En un animado diálogo sobre su De Senectute, Marco Tulio Cicerón nos ofrece algunas reflexiones sobre el arte de saber envejecer.
Marco Tulio Cicerón llegó sonriente. Venía muy agarradito, de mano sudada, con la sensata Sofrosina a su derecha y con la sensual y atrevida Linguacuta a su izquierda. Sin más preámbulos la lenguaraz jovenzuela me tomó por sorpresa al exclamar: “A juzgar por tu aspecto, te queda poco tiempo para aprovechar los consejos de Marco Tulio”. Molesto por la desfachatez respondí: “En la juventud aprendemos, en la vejez entendemos. Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Espoleada en su orgullo Linguacuta replicó: “No creas que las canas y las arrugas infunden autoridad por sí solas. No son los años en tu vida los que cuentan, es la vida en tus años”.
Marco Tulio debió captar mi gesto de disgusto pues me dijo: “No le hagas caso a la insolencia juvenil”. Extrajo ahí mismo, de entre los pliegues de su blanca toga, un ejemplar del De senectute y me lo obsequió amablemente. Otrora, en aquel tiempo ya lejano que llaman la “flor de la edad” -cuando muy poco nos interesa pensar en el invierno de la vida- yo había leído sin mayor interés aquel breve escrito sobre el arte de envejecer. Ahora, con un oído más receptivo, tenía la oportunidad de escuchar de la boca del mismo Marco Tulio sus reflexiones sobre lo que actualmente llamamos “tercera edad” para no ofender a los viejos, perdón, a los “adultos mayores”.
– Marco Tulio. Dicen que en la edad adulta ya no servimos para nada. Patrañas. En el 42 a.C., cuando tenía 62 años, edad avanzada en aquel entonces, concluí el De senectute. Te recuerdo que cuatro años antes,había perdido mi rol central al frente de la clase política romana, cuando Julio César cruzó el Rubicón, abocando a la República a la guerra civil. Terminé retirándome a mi casa de campo, donde permanecí hasta mi asesinato en el 43 a.C. A pesar de mi desgracia, en lugar de dedicarme a tomar trago o suicidarme, opté por perfeccionar mis estudios literarios y volcarme en la escritura.
- ¿Escribiste mucho?
– Marco Tulio. En el espacio del año precedente a mi infame degüello, además del mencionado De senectute escribí De natura deorum (Sobre la naturaleza de los dioses), De divinatione (Sobre la adivinación), De fato (Sobre el destino) y De amicitia (Sobre la amistad).
- Esa era la ventaja de no perder tanto tiempo, como hoy, viendo televisión y “chateando” durante horas en las redes sociales. Además estabas gozando de la vida campestre en la tranquilidad de tu hogar.
– Marco Tulio. ¿Cuál tranquilidad? En los asuntos personales me iba tan mal como en los políticos. A los sesenta años me divorcié de Terencia, tras treinta años de matrimonio. Mi depresión aumentó con el fallecimiento de mi hija Tulia, en febrero de 45 a.C., y de mi nieto, pocos días después del parto. Tampoco hallé consuelo en un breve enlace con la joven Publilia, de quien me separé unos meses más tarde.
– Linguacuta. Sólo a ti se te ocurre casarte con una quinceañera, ¡45 años menor que tú!
- Si mal no recuerdo escribes en el De senectute que la lujuria es la peor maldición que la naturaleza ha arrojado sobre el ser humano, pues ciega los ojos de la mente, impide la reflexión y genera pasiones incontrolables que buscan imprudentes su propia satisfacción.
– Marco Tulio. También dije que, como la razón y la sabiduría no bastan para librarnos de la tiranía de la lujuria, debemos dar gracias a los dioses por aplacar en nuestra senectud la ardiente pasión de la juventud que, una vez viejos, nos llevaría a desear lo que ya no nos conviene. Bueno, eso lo escribí después de la triste experiencia con Publilia porque, desafortunadamente, la experiencia es una linterna que llevamos a la espalda: sólo ilumina el camino ya recorrido.
– Linguacuta. Fuiste muy optimista al afirmar que “la imprudencia es propia de la edad florida y la sabiduría de la marchita”. Estabas tan embobado con esa adolescente como Mirón de Xenos conmigo.
- ¿Qué te pasó con él?
– Linguacuta. Era un gallo ya sin cantares, pero tan encaprichado con mis encantos, que fue donde Galeno y le dijo: “Doctor, le suplico que me baje la libido”. Galeno le respondió: “No es necesario; a su edad la libido sólo está en la cabeza”. “Por eso le suplico que me la baje”, imploró el desconsolado Mirón.
- Yo me di cuenta que estaba envejeciendo desde que mi urólogo comenzó a preguntarme: “¿Cuántas veces?”. Eso era lo que antes me preguntaba mi confesor.
– Linguacuta.- Mirón supo que estaba envejeciendo cuando empezó a tener más citas médicas que amorosas.
- Lo positivo es que con los años se desarrollan nuevas habilidades: uno puede toser, estornudar, reírse y hacer pipí, todo a la vez.
