Muy puntual -como solía serlo y exigirlo-, el de Loyola me estaba esperando junto a la estatua de Simone de Beauvoir. ¡Oh, ultratúmbica sorpresa! No estaba solo. Lo acompañaba una de sus devotas “íñigas” que me saludó con recato.
⁃ Ignacio, todos tus primeros biógrafos jesuitas –Diego Laínez, Juan de Polanco, Pedro de Ribadeneira- coinciden en señalar que cediste bastante al “vicio de la carne”. Incluso se hace referencia -no por parte de ellos- a una posible hija ilegítima tuya, conocida durante mucho tiempo como María de Villarreal -el nombre de su madre- y después como María de Loyola. Quizás para ambas, madre e hija, fueron aquellos dineros que te debía y te pagó el duque de Nájera en 1522. Como dices en tu Autobiografía: “Y cobró [Ignacio] los dineros mandándolos repartir en ciertas personas a quienes se sentía obligado”.
⁃ Puedes seguir especulando pues ya te dije que no volveré sobre ese pasado. Hablemos más bien de mi relación con las mujeres después de haberme apartado de mis “travesuras” por causa de la mutación radical que hice después de la batalla de Pamplona.
⁃ Soy todo oídos.
⁃ Una de las primeras personas que entró de lleno en mi vida cuando me hallaba en plena deriva interior fue precisamente una mujer: Inés Puyol, a quien tengo el gusto de presentarte.
⁃ Inés mira tiernamente a Ignacio y dice: Fui una de tus primeras “discípulas espirituales”, las que éramos conocidas en catalán como “les Yñigues”. ¿Te acuerdas que mi hermano Antonio Puyol te ayudó a salir de Manresa después de verte en dificultades por las habladurías de las gentes y por la incomodidad de las autoridades eclesiásticas con tus conventículos femeninos?
⁃ Cómo olvidar que posteriormente viví en tu casa de Barcelona durante más de dos años.
⁃ Allí te cuidé con dedicación -prosiguió Inés- después de que recibieras una paliza que te postró en una cama durante casi dos meses. Te curaba las heridas, te aseaba, te daba de comer.
⁃ Asimismo, Inés, recorrimos juntos las calles de la ciudad intentando convencer a mujeres caídas en la prostitución de que dejaran esa vida, o fuimos por las casas en las que había matrimonios desavenidos para que retornasen a la convivencia.
⁃ Hugo Rahner -hermano del gran Karl- quien estudió cuidadosamente la correspondencia de Ignacio con las mujeres de su tiempo se acercó discretamente y me dijo en voz baja: No te extrañe, por tanto, que Inés fuera la destinataria exclusiva de las cartas que Ignacio envió durante su peregrinación a Jerusalén y la primera a quien escribió una vez instalado en París para seguir sus estudios de teología. En esa correspondencia primigenia, Ignacio desplegó todo el afecto que una persona sería capaz de demostrar por escrito y que raramente volvería a aparecer en sus cartas.
⁃ Ignacio -prosiguió Inés Puyol- no olvides a Isabel Roser; ambas contribuimos a que contactaras en Barcelona con nuestro círculo de amistades femeninas de la pequeña aristocracia local, reducido pero incondicional. La Roser e Isabel de Josa te entregaron durante años considerables cantidades de dinero para ayudarte a terminar tus estudios y luego para dar empuje a la naciente Compañía de Jesús.
⁃ ¡Ay, Inés! A pesar de haber recibido de muchas de vosotras -sobre todo en Manresa y Barcelona- sobradas muestras de fidelidad, protección y afecto, e importantes sumas de dinero, fue quedando en el olvido la valiosa ayuda que me habíais prestado. Pero es indudable que pude peregrinar a Jerusalén, estudiar en París y fundar la Compañía gracias a la ayuda de mujeres devotas, a las cuales fui formando a través de los Ejercicios, de la misma manera que lo hice con mis primeros amigos “in Domino”.
