El dolor hecho arte

Por: Jorge Luis Puerta
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frida kahlo, cuba, josé fuster

…y el arte hecho vida

Todo comenzó inesperadamente. La última vez que nos vimos, mi hermana María Victoria, sobreviviente de casi siete operaciones de todo tipo ‒¿de ahí su identificación con Frida?‒ me hizo prometerle que si tenía la oportunidad de estar en México visitara la Casa Azul, testigo de la vida y muerte de Frida Kahlo  con su Diego Rivera. Tota murió en enero 2016.

Foto: Peter Andersen – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0 
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=296837  

En noviembre de ese año pude cumplirle la promesa. Fueron seis horas de una experiencia casi religiosa (en el sentido de re-ligare): sentí que juntos hicimos el recorrido por toda la casa.

La rebelión de la vida hierve por toda la Casa Azul. Rebelión contra la polio infantil; rebelión contra el fatal accidente sufrido en su juventud, que le dejó a Frida secuelas irreparables en todo su cuerpo; rebelión que explota en colores, en formas, en la naturaleza del jardín interior, en la riqueza artesanal de México presente en todas partes.

Lo más elocuente es que esta rebelión de la vida surge desde la cama a la cual estuvo atada durante mucho tiempo (su madre instaló un espejo en el techo del baldaquino para que ella pudiera pintar sus autorretratos) y desde el estudio, donde la silla de ruedas y el caballete son testimonios fieles de su pasión por pintar, como impulso de la vida.

Visitamos la Casa Azul el día de muertos, fiesta nacional mexicana como ninguna. Aquí está el altar de muertos, que ella acostumbraba a poner cada año, otra explosión de color y de vida, con su foto en el centro, rodeada de cempasúchil o flor de los muertos que los guía a la eternidad.

Ese día había también en la casita aledaña que da al patio y que creo que era la de los cuidanderos una exposición de los vestidos y joyas usados por Frida. Primero el dolor: arneses de acero forrados en tela y correajes que trataban de hacerle llevadera la vida. Y luego, de nuevo, la explosión de colores, texturas, tejidos de maravillosas obras artesanales de todo suMéxico, algunas de ellas diseñadas o retocadas por ella misma, apoyada por las manos diestras de su madre. 

La leyenda cuenta que a las funciones públicas (conciertos y otros eventos) Frida llegaba expresamente un poco tarde… para lucir, con un orgullo no disimulado, sus tocados mexicanos.

Pasé dos horas en el jardín, a la sombra de los árboles…, en silencio. Al fondo, unas jóvenes escolares visitaban la exposición, guiadas por su profe, una guía sin par…

“El arte más poderoso de la vida es hacer del dolor un talismán que cura, una mariposa que renace florecida en fiesta de colores”… escribió Frida en su diario.

Jorge Luis Puerta

Huaraz, noviembre 2020

6 Comentarios

Eduardo Jimenez 4 diciembre, 2020 - 10:31 am

Gracias por esta crónica. México es un país que hay que visitar. No fue hace mucho que estuvimos, lamentamos no haber ido antes y esperamos volver pronto. Y La Casa Azul es uno de los inmancables, saludos

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John Arbeláez 4 diciembre, 2020 - 10:59 am

Jorge Luis, muy sentido tu escrito sobre el dolor de Frida, que en el fondo era el dolor de tu hermanita. Me imagino que esas dos horas de silencio en el jardín de la Casa Azul fueron de honda meditación y comunión con ella y con Frida.

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Hernando Bernal 4 diciembre, 2020 - 11:08 am

Gracias por esa página sobre el dolor hecho arte. Saludos

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José Zegarra 6 diciembre, 2020 - 12:09 am

Entrañables líneas Jorge Luis, te acompañé junto a Tota en la casa azul…

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Lorena Phippin 5 enero, 2021 - 5:56 pm

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