Escribo esta columna exactamente a siete días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El último bisiesto, que para mí arrancó en octubre de 2015 con las elecciones regionales, fue un doloroso aterrizaje electoral del que aún estoy recuperándome. El año de perderlo todo, para parafrasear a mi querido Ricardo Silva Romero, arrancó con el suicidio británico en el referendo del Brexit, siguió con el pequeño (en votos) pero desastroso triunfo del No en nuestro plebiscito y terminó con broche de oro con la llegada del mentiroso anaranjado a la Casa Blanca.
Quienes hemos estado en política sabemos que en las elecciones normalmente hay algunas candidaturas o propuestas, casi siempre marginales, que hacen uso del racismo, la xenofobia, la discriminación y la mentira sostenida como estrategias. Ese año, no obstante, estas armas políticas lograron posicionarse en lo alto de dos de las democracias más antiguas y estables del mundo. Para el caso colombiano, en una de las jornadas electorales más importantes de nuestra historia, brilló la mentira. El populismo –que propone soluciones simplistas a problemas complejos, que inventa amenazas como los violadores mexicanos, los refugiados sirios que llegan en masa o el castrochavismo que se toma el poder– demostró que seguía vigente y que no era solo un mal de repúblicas bananeras o sistemas débiles.
Un fracaso, resultante de acciones respetuosas de las normas y de los principios de la ética, no es moralmente reprochable y no define a quien lo ejecuta.
Con el tiempo las soluciones simplistas, no obstante, se chocan con realidades tozudas. En el caso del Reino Unido la promesa de una negociación clara y sin dolor para la salida de la Unión Europea se ha enfrentado a un proceso largo, complicado y doloroso que tiene al gobierno muy cerca de la salida “barranco” (sin tratado). Esto significaría un golpe mortal para la ya aporreada economía de las islas en medio del COVID-19. El Primer Ministro, Boris Johnson, apodado hasta ahora ‘El hombre teflón’ porque nada parecía afectar su imagen, está ya en las encuestas cerca al 60 % de desaprobación. Para terminar y pasar a nuestro segundo capítulo del populismo enfrentando realidades, el futuro comercial del Reino Unido también depende de los resultados de la elección estadounidense. Johnson ha sido muy cercano a Trump, quien ha aplaudido el Brexit como una manera de quitarle peso a la Unión Europea. Biden reconoce la importancia de la “relación especial” entre ambos países, pero buscará mejores relaciones con los grandes del continente.
En estos casi cuatro años Donald Trump nos ha sorprendido con muchas frases absurdas, ilógicas y, sobre todo, mentirosas. Según un servicio del Washington Post, desde su posesión ha dicho 22,247 frases falsas o engañosas. Esta es su estrategia para debilitar la frontera entre lo que es cierto y lo que no lo es. Hace unos días el candidato-presidente pronunció una frase apoteósica y terrorífica. Terminando un evento de campaña en Nevada, Trump le advirtió a su público que si su contrincante ganaba las elecciones “iba a escuchar a los científicos”. Así como lo oyen. Trump ve la relación con la ciencia como una amenaza. De no ser porque el mundo está enfrentando un virus agresivo y tremendamente contagioso y una crisis climática profunda, esa frase se citaría en un programa de humor político. Pero, en este momento, con 1.16 millones de muertos en el mundo y con 226.000 en Estados Unidos, lo que dice y hace Trump es criminal. La muerte también es una realidad tozuda.
Las mentiras reiteradas y sostenidas desde los espacios de poder no son cuestiones menores. Las sociedades necesitan de niveles básicos de confianza para funcionar; cuando no es así, tambalean los cimientos de la democracia y de sus instituciones. En Estados Unidos los votos y el colegio electoral decidirán si la verdad dejó de importar. La reelección de Donald Trump sería un mensaje perverso y tendría que preocupar a todo aquel que crea en el debate basado en las evidencias y en el respeto. La democracia siempre está en riesgo.
Noviembre 2, 2020
4 Comentarios
…Y aquí mismo…No es necesario ir tan lejos:, es necesario no olvidar lo local “,,,muchas frases absurdas, ilógicas y, sobre todo, mentirosas….”. “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca…Dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación…en la costa individualizamos el mensaje en que nos íbamos a convertir en Venezuela…” (JCVU), así, si seguimos buscando, superamos a Trump y sus 22.000….¡¡Nos asfixiamos !!!
Estupendo. Felicitaciones.
Con todo respeto, creo que algunas de las afirmaciones de Santiago son inexactas. Además al adosarle adjetivos calificativos a sus afirmaciones me parece que les quita objetividad.
– Por ejemplo, no entiendo por qué dice que el triunfo del No en el plebiscito colombiano fue “desastroso”. Total después que el pueblo indicó su rechazo a los acuerdos, imitando lo que hizo Chávez en Venezuela, Santos ignoró los resultados y siguió adelante con los acuerdos como si hubiera ganado, Nobel de Paz incluido.
– Mencionar que llegó un “mentiroso anaranjado” a la Casa Blanca tampoco parece ser muy objetivo en cuanto a lo conseguido por Trump en estos 4 años. Que parece está a punto de perderse si sigue la tendencia a que gane Biden. No sé si se han tomado la molestia de sintonizar “Telesur” donde no pueden contener la alegría por el posible triunfo de Biden. Igual de contentos deben estar Pablo Iglesias, Evo y demás.
– En cuanto a que el castrochavismo es una “amenaza inventada”, en cualquier semáforo de la ciudad o en cualquier calle de donde vive, Santiago puede encontrar miles de venezolanos que le dirán que el castrochavismo no es una amenaza inventada sino una triste realidad.
– “La reelección de Donald Trump sería un mensaje perverso y tendría que preocupar a todo aquel que crea en el debate basado en las evidencias y en el respeto”. Yo más bien me preocupo si resulta ganando Biden, sobre todo por la alegría de Maduro, Pablo Iglesias y demás ante este resultado.
Saludos
Inclúyeme en esa alegría y la de los que nos preocupa el cambio climático y no queremos glisofato sobre las charcas campesinas, ni fraking, ni Política sobre drogas según conveniencia norteamericana. Ni tampoco quiero que nuestro gobierno vote en la ONU y demás entes multilaterales al vaivén de una política americana que no refleja nuestro interés. Gracias