Deambulaba en mi sueño por el parque “Último suspiro”, cuando oí de pronto unas voces familiares que venían de entre los árboles. Me acerqué -curioso y sigiloso- paré la oreja y escuché este diálogo sobre cuál es la mejor de las religiones monoteístas. No sé por qué, pero me pareció estar oyendo algo ya oído, así como volvemos a soñar lo ya soñado.
SULTÁN SALADINO.- Puesto que escucho que eres sabio, a ver si me dices, judío Natán, ¿cuál de las tres religiones es la mejor? ¿El cristianismo, el judaísmo o el islamismo?
NATÁN.- Permíteme responder con una fábula. Hace muchos años, vivía en Oriente un varón que poseía un anillo que tenía la fuerza de hacer agradable a los ojos de Dios y de los hombres a quien lo llevara con esa confianza. ¿Quién se extrañará de que ese varón no quisiera dejar de llevarlo nunca en su dedo, y de que tuviera la disposición de conservarlo eternamente en su casa? Dejó el anillo al predilecto de sus hijos, estableciendo que éste, a su vez, lo legara al que fuese su hijo predilecto, y así sucesivamente, de modo que el dueño del anillo se convirtiera en cabeza y príncipe de la familia. Entiéndeme, Sultán.
SALADINO.- Te entiendo. ¡Prosigue!
NATÁN.- De hijo en hijo llegó finalmente el anillo a un padre que tenía tres hijos, los cuales le eran igualmente obedientes y en consecuencia, no podía menos de quererlos igual a los tres. Pero al aproximarse la muerte del padre, este se preguntaba qué hacer.
SALADINO.- ¿Y qué hizo?
NATÁN.- Mandó en secreto fabricar otros dos anillos completamente iguales, tanto que ni él mismo pudo distinguir el original. Entonces llamó por separado a cada uno de sus hijos, le dio su bendición -y su anillo- y murió. Estás oyendo ¿no, Sultán?
SALADINO.- ¡Oigo, oigo! Pero acaba pronto con tu fábula.
NATÁN.- Apenas muerto el padre, cada uno de los hijos quiso -por la gracia del anillo- ser el príncipe de la casa. Se investiga y se discute inútilmente: resulta imposible demostrar cuál es el verdadero anillo; casi tan indemostrable como nos resulta ser la fe verdadera.
SALADINO.- ¡No juegues conmigo! Las religiones que te indiqué, bien que se las puede distinguir. ¡Hasta por el vestido, hasta por la comida y la bebida!
NATÁN.- Pero no precisamente por razón de sus respectivos fundamentos. Porque, ¿no se basan las tres en la historia? ¡Escrita, u oralmente transmitida, es lo mismo! Y la historia, ¿no hay que aceptarla acaso solamente por confianza y fe? Ahora bien ¿cuál es la confianza y la fe de la que duda uno menos? ¿No es la de aquellos cuya sangre llevamos, la de aquellos que desde nuestra infancia nos dieron pruebas de su amor y no nos engañaron nunca, sino cuando pensaron que era más conveniente para nosotros el ser engañados? ¿Cómo es posible que crea yo a mis padres menos que tú a los tuyos? O al revés. ¿Puedo yo exigirte que desmientas las mentiras de tus antepasados para que no contradigan a las de los míos? O al revés. Lo mismo vale de los cristianos. ¿No?
SALADINO.- ¡Por el Sumo Viviente! Tienes razón.
NATÁN.- Volvamos a nuestros anillos. Los hijos se querellaron y cada cual juró ante el juez haber recibido el anillo directamente de manos de su padre. ¡Cosa que era verdad!
SALADINO .— Menudo lío. ¿Cómo pudo solucionarse?
NATÁN .— El juez declaró: Me dicen ustedes que el anillo auténtico posee la fuerza maravillosa de hacer que su dueño sea grato a los ojos de Dios y de los hombres. ¡Sea esto lo que decida, puesto que los anillos falsos no tienen ese poder! Díganme ¿quién de ustedes cree ser el más amado? ¡Respondan! ¿Acaso cada uno de ustedes a quien más ama es a sí mismo? ¡En ese caso, orgullosos egoístas, ustedes tres son estafadores estafados! y ninguno de los tres anillos es el verdadero. Seguramente se perdió el auténtico y el padre mandó hacer tres para ocultar la pérdida.
SALADINO.- ¡Qué agudeza!
