En la ultratúmbica tertulia “¿Acaso estamos muertos?” escuché el siguiente intercambio de incertidumbres. Pero ¿habré oído bien?
DANTE ALIGHIERI.- No menos que saber, dudar me gusta más.
MICHEL DE MONTAIGNE.- A mí me gusta saber mucho porque da ocasión de dudar más.
LINGUACUTA.- Dudo, luego existo.
KARL MARX.- De omnibus dubitandum, hay que dudar de todo: era mi máxima favorita.
LINGUACUTA.- Tú, tan perentorio e inclinado a profetizar, ¿nos estás tomando el pelo?
MARX.- Si lo dudan, pregúntenle a mi hija Eleanor, que fue mi secretaria y lo ha contado.
LINGUACUTA.- ¿Tenemos, pues, que dudar de todo menos de tu dudosa capacidad de dudar?.
DAVID HUME.- Muchas veces nuestras dudas surgen de aquello que teníamos por lo más cierto. Puede ser que eso le haya pasado a Marx, a posteriori.
MONTAIGNE.- ¡Pero miren quién llega! Bienvenido, mi querido Sexto Empírico, príncipe de escépticos. He vuelto a leer con provecho tus Esbozos pirrónicos.
SEXTO EMPÍRICO.- ¿Y te has reafirmado en tu escepticismo?
MONTAIGNE.- Sin dudarlo. Me parece razonable que si el conocimiento humano es relativo a nuestra percepción de las cosas -y esa percepción es limitada- entonces debemos carecer de opiniones definitivas.
SEXTO EMPIRICO.- Bien lo dices. No es el escepticismo un rechazo del conocimiento, sino un cuestionamiento del carácter absoluto de nuestro conocimiento. Tengamos presente que la palabra griega skepsis significa indagación, examen y que el examen escéptico es, simplemente, un proceso del despertar filosófico a la complejidad de la realidad.
LINGUACUTA.- Examen que implica esfuerzo.
SEXTO EMPIRICO.- Y que exige tomarse su tiempo, no precipitarse, analizar –sine ira et studio– las diferentes visiones sobre una misma realidad, lo cual nos conduce a la suspensión del juicio o epojé. Buscamos así tranquilidad de espíritu –ataraxia- con esta actitud de prudencia epistemológica.
MONTAIGNE.- Me molesta oír que este asumir el vivir y pensar sin certezas definitivas es propio de indolentes carentes de principios y de personalidad.
SEXTO EMPÍRICO.- Pongo en duda la seriedad de quien afirma tal cosa: el escéptico no es una persona desprovista de toda opinión o principio respecto de cuestiones relativas a la acción o a la especulación, ya que no es posible que exista alguien así.
LINGUACUTA.- ¿Te parece entonces que es una acusación injusta?
SEXTO EMPÍRICO.- Sospechar de la capacidad de nuestros sentidos o de nuestra inteligencia; no tragar entero; observar cuidadosamente lo que tragamos; reconocer que nos hemos podido equivocar al tragar; desconfiar del tragar gregario que exige solidaridades incondicionales; cultivar los matices para no ver la vida en blanco y negro; oponer el humor a la imbecilidad; no disfrazar los hechos para contentar a una determinada manada: actúa así y te echarás encima a los fanáticos de todos los pelambres.
HUME.- Eso me pasó. Por escéptico -y muy particularmente en materia de religión- me bloquearon mi carrera académica en Edimburgo.
LINGUACUTA.- Y a tu gran amigo, el reputado Adam Smith, le amargaron la vida por atreverse a hacer tu elogio fúnebre y escribir que “En líneas generales, tanto durante su vida como desde su muerte, siempre le he tenido [a Hume] por una persona cuya erudición y virtud se acercaban tanto a la perfección como tal vez permita la fragilidad humana”.
HUME.- Aclaro que no prediqué el ateísmo. Tanto Smith como yo defendimos que la religión nace para satisfacer una necesidad psicológica: ayudar a la gente a reconciliarse con su naturaleza y su destino. Aunque al vivir y morir, con felicidad y dignidad, pero sin fe, demostré estar por encima de esta necesidad.
LINGUACUTA.- Lo cual enervó mucho a los guardianes del Templo, cuyo celo por el dogma los consume.
HUME.- Cambiando de tema, les cuento que antes de mi llegada a Ultratumba estuve de viaje por mi querida Escocia con un amigo un tanto ingenuo y un discípulo demasiado escéptico.
SEXTO EMPÍRICO. ¿Te sucedió algo interesante?
HUME.- Al menos, simpático. Por la ventanilla del carruaje en el que viajábamos vimos un campo con ovejas negras. Ninguno de mis dos acompañantes había visto antes ovejas negras, por lo que se estableció un curioso diálogo:
- -¡Vaya! ¡En Escocia las ovejas son negras!- dijo mi amigo.
- Querrás decir que en Escocia algunas ovejas son negras…, corregí.
- Bueno, con lo que hemos visto lo único que podemos decir es que en Escocia algunas ovejas son negras… ¡por un lado!, remató mi discípulo con excesivo escepticismo.
SEXTO EMPÍRICO.- Me da la impresión de que eso es un chiste.
HUME.- Pues verifícalo. ¿Acaso no afirmaste que no hay que tragar entero?
BALTASAR GRACIÁN.- Es muy ordinario el mentir, sea extraordinario el creer.
SEXTO EMPÍRICO.- Hume, me parece exagerada la posición de tu discípulo: no hay que caer en un dogmatismo de la duda.
HUME.- No solo sería contradictorio, sino también estéril.
