En el ambiente electoral en que nos encontramos se me ha hecho más evidente la obsesión que tenemos los colombianos por la especie de animales denominada Gallus gallus, a la que pertenecen los gallos y las gallinas domésticas. Esta especie incluye a los gallos finos o de pelea, cuyo comportamiento está marcado por la agresividad y la territorialidad, donde todo aquel que transgrede su territorio se considera rival.
Del comportamiento de los gallos de pelea, sus dueños le sacan provecho y fomentan combates que no son solo fuente de entretenimiento, sino también de ganancias a partir de las apuestas que se hacen por el ganador (Wikipedia). Hasta aquí mi investigación sobre gallos… Pero, como decía al comienzo, en el lenguaje cotidiano y de los medios nacionales, el tema de los “gallos” y sus características es un asunto recurrente para valorar la “capacidad o potencial” del otro.
En fin, esta digresión me surge a partir del título de una columna de opinión reciente en que se refería a los candidatos presidenciales de Colombia en términos del “gallo” que se necesitaba. Esto incitó mi imaginación y me recordó la guerra de Ucrania ‒que por lo demás no me la puedo sacar de la cabeza‒ y pensé acerca de cuáles eran los escenarios antes y después de la guerra en cuanto a “gallos” se refiere. Y es que entre los “gallos” que había en el primer escenario podría mencionar a personajes como Biden, Merkel o Scholz, Macron. Johnson y Putin. Ahora, transcurridos más de dos meses de iniciada la invasión rusa a Ucrania, he visto con sorpresa el surgimiento de Zelensky, un “gallo” no previsto en las apuestas iniciales y que es el que está enfrentando con todo vigor al “gallo” Putin. Algo, como dije, contra todas las apuestas, pues el selecto grupo de “gallos finos” ya se las había ganado todas antes de que comenzara la guerra. En fin, ahí queda la analogía y podría pensar que, para nuestro caso, esto es “cosas de gallos”.
Pero como “el mundo de los gallos” no es mi especialidad, me voy al mundo al que pertenezco y por lo que sé, en el terreno de lo humano ninguna persona “sola” puede combatir o adelantar un cambio significativo en términos de colectividad o sociedad. En lo humano no basta, como en el mundo de los “gallos”, tener espuela o ser muy combativo para ganar. Aquí, en el mundo de los humanos, si queremos cambios reales necesitamos que “muchos”, si no “todos”, anhelemos ese cambio y actuemos en consecuencia. Por eso mismo me resisto a tratar a “mi candidato” como un “gallo”, pues pienso que él no está solo, él “no debe estar solo”, él no debe “sentirse solo”, él solo representa la idea de lo que queremos: “un país mejor”, un país sin corrupción, un país donde reinen el respeto y la justicia, un país que cuida sus niños, sus ancianos, sus animales y sus recursos naturales, un país que quiere educarse, quiere trabajar y quiere aportarle al mundo su capacidad de acogida e innovación.
Para hacer esto posible no basta un “gallo” que prometa o luche por conseguirlo. Es más, que con su vida respalde esa visión. No, ¡eso no es suficiente! Se necesita, además, la ayuda de todos (del gallinero, para no abandonar el símil): que cada uno desde su ámbito privado empiece por no saltarse la fila, por no mover palancas o hacer pagos indebidos para tener preferencia, que cuide los recursos que se le dan en las escuelas y lugares de trabajo, que limpie y cuide los parques y espacios públicos, que se haga responsable de sus mascotas, que pague en forma justa el trabajo de sus colaboradores y de aquellos que le sirven, que se solidarice con los más vulnerables, que cancele sus impuestos a tiempo, que se preocupe y participe en temas de su ciudad y del país. En fin, la lista es larga, pero los valores colectivos que hay detrás de todo ello son pocos: respeto, justicia, honestidad, responsabilidad y cuidado. Dicho de otra manera: ese tipo de personas son los que necesita, no solo el candidato o el gobernante, sino el país.
Porque, de lo que sí estoy segura, es de que el país que todos queremos tiene que comenzar con que todos empecemos en nuestro ámbito personal y privado a ser las personas que habitarán en ese país soñado.
Así, la pregunta se nos devuelve: ¿seré la clase de gallo que necesita el país?
Marta Elena Villegas L.
Mayo 2022
2 Comentarios
Qué buena y atinada reflexión, Marta Elena. Somos todos los que debemos esforzarnos cada día por ser mejores, más honestos, más respetuosos, más coherentes. Sin eso, no hay gobernante capaz de cambiar este país.
Saludos y un abrazo
Qué bien manejada la alegoría del gallo. Sí. También muy acertada para el tiempo de elecciones que vivimos. Siempre estamos esperando el “gallo tapado”.: ese gallo que sale con algo que no esperamos. Gracias Marta Elena por tu apreciación.