– Linguacuta. No te lamentes. La vida es una sucesión de etapas. La naturaleza ha dispuesto nuestra existencia de modo que disfrutemos de unas cosas cuando somos jóvenes y de otras cuando somos viejos. La vejez puede ser una etapa maravillosa de la vida.
- No lo dudo. Un día eres joven, y de pronto te encuentras cargando en los bolsillos omeprazol, ibuprofeno, paracetamol.
– Marco Tulio.- Tu cuerpo envejece sin tu permiso, pero tu espíritu envejece si tú se lo permites.
- No exageres, te dirían los doctores Parkinson y Alzheimer. Hace poco me obsequiaron el libro Envejecer no es deteriorarse, de mi paisano Canal Ramírez. Venía con una hermosa tarjeta en la que se leía: “Aunque nuestros cuerpos envejezcan, nuestras mentes nunca pierden su brillo”. No pude agradecer el regalo porque el remitente olvidó poner su nombre y también firmar la tarjeta.
– Linguacuta. Te deseo suerte, pues te llegó la hora de experimentar que lo que no se regenera, degenera.
- Ahora, cuando despierto y me levanto de la cama, al girar el cuello y doblar las rodillas, todo hace “crack”. Y de nada sirve decir que no estoy viejo sino “crujiente”.
– Sofrosina. Envejecer es como escalar una montaña: mientras se sube, las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena. Aprende a disfrutar lo que te ofrece esta última estación de tu vida en vez de volverte un viejo quejumbroso y orinavinagre.
- ¿Cómo así?
– Sofrosina.- Uno de esos viejos que se la pasan refunfuñando. Se quejan de que las cosas van bastante mal cuando no van bastante bien; cuando las cosas no van tan mal, se quejan de que no van mejor; cuando las cosas van mejor, se quejan de que no van muy bien; cuando las cosas van muy bien, comprueban que no todo es perfecto; cuando todo es perfecto, declaran amargamente que la perfección no es de este mundo; cuando tienen lo que quieren, sienten que no tienen todo lo que desean, y cuando por fin tienen todo lo que quieren y desean, les da el berrinche porque ya no tienen nada que querer ni desear.
– Marco Tulio. Por supuesto que hay viejos que tienen mal genio, sufren de ansiedad, son iracundos, intratables e incluso avaros, pero, una vez más, esos defectos de carácter no tienen nada que ver con la edad. Hasta cierto punto hay que comprenderlos, pues en el fondo lo que les sucede es que se sienten ignorados, despreciados y objeto de burla. Además, al físicamente frágil le ofende cualquier cosa. Pero, igual que no todos los vinos se avinagran con los años, tampoco la edad agria el carácter de todas las personas.
– Sofrosina. Pero para eso hay que cultivar la inteligencia y el buen carácter desde jóvenes.
– Marco Tulio.- Muy cierto, amiga mía. Una buena vejez comienza en la juventud. La moderación, la sabiduría, la claridad de pensamiento, el disfrute de la vida, son hábitos que debemos cultivar desde jóvenes. Sólo los necios culpan a la edad de sus propios defectos y errores.
- ¡Ah! Si el joven supiese y el viejo pudiese no habría cosa que no se hiciese. Pero con frecuencia es demasiado pronto para darnos cuenta de que ya es demasiado tarde.
– Linguacuta.- Viéndolo bien, hacerse viejo no parece tan malo cuando uno se para a pensar en la otra alternativa.
- De acuerdo. Aunque quien quiera durar tiene que saber aguantar, pues la vejez es el momento cuando el Padre Tiempo empieza a llevarse lo que nos había dado Madre Naturaleza.
– Linguacuta. El lado positivo es que con la disminución de tu esperanza de vida disminuye también el peso del “qué dirán” los otros porque muy pronto ya no los volverás a ver.
– Marco Tulio. Soy consciente de que la vejez tiene aspectos molestos -como todas las demás estaciones de nuestra existencia- pero lejos de ser una etapa de debilidad e indolencia, puede convertirse en una época de actividad para consagrarnos a lo que nos interesa.
– Sofrosina. Después de mucho conversar con Marco Tulio -lo mismo que con Séneca, Marco Aurelio, Epicuro y Epicteto- he aprendido algunas cosas que me permito sugerirte para esculpir esa obra de arte que es una vejez bien vivida.
- Soy todo oídos.
– Sofrosina. Vive intensamente el presente, sin la esperanza de ilusorias promesas ni la nostalgia de pasados perdidos. Dale a cada cosa la importancia que tiene; a cada quien el lugar que le corresponde; a cada sentimiento el tiempo necesario; reconoce el valor de tu propia persona. Discierne bien lo que depende de ti y lo que no depende de ti. Y no te preocupes de lo que no depende de ti.
- Trato de ocuparme, no de pre-ocuparme. Mi vida estuvo ya suficientemente llena de preocupaciones que nunca se realizaron.
– Sofrosina. Si no das, no pidas. Si no sumas, no restes. Si no apoyas, no critiques. Si no preguntas, no supongas. No exijas lo que no das. Quítate la carga de los rencores y haz a un lado a quienes tiñen de gris los días que te restan.