SEXTO EMPÍRICO.- Así es. Bien señalaste en tu Investigación sobre el Entendimiento Humano que todos los humanos, en la vida cotidiana, actuamos con base a creencias, costumbres y pasiones.
HUME.- Por ello, aun sabiendo que nuestros sentidos y experiencia son limitados, y que nuestra razón es esclava de las pasiones, me inclino por un escepticismo mitigado. La duda excesiva y sistemática está bien para las discusiones teóricas y para los laboratorios científicos, pero no ayuda para la vida concreta. Sin embargo, no temo la duda excesiva con quienes quieren imponer a toda costa sus creencias.
LINGUACUTA.- En tal caso te gustará la siguiente anécdota contada por Simón Blackburn, uno de tus estudiosos.
HUME.- Soy todo oídos, aguda señorita.
LINGUACUTA.- Eminentes representantes de diversas religiones se encuentran un día en un programa de televisión. El budista hace el elogio de la paz interior, de la compasión, de la renuncia a los deseos. Los otros le dicen: “Es maravilloso. Si eso funciona para usted, es fantástico”.
El hinduista toma la palabra y habla del Samsara, de los ciclos de la vida, de la enseñanza de Khrisna en el Bhagavad-gītā. Los otros participantes le dicen: “Es maravilloso. Si eso funciona para usted, es fantástico”.
El católico habla entonces del mensaje de Jesús, de su encarnación, de su muerte redentora, de la vida eterna, del amor a los demás. Los participantes a la reunión le dicen: “Es maravilloso. Si eso funciona para usted, es fantástico”.
El católico se enfurece y dice a los otros participantes: “¡Pero si el asunto no es que eso funcione para mí! ¡Se trata de la verdad universal, de la palabra del verdadero Dios! ¡Y si ustedes no creen, se condenarán por toda la eternidad!
Los otros le responden al unísono: “Es maravilloso. Si eso funciona para usted, es fantástico”.
- En medio de las sonrisas maliciosas de Sexto, Montaigne, Hume y Linguacuta, Blaise Pascal no se aguantó y exclamó airado:
PASCAL.- Detesto a los escépticos: son incapaces de decidirse y dar el salto de la fe. A ustedes se les pueden aplicar las palabras del Señor en el Apocalipsis: “Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
HUME.- Take it easy, Blaise, que con salto o sin salto de la fe todos hemos venido a templar en Ultratumba. Be cool.
PASCAL.- No estés tan tranquilo, insensato. Ya vendrá el Juicio final. ¡Todos ustedes van a ver lo que es el Infierno!
JEAN-PAUL SARTRE.- El Infierno ya fueron los otros. ¿Acaso nos prometes una dosis extra?
PASCAL.- Temblarás aquel día de la ira divina: ¡Dies irae, dies illa! ¡Quantus tremor est futurus, quando iudex est venturus!
LINGUACUTA.- Soseguémonos por el momento. Los invito a escuchar a este letrado exjesuita que desde hace poco nos acompaña en Ultratumba.
ANDRÉS ORTÍZ-OSÉS.- El agnóstico no sabe y no opina; el ateo no sabe y opina que no; el creyente no sabe y opina que sí.
PASCAL.- Yo no opino, yo afirmo: Dios es.
ORTÍZ-OSÉS.- Dios es el nombre de lo innombrable, el concepto de lo inconcebible.
PASCAL.- Si creyéramos en Dios todo sería distinto.
ORTÍZ-OSÉS.- Con Dios todo sería distinto: el asunto es que Dios es tan distinto que no se corresponde con nuestra realidad. Dios es el que es: y nosotros somos como somos.
PASCAL.- Somos su imagen.
JERZY LEC.- Dios nos creó a su imagen. Pero ¿cómo sabemos si era realista?
PASCAL.- ¡Atrevido! No admito que bromees con las cosas divinas: es una cuestión de principios.
JERZY LEC.- Cuando me esgrimen que es “cuestión de principios” sé que llegamos al final del diálogo. Como dijo León Molina: “Me gusta charlar con personas de sólidas creencias; acabamos en un santiamén.”
LINGUACUTA.- Me da la impresión de que los ánimos se están caldeando.
SEXTO EMPÍRICO.- Y me parece que eso no es bueno para la ataraxia. Tal vez ya hemos hablado demasiado.
HUME.- Probablemente es hora de irnos al descanso.
MONTAIGNE.- Ojalá que no sea eterno.
R.I.P.
Rodolfo Ramón de Roux
7 Comentarios
Genial y macabro tu artículo, Rodolfo. Al leerlo, me parece entender que en este escrito (quizá también en los anteriores) el o la famosa Linguacuta eres tú. Al menos tiene el mismo tono burlesco y sarcástico que desconcierta pero hace reír. Gracias de nuevo por deleitarnos con tus reflexiones ultratúmbicas.
Humberto, Linguacuta es una parienta cercana, lo mismo que Sofrosina: una me ha dado clases de ironía; la otra de mesura. Pero he sido un alumno regularzón.
Hay que dudar de todo, menos del dogma que acabo de formular. Gracias Rodolfo.
Luis Alberto, Sexto Empírico dice que diste en el clavo mientras Montaigne exclama: Que sais-je? y Arcesilao le espeta a Sócrates, “Ni siquiera sé si no sé nada”. Un abrazo.
Estupendo recorrido por las mentes de filósofos que nos antecedieron y que esperamos conversar cn ellos, una vez concluido nuestro periplo vital. Ojalá Linguacuta nos sirva de guía.
Por lo que oimos de este lado del diálogo, hay que dudar si este diálogo está completo; aunque dudo si mis dos oidos oyen bien.
Tal vez tienes razón, Vicente.