⁃ Y de los procesos inquisitoriales que te abrieron en Alcalá -continuó Inés- te salvaron algunas mujeres que testimoniaron en tu favor como Beatriz Ramírez, Mencía de Benavente y Teresa Enríquez, esposa del comendador mayor de León, Gutierre de Cárdenas. Por otra parte, ese grupo de devotas tuyas te apoyó no solo en el terreno de lo afectivo y lo económico, sino también en el espiritual. Basta analizar las ochenta y nueve cartas tuyas que se conservan dirigidas a mujeres, además de otras cincuenta que ellas te remitieron.
⁃ Tienes razón. Entre otras le escribí a Isabel Roser, Teresa Rejadella y Leonor de Mascareñas -la portuguesa que crió a Felipe II- no sólo para agradecerles la protección dispensada sino también para tratar de cuestiones espirituales.
⁃ Sé que con el tiempo tus amigos jesuitas -y tal vez tú mismo- se esforzaron por ocultar tus contactos con aquellas “íñigas”, algunas de las cuales cayeron bajo la sospecha de ser “alumbradas”.
⁃ Nunca las olvidé, pero tuve que volverme muy prudente con ese tipo de relaciones desde que en 1525 el gran inquisidor Alfonso Manrique promulgó un edicto denunciando a los alumbrados como herejes. Mi “pecado” fue haberme acercardo a los alumbrados cuando aún no eran considerados herejes.
⁃ ¿Era tan grave el asunto de ser tachado de alumbrado?, pregunté.
⁃ Por supuesto. En Alcalá hicieron tres veces proceso contra mí, fui apresado y encarcelado por cuarenta y dos días. Aunque me liberaron, arrastré ese sambenito de alumbrado, lo mismo que mis compañeros jesuitas. No olvides que Melchor Cano -influyente teólogo y obispo dominico- declaró públicamente en 1554 que la Compañía era «la Orden de los alumbrados».
⁃ Dime, en concreto, ¿qué te aportaron esas beatas próximas al movimiento de los alumbrados?
⁃ Me contagiaron la continua referencia que hacían al nombre de Jesús, el modo de hacer oración mental -en “recogimiento”- y la importancia de experimentar la misericordia divina frente al pecado. Había expresiones alumbradas que fueron consideradas heréticas, pero que llevadas a la práctica me ayudaron mucho, tales como: el amor de Dios en el hombre es Dios mismo; Dios ama más al que más perdona; o, no es necesario tener ciencia para predicar la experiencia de Dios en cada uno.
⁃ Imagino cuán problemático era esto último para la Iglesia jerárquica que ejercía un control estricto sobre la predicación de la fe.
⁃ Pero, ¿cómo podía callarme? Yo había pasado por un proceso de iluminación interior que me llevó a una fe inamovible, hasta decir que si me faltara la Sagrada Escritura podía seguir creyendo. Por eso escribí en mi Autobiografía que, tras las visiones que tuve, muchas veces consideraba que «si no hubiese Escritura que nos enseñase estas cosas de la fe, él [Íñigo] se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto».
⁃ Para muchos esto era caminar por un sendero muy peligroso, sin la Escritura ni un magisterio dogmático y universitario, y sin fundamentar la salvación en un sólido corpus doctrinal.
⁃ ¿Por qué crees que tuve que ir a París a estudiar teología?
⁃ Volviendo al tema de tu relación con las mujeres sé que algunas te ayudaron mucho cuando ya estabas en Roma como “general”de una Compañía naciente.
⁃ Agradezco mucho en esa época la colaboración de Leonor Osorio -esposa de Juan de Vega, el embajador del Emperador ante la Santa Sede- y de Margarita de Parma, hija ilegítima del emperador Carlos V. Facilité mucho el matrimonio de Margarita de Parma con Octavio Farnesio, nieto del papa Paulo III. Bauticé al hijo del matrimonio, Alejandro Farnesio y, muy probablemente, Margarita contribuyó a que su abuelo “Papa” aprobara la Compañía en 1540. Margarita también alentó a su padre, el Emperador, para que superase la reticencia que sentía hacia los nacientes jesuitas y favoreció el impulso de la Compañía en los Países Bajos, en sus años de gobernadora entre 1558 y 1567.
⁃ ¡Qué habilidad tenías para conseguir el apoyo de gente de alto linaje!