- Ya aprendí que lo que me molesta se evita y que donde la ignorancia habla, la inteligencia calla. Sin duda ahora vivo más tranquilo sin tratar de convencer a nadie.
– Sofrosina. Habla de tal manera que los otros quieran escucharte y escucha de tal manera que los otros quieran hablarte.
-Linguacuta. Y si no sabes algo, no pierdas la ocasión de quedarte callado.
- Trato de no deslizarme por la pendiente de mi glotonería verbal, sobre todo al hablar del hoy y de sus veloces mutaciones. Tengo horror de caer en el ingenuo “Todo tiempo pasado fue mejor”.
– Linguacuta. Finalmente no pareces estar muy chocho. Dime, ¿cuántos años tienes?
- Te respondo con Saramago: “¡Qué importa eso! Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito marcarlos con un número, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé viendo mis ilusiones truncadas … ¡Valen mucho más que eso! ¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!”.
– Marco Tulio. Me encanta el entusiasmo con el que respondes.
- Y a mí me encantan los consejos que me han dado. ¡No sé cómo agradecerlos!
– Marco Tulio. Cuando lo sepas, no dudes en volver para decírnoslo.
Dicho esto, Marco Tulio, Sofrosina y Linguacuta continuaron tan campantes su paseo.
Rodolfo Ramón de Roux
Junio, 2023
13 Comentarios
Rodolfo, pienso que puedes tener estos agradables diálogos de ultratumba con tus personajes, porque dialogaste con ellos -en sus obras- antes de irse. Igualmente pienso, que nuestra comunicación con las personas queridas después de la muerte, se prepara con nuestra buena comunicación mientras compartimos la vida hasta viejos. También, para disfrutar del ocio en la tercera edad, se necesita aprender a disfrutar del ocio desde las primeras edades.
Rodolfo Ramon: cuando estaba subiendo tu artículo al blog, no deje de admirar desde luego tu erudición y tu gran sentido del humor. Solté varias carcajadas durante el diálogo pero me detuve a releerlo y descubrir en tus palabras-preguntas y las afirmaciones una serie de sentimientos y experiencias con las que creo nos identificamos muchos que corremos en esta marcha de la vida. Que sabiduría y que sencillez brotan en tus palabras ! Te agradezco que sigas siendo un farol de luz en nuestro Rincon de encuentro con tus compañeros y nuestros amigos. Que sigan brotando tus palabras maravillosas para nuestro deleite y acompañamiento en estos años maravillosos.
Darío, gracias por tus fraternales palabras.
Es una suerte mantener los viejos amigos. Es una suerte reencontrarse con los que por unos años desaparecieron de nuestras vidas. Es una suerte encontrar nuevas amistades que sin buscarlas entran en nuestras vidas para cerrar un círculo mágico que se experimenta en calma. Estos diálogos tienen el sabor de la novedad y del reencuentro, la sensación de lo ya vivido y a la vez de lo deseado. Felicidades y gracias.
Gracias, Rafael, eres muy amable.
Maravilloso encuentro el que tuviste, Rodolfo Ramón, con nuestro maestro Cícero y sus dos amigas antagónicas, Linguacuta y Sofrosina que le ponen pimienta al encuentro. Al igual que Darío, siempre me han maravillado tu sentido del humor y tu gran erudición las cuales compartes con nosotros “para nuestro solaz” y expansión del conocimiento.
Tus diálogos nos abren espacios de conocimiento en la mente y en la nostalgia. Mil gracias
Gracias, John. Y muchas gracias a Manuel Briceño que me comunicó el gusto por lo greco-latino.
Rodolfo Ramón, Sofrosina diría que tú escribes de tal manera que todos los demás queremos seguir leyéndote!. En tus escritos, además de recordar felices tiempos pasados, bebemos de tu limpia sabiduría como quien bebe y se reconforta con agua pura. En este caso, la sabiduría para saber envejecer. Mil gracias y un abrazo,
César, mi bisabuela Eufrosina ha quedado feliz con tu comentario (no miento, así se llama).
Muy divertido tu ensayo, Rodolfo Ramon. Comunicar y enseñas con alegría e hilaridad. Pienso que El Quijote y otras perlas de la literatura se difundieron universalmente por el ambiente jovial y atractivo en el que sus creadores insertaron los personajes centrales, portadores ellos tambien de genio e ingenio.
Que las Musas te saquen a bailar de nuevo, pronto.
Gracias!
Piensas justo, amable Guillermo: a lo largo de mi vida como docente pude verificar que cuando mejor comuniqué fue al hacerlo con alegría y buen humor.
Cuando Darío nos invitó a leer tu artículo, acudí a leerlo con la esperanza de reírme un poco a costa de mi mismo, pero sucedió que era demasiado serio y sabio. No logré, como Sísifo, sonreír viendo rodar mi existencia hacia ………………
Gracias Rodolfo
Luis Arturo, como nos enseñó Aquino, “quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur”.