Miraba absorto la extraordinaria foto tomada en 2015 por el astronauta Scott Kelly en la que aparece la Tierra como una canica azul, blanca y verdosa flotando en la inmensidad de la oscuridad espacial. De repente me invadió una especie de “sentimiento oceánico” que vino a ser perturbado por un angustiado Pascal que no cesaba de repetir como si fuera un mantra: “el silencio eterno de los espacios infinitos me aterra”. Por fortuna apareció Marco Aurelio quien, con un gesto cortés pero imperial, le dio a entender al francés que mejor fuera a perturbar a otro cristiano. El ataráxico emperador me dijo entonces:
– Nolite timere. Por el contrario, “ver desde arriba” te ayudará a poner las cosas en perspectiva y aumentar así tu serenidad. Es un viejo ejercicio estoico que me ayudó mucho. Practícalo de vez en cuando.
– Pero ¿cómo hacerlo?
– Es muy fácil. Te pones en una posición cómoda, cierras los ojos, haces 3 o 4 respiracionesprofundas para relajarte, y comienzas a ascender con tu imaginación. Primero ves tu casa, luego el barrio, después la ciudad, la región, el país, y así sigues ascendiendo. Puedes incluso imaginarte que sales del planeta y ves la tierra desde el espacio, como en las fotos satelitales.
– ¿Y todo esto funciona?
– Sin duda. Pero como cualquier ejercicio, también éste necesita ser practicado. No te digo que diariamente, pero sí de vez en cuando, sobre todo cuando te agobie algún problema.
– Seguro vas a decirme que si tengo en cuenta la escala del universo mi problema se vuelve insignificante.
– Que sea trivial no significa que no haya que atenderlo. Pero, al tratar de solucionarlo, lo harás con una disposición mental y emocional completamente diferente, que te ayudará a tomar mejores decisiones.
– Para ti es fácil decirlo, pues tenías dinero y poder.
– Eres bien ingenuo si crees que el dinero y el poder están exentos de problemas y temores.Tuve una salud frágil y ninguna experiencia previa de mando militar cuando me vi embarcado en dos guerras de fronteras, una contra los partos en el este del imperio y otra contra los marcomanos y otras tribus germánicas en la frontera norte. Además tuve que sofocar una rebelión iniciada por uno de los gobernadores en quien confiaba.
– Te pido excusas por lo que te dije. No ignoro que también enfrentaste la pandemia que asoló tu imperio y que dejó unos cinco millones de muertos.
– Te lo advierto, no te engañes si piensas que “ver desde arriba” resolverá tus problemas. A fin de cuentas tuve que hacer la guerra, tomar medidas contra la peste Antonina y contra mi gobernador. Pero la mirada desde arriba me ayudó a pensar en esos problemas de manera diferente y con más serenidad.
– Comprendo que observar desde lo alto permita considerar un problema desde perspectivas más amplias. Es como ver el bosque completo y no sólo el árbol que tenemos delante. Pero ¿tomar mucha distancia no es correr el riesgo de hacernos insensibles?
– Ese riesgo existe, pero no hay que confundir la aspiración a la serenidad con la insensibilidad a los problemas.
– Cierto, la serenidad ayuda a ser ecuánimes y la ecuanimidad favorece el enfrentarnos mejor a los problemas. Por ello no es fortuito que se hable de tomar la necesaria “distancia crítica”.
– Añado que ver desde arriba nos baja el ego al mostrarnos que no somos tan importantes como pensamos. Como escribí en este pasaje de mis Meditaciones: “Contempla desde arriba innumerables rebaños, infinidad de ritos y todo tipo de travesía marítima en medio de tempestades y bonanza, diversidad de seres que nacen, conviven y se van. Reflexiona también sobre la vida por otros vivida tiempo ha, sobre la que vivirán con posterioridad a ti y sobre la que actualmente viven en los pueblos extranjeros; y cuántos hombres ni siquiera conocen tu nombre y cuántos lo olvidarán rapidísimamente y cuántos, que tal vez ahora te elogian, muy pronto te vituperarán; y cómo ni el recuerdo ni la fama, ni, en suma, ninguna otra cosa merece ser mencionada”.
– Lo expresó en bello verso Borges: “Ya somos el olvido que seremos”.
