Me intrigó el nombre de la publicación, descargué el libro y resultó ser una amplia recopilación realizada en 2014 por José Miguel Cejas*, de testimonios de personas de los países bálticos (Lituania, Estonia y Letonia y, por cercanía, Polonia) acerca de su experiencia, tanto bajo la dominación soviética y nazi como cuando comenzó el desmoronamiento de la URSS. Todos sus relatos son impresionantes testimonios de fe o de conversión al cristianismo y, sobre todo, al catolicismo.
Aunque no lo anota así el autor, los testimonios de las épocas más duras son en buena parte de algunos jesuitas que arriesgaron todo, hasta la la libertad y la vida, por salvar a los demás. Son experiencias individuales de resistencia heroica, muy inspiradas en la espiritualidad ignaciana. En cambio, los testimonios posteriores de quienes vivieron épocas más tranquilas, tienen con frecuencia mucho qué ver con el Opus Dei y su espiritualidad: la santidad al alcance de todos en el trabajo, la difusión de la fe, más que por la prédica, por un testimonio lleno de alegría, mensaje más apto para la evangelización en la nueva época de un mundo sin Dios. También san Juan Pablo II, que tanta molestia me suscita, tuvo un impacto decisivo. No hay que olvidar que en esa espiritualidad del Opus se halla también presente el elitismo de quienes aspiran a dirigir la sociedad, el deseo de prestigio de don Josemaría ‒quien compró un título de nobleza‒, el retorno a una estricta moral ultraconservadora en la vida privada y un tremendo machismo que pretende recluir a la mujer de nuevo en el hogar.
El autor avizora, creo yo, que de esos países vendrá una renovada evangelización del Viejo continente, hoy sumido en la incredulidad, el escepticismo y la desorientación. Eso significaría que se está gestando una Europa ultraconservadora donde el Opus tendría un papel central. Es posible que el fenómeno no esté lejos del ascenso de Anne-Marie le Pen y de la extrema derecha en Francia.
Confieso que la profundidad de los testimonios aportados me sacudió y me puso a pensar. Admiré esa fe báltica de la que me encuentro tan distante. Eso me condujo a reflexionar sobre nuestra propia historia. En América Latina, y particularmente en Colombia, no hemos tenido esa profundidad interior ni esa radicalidad. Por lo menos hasta tiempos recientes –hoy no lo sé–, el nuestro ha sido un catolicismo de apariencia, costumbre y poder. Y me pregunto el porqué de esa diferencia.
Hasta ahora, nosotros, los del Sur, encontramos cierta felicidad y plenitud en el disfrute de nuestro exuberante y generoso medio natural. No necesitamos mucho más. Aun en estos momentos, con la pandemia, la gente sigue burlándose de la vida y de sí mismos al ritmo de salsa. En cambio, los nórdicos, en general ‒de Alemania hacia el norte‒, chocan con una naturaleza hostil que castiga sus cuerpos, restringe su libertad y amenaza su vida. Conseguir el alimento, el abrigo, la energía y el calor cotidianos exige una lucha a brazo partido. Es como si la naturaleza, de la que sus mismos cuerpos hacen parte, fuera su principal enemigo. De allí surge un profundo interrogante sobre el sentido de sus vidas y una reflexión continua sobre el mismo. La fe religiosa parece brindarles la seguridad que anhelan.
Ya a comienzos del siglo XIX, un danés como el filósofo y teólogo Søren Kierkegaard nos da testimonio de esa búsqueda angustiosa del sentido de la existencia, sentimiento que recogerán luego el alemán Martin Heiddeger y el francés Jean-Paul Sartre. Al llegar tarde a nuestras tierras el existencialismo se transformó más bien en una pose de moda.
Quizás hoy, la omnipresencia de la muerte impuesta por la pandemia, comience a descubrirnos la falacia de lo que llaman felicidad ‒el éxito individual, el entretenimiento permanente, el consumo innecesario‒. Si así fuera, quizás comencemos a preguntarnos a fondo por el sentido de la vida: ¿por qué y para qué vivimos si todos estamos condenados a muerte?
Una buena pregunta tras el baile.
José Miguel Cejas (2014), El baile tras la tormenta. Relatos de disidentes de los países bálticos y Rusia, Madrid: Rialp.
Luis Alberto Restrepo M.
5 Comentarios
Vale la pena autor que el autor es miembro destacado del Opus Dei y que finamente convierte su interesante libro en propaganda barata del Opus Dei.
Cada vez que porfundizo en los avatares de la existencia, llego a la misma conclusión de Horacio: CARPE DIEM
Sería bueno acercarnos hoy, cada vez con mejores herramientas, para auscultar qué buscan, con qué sueñan, qué quieren, en qué creen nuestros jóvenes hoy. El DESPERTAR de esa juventud está abriendo nuevos horizontes a nuestras inciertas democracias…
Dios nos agarre confesados si lo que viene ahora es una “renovada evangelización” orquestada por los discípulos de quien nació llamándose Jose Escriba, pero luego en un alarde de “modestia” talvez, se convirtió en Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, marqués de Peralta, título este último otorgado nada menos que por Franco. Arrogante y que luego fue “llevado a los altares” en un proceso que se llamó “canonización relámpago”. Pobre Europa si va (como no creo que ocurra) a caer en esas “santas” manos.
Luis Alberto: la presencia y la actividad del OPUS DEI siempre nos ha producido un fuerte urticaria, por el sabor fundamentalista y elitista de la denominada obra de Dios. Alguien, haciendo alusión a estas características decía con cierta sorna que era preferible pertenecer al Opus Night… Saludos, y gracias por tus aportes.