El derrumbe de la montaña en Rosas, Cauca, que bloqueó el tránsito por la olvidada Vía Panamericana, le recordó al gobierno que, como en los versos de Benedetti que cantaba Serrat, “con su esperanza dura / el Sur también existe”, y que es urgente y necesario invertir en proyectos de infraestructura en el suroccidente colombiano, región siempre relegada en las decisiones del presupuesto nacional.
Por supuesto que la situación de la Vía Panamericana en el suroccidente del país no es un problema del gobierno actual, sino que es la crónica de una crisis anunciada. Al gobierno Petro le toca enfrentar la emergencia producida por el taponamiento de la vía y construir a la carrera alternativas terrestres, marítimas o aéreas, que permitan el flujo de personas y bienes entre el suroccidente y el resto del país. El origen de esta crisis viene de muchos años atrás, porque en todos los gobiernos anteriores han sido muy pocos los proyectos de infraestructura que se han realizado en esta región.
La importancia de la llamada Vía Panamericana es indiscutible, pero se necesitó un derrumbe que la taponara para que el país la reconociera. Ahora se repite que es la arteria que une a Colombia con el resto de Suramérica y que es muy grande el golpe a nuestro comercio exterior, pues Ecuador y Perú son los principales destinos para nuestras exportaciones no tradicionales.
También en el plano doméstico ahora se nota lo importante que es la oferta de productos agropecuarios de esta región, como la leche o la papa, para todo el occidente del país. O que esta carretera es indispensable para el abastecimiento de bienes esenciales (alimentos, gasolina, etc.) del departamento de Nariño.
A pesar de su importancia estratégica y económica, el abandono histórico del suroccidente es evidente. La mejor demostración es la asignación de recursos que se hizo en los proyectos de carreteras y autopistas realizados desde comienzos de este siglo. En las denominadas concesiones 3G se suscribieron 16 contratos por 15 billones (unos 30 billones a pesos de hoy), de los cuales ninguno se realizó en el suroccidente.
En las concesiones 4G fueron 29 proyectos por valor de 61 billones (unos 90 billones a pesos de hoy), de los cuales solo dos ‒por valor de cuatro billones‒ correspondieron a una parte de la Vía Panamericana: Santander de Quilichao-Popayán y Pasto-Rumichaca, con la salvedad de que el primero ni siquiera ha podido empezar después de siete años de adjudicado, por problemas de licencias y consultas previas.
El contraste con otras regiones es apabullante. Mientras que para la hoy taponada carretera solo se destinó 5 % del valor invertido, para las carreteras de Antioquia se destinaron 20 billones (26 % del total); en la conexión de Bogotá con los Llanos se han invertido 15.2 billones (20 % del total) y en otras vías, que conectan a Bogotá con sus vecinos, otros 9.5 billones (12.3 %). La Costa Atlántica ha recibido menos en proporción a su extensión, pero le fue mejor que al Suroccidente, pues recibió 8.2 billones (10.6 %).
Ya existen los estudios para la vía Popayán-Pasto ‒proyecto que costaría unos seis billones‒, pero el gobierno anterior no lo incluyó en la primera ola de las concesiones 5G. El presidente Petro anunció su decisión de impulsar este proyecto y aunque tomará varios años en licitarlo y construirlo, ojalá se inicie pronto para enmendar el abandono histórico de un sur que también existe.
Mauricio Cabrera Galvis
Enero, 2023
1 Comentario
Y después preguntan por qué los pastusos fueron reacios a independizarse de España durante las guerras de independencia…