NATÁN.- Así pues, prosiguió el juez, si prefieren mi sentencia a mi consejo, ¡váyanse! Les doy, sin embargo, mi consejo: Cada cual recibió del padre su anillo, pues crea cada cual que su anillo es el auténtico. Existe otra posibilidad: ¡que el padre ya no haya querido tolerar más la tiranía del anillo único! Pero una cosa es segura: los amaba a ustedes tres, y los amaba igual, por eso no quiso relegar a dos de ustedes para favorecer a uno. ¡Pues bien! ¡Esfuércese cada uno de ustedes por manifestar la fuerza de la piedra que hay en su anillo! Y háganlo llevando una vida piadosa, humanitaria y ejemplar.
SALADINO.- Sabia fábula: lo que muestra cuál es la mejor de las creencias; es la vida que llevan sus adeptos.
NATÁN.- Quiero dejar claro que esta fábula no es mía sino de Gotthold Lessing. Por añadidura, cuatrocientos años antes de Lessing, Giovanni Boccaccio contó una muy parecida en su Decamerón.
SOFROSINA.- Vamos montados en hombros de gigantes. Muchas de nuestras “novedosas” ideas no son sino reciclajes y actualizaciones: “aggiornamenti”, como dicen los italianos.
NATÁN.- Una vez en Ultratumba, no tiene mayor importancia eso de la “propiedad intelectual”. Lo que cuenta es que se difundan y reciclen las ideas de tolerancia religiosa que transmite la fábula de los tres anillos que, por lo demás, es muy conocida.
SOFROSINA.- No por conocida es menos necesario recordarla con frecuencia. ¿No ves la miserable degollina en la que se han enfrascado de nuevo judíos, musulmanes y cristianos?
NATÁN.- No deja de asombrarme el número de masacres perpetradas por la diferente manera de concebir el mandato divino de amar al prójimo.
SOFROSINA.- Toda “elección divina” produce réprobos. Y, al grito guerrero de “¡Dios lo quiere!”, los “elegidos” movilizan la supuesta voluntad divina para legitimar sus particulares intereses y carnicerías.
NATÁN.- ¿Por qué abundarán los enamorados incondicionales y ciegos de su exclusiva y excluyente verdad revelada?
SOFROSINA.- Porque creer duro como hierro le sirve a muchos como salvavidas en el naufragio de la existencia.
NATÁN.- Pero los que tienen sobredosis de convicción deberían pensar que si proclaman que solo su anillo -perdón, quise decir su credo- es bueno y verdadero, todos los credos terminan por ser falsos.
SOFROSINA.- Cualquier fanático está animado por la “íntima convicción” en la justicia o santidad de su causa. Pero la íntima convicción no es prueba de verdad, sino de fe en la verdad de la propia creencia. Eso lo saben muy bien las víctimas de muchísimas y seculares “íntimas convicciones”.
LINGUACUTA.- Ojalá la historia de los tres anillos no fuera fábula sino verdad.
NATÁN.- La verdad necesita de la belleza de la fábula.
SOFROSINA.- Y nosotros necesitamos de fábulas para soñar la vida.
Rodolfo Ramón de Roux
Noviembre 2023
9 Comentarios
Las fabulas son realidad y algunas de ellas superan la realidad de la realidad histórica, que tu Rodolfo conoces tan bien.
Cuanta verdad dentro de tanta historia, y cuanta mentira dentro de la realidad. Gracias profe.
La fábula, la parábola, el cuento, permiten abordar temas sensibles invitando a los oyentes a la reflexión y evitando que se pongan a la defensiva.
Que alegría y que honor nos haces Martin al saber que eres uno de nuestros lectores. Abrazo fuerte de compañeros Martin!!!
Toda religion es falsa porque pretende que la sigas y si esto haces te protege que te mostrara a Dios. Dios es una experiencia que sentimos en nuestro corazón. No tiene que ver con la razón ni con la fe, ni con la moral. En la India saben esto y lo practican. Me quito el sombrero ante la sabiduría de la India. Agradezco al Maestro Prem Rawat quien me enseño el modo de entrar en mi corazón hace 48 anos.
Toda religion es falsa porque pretende que la sigas y si esto haces te protege que te mostrara a Dios. Dios es una experiencia que sentimos en nuestro corazón. No tiene que ver con la razón ni con la fe, ni con la moral. En la India saben esto y lo practican. Me quito el sombrero ante la sabiduría de la India. Agradezco al Maestro Prem Rawat quien me enseño el modo de entrar en mi corazón hace 48 anos. (promete por protege…!)
Como seres finitos necesitamos aferrarnos a algo infinito “como salvavidas en el naufragio de la existencia.” Pero, en verdad, lo único legitimo es amar al otro como a si mismo
Rodolfo, de nuevo muestras tu habilidad para que todos queden satisfechos, creyendo recibir lo que quieren recibir. Saladino, feliz. Hasta Linguacuta queda satisfecha. Gracias por deleitarnos con tus enredos de gaza con árnica.
¿Hábil? Tu comentario, amigo Humberto.