⁃ Harta necesidad teníamos de ello, pues abundaban nuestros enemigos. Inútil decirte cuánto nos ayudó el ingreso en secreto a la Compañía de Juana de Austria -otra hija ilegítima del emperador Carlos V- quien fue archiduquesa de Austria, princesa de Portugal y regente de España. Desde su privilegiada posición ella intervino a favor de la Compañía en los momentos de mayor virulencia antijesuítica.
⁃ Cuéntame ¿por qué te negaste a fundar una Compañía de Jesús femenina?
⁃ Al poco tiempo de crearse la Compañía de Jesús, esta fue considerada por algunas mujeres devotas -que habían enviudado o elegido una opción diferente de la de la carga del matrimonio y la reproducción- como una oportunidad para intervenir de modo activo en la sociedad de su tiempo, ya fuera realizando una labor asistencial, educativa y caritativa, junto a los enfermos o en sectores marginados como el de la prostitución o el de los niños y niñas huérfanos sin recursos, o participando en la transmisión de la fe.
⁃ Todo ello me parece loable. ¿Qué pasó?
⁃ En Roma, el día de Navidad de 1545, hicieron sus votos de entrada en la Compañía de Jesús las catalanas Isabel Roser y Francisca de Cruylles, junto a Lucrecia Bradine, una devota italiana a quien yo mismo había reclutado. Pero los desencuentros comenzaron pronto y solicité al Papa que aceptase mi petición de expulsar de la Compañía a Isabel y a sus otras dos compañeras jesuitas, como efectivamente sucedió el 1 de octubre de 1546. En ese momento, cerré las puertas a la existencia de una rama femenina de la Compañía. Pero tuve que seguir rechazando las múltiples peticiones de otras mujeres, lo que llevó a algunas de ellas incluso a tomar la iniciativa de considerarse a sí mismas «jesuitas», forzándome a reiterar mi posición en contra de la creación de una rama femenina de la Orden.
⁃ ¿Qué razones diste?
⁃ – Alegué mi falta de salud y de fuerzas, aunada a mis excesivas ocupaciones.
⁃ Lo que era cierto.
⁃ – También añadí el argumento de que la misión apostólica que la Compañía de Jesús iba a desempeñar en territorios tan lejanos y peligrosos como la India impedía a los jesuitas admitir mujeres por su imposibilidad de «ocuparse» de ellas.
⁃ Negaste así a las mujeres lo que defendías para tus “amigos en el Señor”: la posibilidad de una vida religiosa no conventual sino activa e itinerante, liberada de la jurisdicción del obispo y que solo tuviera por encima al general de la Orden y al Papa. Contribuiste, pues, a impedir a las mujeres disfrutar de absoluta movilidad para ejercer su apostolado y una serie de funciones asistenciales y educativas sin la obligatoriedad de la clausura, ineludible para las órdenes femeninas. Este hubiera sido un momento crucial para la evolución de la vida religiosa femenina.
⁃ – No me cargues toda la responsabilidad. Tú mismo admites que la obligatoriedad de la clausura se consideraba ineludible para las órdenes femeninas. Todavía no estaba el palo para cucharas. Tal vez recuerdes que una gran reformadora como santa Teresa de Jesús
se oponía a la existencia de monjas fuera de las clausuras: “es grandísimo peligro
-decía- monasterio de mujeres con libertad; y que más me parece es paso para caminar al
infierno las que quisieren ser ruines que remedio para sus flaquezas”.
⁃ Sin embargo, después de tu llegada a Ultratumba se sucedieron una serie de iniciativas de mujeres que escogieron el modelo de la Compañía de Jesús para aplicarlo a una comunidad femenina.
⁃ Me han contado que treinta y nueve Institutos religiosos femeninos han sido fundados o cofundados por un jesuita, la mayoría en los siglos XIX y XX. Pero me alegra que hayan seguido mis directivas pues han cumplido su papel de fundadores sin encargarse jurídicamente de los nuevos Institutos, aunque infundiendo el espíritu de la Compañía.
Juana de Lestonnac -cuya madre, convertida al calvinismo, era hermana del escéptico Montaigne-, fundó en 1607 la Orden de la Compañía de María, ayudada por dos jesuitas e inspirada en la Compañía de Jesús. Fue la primera Orden femenina dedicada a la docencia. Cuando Juana falleció, en 1640, estaban en funcionamiento más de treinta conventos-escuela en Francia.
