El chismorreo es cosa seria

Por: Francisco Cajiao
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El chisme es una forma de leer ese entorno social que nos permite tanto formar vínculos como protegernos.

A los humanos nos encanta hablar de los demás miembros de la especie, y no siempre para bien. En encuentros casuales, charlas de corredor o actos sociales informales se comenta mucho sobre el comportamiento, hábitos y características de personas con quienes se tiene contacto o que juegan algún rol importante en la comunidad.

Pareciera que estas conversaciones no solo son más divertidas sino más importantes que asuntos del trabajo o temas de trascendencia científica o cultural. Sabemos también que los chismosos son peligrosos porque amplifican información que suele pertenecer al ámbito de la vida privada y llegan a tergiversar la realidad hasta invadir la órbita penal.

En uno de sus libros, Noah Harari dice que la evolución del lenguaje se explica como un medio para compartir información sobre el mundo. Señala, además, que algunos sostienen que la información más relevante no fue sobre el clima, las posibilidades de caza o los peligros de los depredadores, sino acerca de los otros humanos del grupo. Es decir, que el lenguaje evolucionó como una variante del chismorreo. Según esta teoría, Homo sapiens es, ante todo, un animal social y de esa sociabilidad depende su supervivencia, de manera que es muy importante saber cómo es visto en el grupo, quiénes son sus enemigos, en quiénes puede confiar o cómo se arman roscas de poder.

La teoría parece muy valiosa para explicar el afán de los políticos por el chismorreo en restaurantes, pasillos y lugares discretos; el montaje de servicios de espionaje con toda su parafernalia tecnológica para inmiscuirse en la vida íntima de las personas, el éxito del periodismo de farándula o el gusto de los penalistas por los detalles truculentos de los delitos.

Según Harari “la cantidad de información que se debe obtener y almacenar con el fin de seguir las relaciones siempre cambiantes de unos pocos individuos es apabullante (entre 50 personas, hay 1225 relaciones de uno a uno, e incontables combinaciones sociales complejas)”. Es usual que, en algún encuentro casual, un empleado comente con otro un comportamiento de su jefe que anuncia, por ejemplo, que renunciará, con lo cual todo el orden vigente corre un gran riesgo. O que, a la hora de almuerzo, alguien pregunte si es verdad que fulanito y menganita andan juntos. O que un chico adolescente comparta con sus compañeros que una de las chicas del grupo está coqueteando al profesor para mejorar sus notas…

El lenguaje cumple un papel fundamental en la construcción de una comunidad humana capaz de enfrentar los desafíos de la supervivencia y el progreso individual y colectivo. Dependemos profundamente unos de otros y el chismorreo es una forma de leer ese entorno social que nos permite tanto formar vínculos productivos como protegernos de las amenazas que provienen de otras personas. No basta el lenguaje verbal, pues siempre debemos estar atentos a las señales corporales, los gestos, los movimientos, el vestuario, la entonación de las palabras. Lo que observamos, luego lo hablamos: le pregunto a mi mejor amiga si se dio cuenta de que X me miró muy feo, que me habló golpeado…, etc.

La humanidad ha requerido más de 20.000 años para llegar a los complejos niveles actuales de organización gracias al lenguaje y la “calibración” permanente de las relaciones interpersonales, pero cada individuo debe recorrer este camino desde la primera infancia hasta su madurez. ‘Nunca acabamos de conocer a las personas’, decimos con frecuencia. Este aprendizaje lo hacen hoy los niños y los adolescentes yendo a los colegios y difícilmente se puede conseguir a través de pantallas de computadores o celulares. Tampoco los adultos están teniendo la oportunidad de afinar las relaciones laborales e institucionales del mismo modo que se logra en lo presencial.

Está por averiguarse si de verdad puede haber una sociedad humana completamente virtual.

Francisco Cajiao

Enero, 2021

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