– Este esfuerzo por mirar la tierra desde arriba nos permite contemplar la totalidad de la realidad humana, en todos sus aspectos geográficos y sociales, como una especie de enjambre anónimo, y situarla en la inmensidad cósmica. Vistas desde la perspectiva de laNaturaleza universal, las cosas que nos perturban vuelven a sus verdaderas proporciones.
– Y quedamos perplejos ante la incesante ronda de la comedia humana con sus recurrentes glorias y tragedias, imbecilidades y mezquindades.
– Desde esta Ultratumba -que también me ha dado perspectiva- aprecio que el “mirar desde arriba” ha tenido una larga y rica tradición. Si para nosotros los estoicos fue un ejercicio de serenidad, advierto que para los románticos -con su afición a escalar las más altas cimas- esta mirada desde arriba provoca una especie de arrobamiento, un impulso hacia el infinito, un deslumbramiento ante el esplendor del mundo y de la vida.
Juan Jacobo Rousseau, que se encontraba en la séptima de sus ensoñaciones de paseante solitario, nos confirmó la impresión de disolverse en la inmensidad de la realidad al tomar conciencia de la propia comunión con el Todo y nos dijo emocionado: “Siento éxtasis, arrobamientos inexpresables al fundirme, por así decirlo, en el sistema de los seres, al identificarme con la naturaleza entera”.
Federico Nietzsche, que acababa de bajar de la montaña con Zaratustra, añadió sentencioso:
– “Me he preguntado a menudo si no estoy más profundamente en deuda con los años más difíciles de mi vida que con cualquiera de los demás. Así es como mi más íntima naturaleza me enseña que todo lo necesario, mirado desde la altura y en el sentido de una gran economía, es también lo útil en sí, —que no sólo hay que soportarlo, que hay que amarlo… Amor fati: ésta es mi más íntima naturaleza”.
– Mirado desde la altura y en el sentido de una gran economía se comprende tu “repetir con frecuencia y emoción aquellos versos que dicen: Yo te sigo, destino. Y aunque no quisiera, habría de hacerlo por necesidad, aun a costa de mis lágrimas” (Aurora § 195).
– Hiciste una buena glosa del “Fata volentem ducunt, nolentem trahunt”, murmuró Marco Aurelio al tiempo que alisaba un pliegue de su toga purpúrea.
– Sí, los hados conducen al que quiere y arrastran al que no quiere.
– ¡La cena está servida!
– Y el hada del hogar me condujo al comedor. Si me resisto, me arrastra.
Rodolfo Ramon de Roux
Febrero, 2023
6 Comentarios
Excelentes reflexiones de lo complejo y lo sencillo. Gracias Rodolfo por este despertar en tu compsñía
Gracias, Rodolfo Ramón. Ese tomar distancia-altura le hace ver a uno su real pequeñez, como una brizna en el espacio. Y si, como dices, se le añade la distancia-tiempo, cobijando en una sola visión los millones de años pasados, el presente y los millones de años futuros, sí que se vuelve insignificante nuestra fugaz existencia. Ante eso, la grandeza, el poder, la
fama… se desinflan instantáneamente y podemos tomar las mejore decisiones con mayor seguridad y mayor paz.
De nuevo, mil gracias.
Como todos tus diálogos de ultratumba, éste nos transporta de nuevo a un recorrido por la sabiduría humana llevados de tu mano, así como Virgilio condujo al Dante por los laberintos del más allá, no ya desde arriba, sino desde la profundidad del más allá. Maravillosos!!!
¡Qué suerte la de gozar del “sentimiento oceánico” profundo y elevado, pequeño como gota e inmenso como mar, presente en la calma y despierto en la tempestad!. La perspectiva nos ayuda a tomar consciencia de dos hermosos palíndromos: “YO SOY”, “SOMOS”.
Gracias por este hermoso diálogo.
A todos, gracias por sus amables comentarios. Como nos lo recuerda Rafael, YO SOY pero en el SOMOS.
Una vez me recosté en el cuarto menguante de la luna y me puse a contemplar cómo transitaba la historia humana. Desde un mirador subiendo a La Calera, se divisa la inmensidad de Bogotá y la multitud de sus edificios y sus gentes, Desde la altura de los 80 años se observa la propia historia: cómo ha sido el recorrido, cómo será hacia adelante y, sobre todo, se aprecia el presente.