⁃ ¡Ah! las mujeres. Siempre terminan saliéndose con la suya.
⁃ Te lo había dicho: ellas son el sexo fuerte.
En esas irrumpió William Golding exclamando : “Las mujeres están locas”.
Un silencio sepulcral se instaló en el parque. El anciano “Señor de las moscas” reafirmó:
“Creo que las mujeres están locas si pretenden ser iguales que los hombres. Son bastante superiores y siempre lo han sido. Cualquier cosa que le des a una mujer lo hará mejor. Si le das esperma, te dará un hijo. Si le das una casa, te dará un hogar. Si le das alimentos, te dará comida. Si le das una sonrisa, te dará su corazón. Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des”.
¡Hip! ¡Hip! ¡Hurra! Gritaron las sororas agolpadas junto al busto de Beauvoir.
Desde una nubecilla resonó la voz melodiosa de Marisol cantando “La vida es una tómbola, tom, tom, tómbola, de luz y de color, de luz y de color”.
El ambiente se puso chévere. Salimos a festejar en la terraza del Mirador cósmico. Nos encontramos allí con el adusto Roberto Bellarmino, quien nos lanzó un gesto de disgusto a causa del alboroto. El cardenal jesuita, “martillo de herejes” y director de los procesos inquisitoriales contra Galileo y Giordano Bruno, observaba muy serio por el potente telescopio “Eppur si muove” el titilar lejano de las luces del gran teatro del mundo y de su feria de vanidades.
Rodolfo Ramon de Roux
Marzo, 2023
10 Comentarios
Me llamó mucho la atención el diálogo por mi desconocimiento y, especialmente, el cuidado por las mujeres de “la profesión más antigua de la historia”, Precisamente, acababa de leer en el Evangelio de Mateo que Jesús dijo: “y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios. Vino Juan… y las prostitutas le creyeron”. Nuestro Santo Padre Ignacio no hacía discriminación de personas. Rodolfo, sigue dialogando con los que se fueron antes que nosotros, pues están vivos.
Gracias por tus dos artículos ignaciano-femeninos, Rodolfo. Abrieron una ventana que desconocía. Disfruté mucho leyéndolos, como siempre me ocurre con tus textos.
Rodolfo, felicitaciones y muchas gracias. No me había dado cuenta de tu delicioso artículo. Aunque un poco tarde, es un consuelo descubrir que el fundador de la Ínclita no solo la fundó en la virtud sino en una buena suma placeres vitandos. Así podemos comprobar que no estamos solos en este camino hacia la conversión.
Rodolfo: Me uno a Marisol y a todos los demás que admiramos tu habilidad para entrevistar muertos. Vale por esa. Excelente pieza. Dónde puede encontrar “LAS MUJERES DE IGNACIO (1)”. Parece que me distraje y me perdí esa parte. Gracias por esas lecciones didácticas tan divertidas. Un abrazo.
Humberto, la primera parte se publicó ayer.Gracias por tu comentario.
HIP, hip,Hurra!!! Es un placer leer tus documentados diálogos y especialmente estos que tienen asiento en nuestras raíces jesuíticas. Continúa, por favor continúa!!!
Excelente y divertida esta segunda parte. Desconocía detalles de ese aspecto de Íñigo. Mil gracias, Rodolfo Ramón.
Esa mirada tan humana sobre S. Ignacio nos lo hace recordar con mucho más cariño, que crítica. Gracias Rodolfo.
Gracias Rodolfo, como siempre nos haces simpática la historia de nuestros antepasados y ahora de las antepasadas.
Me declaro feminista profundo. He sido feliz con la presencia de las mujeres en mi vida. Siempre me han enriquecido muchísimo.
Me entristece cada vez que veo a una tratada sin la debida dignidad. Y soy feliz agradeciendo y reconociendo los grandes aportes que han hecho y siguen haciendo muchas mujeres, ignacianas o no.
Goyo, a ti y a todos los que me han hecho tan amables comentarios: GRACIAS.