El encanto de Colombia

Por: Vicente Alcala
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Dos niñitas, de 5 y 8 años, viven en Madrid (España) y están locas por venir a Colombia. La premiada película “Encanto” de Disney la ven día y noche, una y otra vez, y los cantantes colombianos completan su pasión por conocer y experimentar el país de sus sueños. Ese ensueño se les hizo realidad.

Llegaron a la casa familiar, desde la que se divisa el valle del Teusacá y las montañas que se enfilan desde Sopó hasta La Calera, en Cundinamarca. Aquí hay una pequeña cascada que nos despierta por las mañanas asoleadas con su sonsonete y sus reflejos húmedos.

Lo más cercano para visitar es la Catedral de Sal en Zipaquirá: la mina, la luz, las esculturas, la cantidad de gente…, son de verdad. Ellas comienzan a mezclar la imaginación con la realidad.

El salto aéreo es a la zona cafetera: los guaduales, las plataneras, los cafetales, las palmas de cera, la vegetación y las flores de esta región privilegiada ‒medio fría medio caliente‒, en las laderas de la cordillera central, transportan (siempre en verde) a otro paisaje físico, cultural y humano lleno de encanto. Las comidas típicas y el arequipe con sabor a café y a nueces de macadamia hacen degustar otra faceta colombiana. Los disfraces de chapoleras para las niñas ‒y los de los adultos que las acompañamos‒ nos hicieron parecer compañeros de Juan Valdez.

En el intermedio, viajamos a Villa de Leyva: su enorme plaza, sus iglesias, sus casas coloniales y la cantidad de gente ‒incluso entre semana‒ constituyeron una muestra del encanto boyacense. 

Después, el agua que moja las arenas blancas, en las playas de la isla Barú de Cartagena, nos refrescaron del calor tropical. La visita al Aviario Nacional, con sus guacamayas, loros, águilas, garzas y demás ejemplares nos comprobó que somos el país con mayor número de especies de aves en el mundo.

En el oceanario de las Islas del Rosario, con sus delfines, tiburones y tortugas, entre otros, se vive una experiencia igual o más rica y variada que en otros acuarios de diferentes países.

En el centro histórico de Cartagena, con sus murallas, balcones, la Iglesia y el claustro de San Pedro Claver ‒esclavo de los esclavos por siempre‒ y los atardeceres contemplados desde los baluartes (como el de San Francisco Javier), que encienden de rojo el horizonte marítimo, son vivencias inolvidables en el Caribe colombiano.

Quisiera meterme en la mente y el corazón de las niñas protagonistas del paseo, para proyectar sus recuerdos hasta los propios ochenta años…

Como quedaban dos, de los 15 días del viaje familiar ‒antes de regresar a Madrid‒ no podía faltar un paseo por la Sabana hasta la laguna de Guatavita y el pueblito del mismo nombre.

Y luego, la visita al centro de Bogotá: la plaza de mercado de la Perseverancia, museos del Oro y de Botero, Catedral primada y Plaza de Bolívar, algo del barrio de la Candelaria…

En fin, el encanto de Colombia, sin ignorar la simpatía y amabilidad de sus mujeres, es un encanto real y verdadero, que nos impulsa y nos eleva por encima de sus dificultades para hacerlo un país y una sociedad cada vez mejor. 

Vicente Alcalá C.

Noviembre, 2022

3 Comentarios

Humberto Sánchez Asseff 4 noviembre, 2022 - 11:21 am

Gracias, Vicente. Como siempre: Sencillo y fresco.

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Jesús Ferro 4 noviembre, 2022 - 3:37 pm

Muy buena descripción de los encantos de nuestros país. Gracias, Vicente.

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Maria Elena Arango Libreros 5 noviembre, 2022 - 12:00 pm

Hola Vicente
Que gusto leerte y compartir contigo parte de nuestro “Encanto” de pais, no solo por la película, sino por la realidad de ser el primer país más bello de Latinoamérica y el tercero en el mundo, de nuestra casa común.

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