, Joseph Stiglitz dice que a pesar de las elecciones la vida era y sigue inmutable para el 1 % de la sociedad que, de hecho, controla el poder político y económico. Ese porcentaje nunca ha salido a las calles a participar en manifestaciones o en debates públicos; financian por igual a los dos partidos políticos en contienda; controlan también los órganos legislativos y judiciales y seguirán compartiendo con fruición y regocijo los mismos clubes sociales. Este reducido número de ciudadanos controlaba, en 2019, el 42.5 % de la riqueza del país y recibía el 25 % de los ingresos nacionales por concepto de salarios y de rentas de capital, conviviendo con un 40 % de ciudadanos norteamericanos que no tienen el efectivo disponible para manejar una emergencia de US $400, ya sea para la enfermedad de un hijo o para la reparación del automóvil. Asimismo, los tres americanos más ricos Bezos, Gates y Buffett poseen más riqueza que el 50 % de los ciudadanos menos favorecidos. Con esta realidad, Estados Unidos se ubica en un índice de desigualdad Gini en 41,1, que es alto comparado con el de Alemania (31,9) o Francia (31,6) y que para Colombia es un preocupante 50,4.
Stiglitz sugiere que se planteen cambios en el control político-económico del país, en donde las reglas no sean dictadas por el 1 % de los más ricos, con el fin de que las elecciones sean deliberativas, transparentes y constructivas; un sistema que garantice la imparcialidad de los mecanismos de control político y, finalmente, reduzca drásticamente el descomunal poder del dinero en la política.
Con la implementación de este tipo de reformas el proceso electoral podrá convertirse en un foro fructífero y solidario que permita plantear un contrato social más benéfico para todos los ciudadanos.
Cualquier parecido con la cortina de humo electoral en mi primer país, es mera coincidencia.
Silvio Zuluaga
Noviembre 2020
4 Comentarios
Interesante Silvio, en particular ese 1% que tiene todo el poder economico y politico. No se si sea igual en Colombia.
En cuanto a la misma campaña, y dado que en Colombia se copia todo lo de los gringos, ya sabemos lo que nos espera para las proxima elecciones. Mentiras, falsas promesas, amenazas, manipulaciones, dinero derrochado. Sera que presentaran un programa para el bienestar de TODOS los Colombianos ?
Silvio. Ponderada reflexion de la evolucion de un proceso electoral que sigue respondiendo con mas empuje a las directrices que le imprimen los que, detras de bambalinas, decididamente controlan todo el proceso. Gracias por develar quienes son los actores instituicionales que guian el proceso por encima de todo lo que digan u opinen los actores inmediatos dele espectaculo mediatico. Todavia queda por ver si el Sr Trump pone un espectaculo de salida del calibre de cualquiera de sus desplantes anteriores. E.U. tiene mucho que aprender de estas elecciones. Pensemos que será para dar pasos de recuperacion de la debacle de estos cuatro años pasados. Nada se pierde con un pensamiento positivo y constructivo.
Definitivamente los políticos dieron con el filón abundante de los votos: La clase media baja ignorante. A ellos se les manipula, se les miente descaradamente, se les induce como borregos y ninguno se rebela sino que marchan, la cabeza agachada y sumisa, hacia el matadero. Trump copió bien nuestra cultura política colombiana con las mentiras, las manipulaciones y las estrategias del miedo al Castrochavismo. Pero, OJO con el 2022: Se nos viene el Castrouribismo pero purificado y destilado en su más pura manifestación.
Muy cierto lo que planteas Silvio. Desafortunadamente la solución que plantea Stiglitz “cambios en el control político-económico del país, en donde las reglas no sean dictadas por el 1 % de los más ricos”, aunque sería por supuesto muy eficaz es muy difícil de aplicar, además que habría que preguntarse como en la fábula ¿Quién le pone el cascabel al gato? y logra que estos cambios se den.
Además, en mi opinión parte del problema es que el votante tiene poco de donde elegir. Recuerdo hace 4 años cuando trabajaba con varios norteamericanos y ellos me comentaban que entre Hillary y Trump no sabían cuál era “menos pior” para votar por ese candidato, y supongo que en esta elección reciente varios ciudadanos se encontraron ante la misma disyuntiva. Esperemos en 2022 haya en Colombia candidatos que valgan la pena y que no tenga uno que votar contra el más malo. Un abrazo.