El dialogante de ultratumbra, después de conversar con personajes ya desaparecidos sobre el sentido de la vida, el amor y otros temas, irrumpe ahora en el tema del conocimiento y autoconocimiento. Unos personajes reaparecen y otros son nuevos.
Estaba mirándome en un espejo cuando se me apareció un montón de amigos dispuestos a darme consejos sobre el conocimiento de sí mismo que, según dicen, es el comienzo de la sabiduría, esa cualidad que nos impide meternos en situaciones en las que necesitaríamos de ella. Entre los amigos presentes recuerdo a Roberto Fontanarrosa, Lao-Tse, Séneca, Confucio, Samuel Beckett, Baltasar Gracián, François de La Rochefoucauld, Stanislaw Jerzy Lec, Poncio Pilatos, Ramón Gómez de la Serna, el rey Salomón, Voltaire y Salvatore Quasimodo, que me dijeron lo siguiente.
Roberto: Si quieres alcanzar la sabiduría, Rodolfo, empieza a correr ya.
‒ Por supuesto. Si envejezco buscándola, ya no me quedará tiempo para practicarla.
Lao-Tse: Conocer a los demás es sabiduría. Conocerse a sí mismo es sabiduría superior.
‒ Lo he comprobado. Clarificándome a mí mismo se me han clarificado los demás.
Séneca: Pero hay que ser muy cuidadosos en la clarificación de sí mismos, pues solemos tener los vicios ajenos delante de los ojos y los propios a la espalda.
Confucio: Cometer una falta y no corregirse es la verdadera falta.
Baltasar: Todos los hombres cometen errores, pero con esta diferencia: los sabios disimulan los ya hechos, pero los necios mencionan hasta los que harán.
Samuel: Equivócate, Rodolfo, equivócate otra vez. Pero equivócate mejor.
Baltasar: Mejor abre los ojos a tiempo. Caer tarde en la cuenta no es ningún remedio, sino un pesar. El prudente hace a tiempo lo que el necio a destiempo.
‒ Muchos ni hacen el intento de caer en la cuenta porque viven con la conciencia limpia, lo que es síntoma de muy mala memoria.
François: Con frecuencia tendríamos vergüenza de nuestras más bellas acciones si el mundo viera todos los motivos que las producen.
Stanislaw: Todo está en las manos del hombre. Por eso debe lavárselas con frecuencia.
Poncio: Uno se lava las manos para no tener que dar la cara. Y no me miren con esa carita de inocentes, que no he sido el primero ni seré el último en hacerlo.
Ramón: Ojo con las sorpresas, Rodolfo. Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte.
Salomón: No le hagas caso a Ramón. La sabiduría es más valiosa que el oro.
‒ Depende de la demanda. Y es obvio que el estiércol del becerro de oro abona el mundo entero. Es un estiércol muy apreciado, incluso en el Vaticano: no tiene olor, pero es volátil.
Voltaire: Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por el dinero.
‒ Por eso dice un proverbio ruso que quien hace una gran fortuna en un año, debería ser colgado doce meses antes. Aunque se trata de un deseo piadoso, pues cuando el dinero habla, la verdad calla.
Salvatore: De la red del oro cuelgan arañas repugnantes.
Al día siguiente de este breve diálogo tuve la visita de otros contertulios que querían conversar sobre el conocimiento, sin más. Por lo visto, el tema les interesaba porque fueron muchos los que intervinieron. Eran ellos Virgilio, Albert Einstein, Rudyard Kipling, James Prentice, Stanislaw Jerzy Lec, José Manuel Caballero Bonald, Mahatma Ghandi, Francis Bacon, Rabindranath Tagore, Confucio, Juan Luis Vives, Germaine de Staël y Juan Manuel Roca, a quien dejaron asistir, aunque sigue tan vivo como yo.
Virgilio: Feliz aquel que pudo conocer las causas de las cosas y aplastó con sus pies todos sus temores.
‒ Modera tus ardores, Virgilio, que el acceso a la verdad no es la puerta de la felicidad. ¿Acaso no ves que por esa puerta transita mucho ignorante dichoso? Por otra parte, el bíblico libro del Eclesiastés nos dice que “quien acrecienta su saber, acrecienta su dolor” (1,18). Confieso, sin embargo, que el conocimiento también ha sido para mí fuente de alegría y que consideraría como un gran negocio dar todo lo que sé por la millonésima parte de lo que ignoro.
Albert: Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.
Rudyard: A mí seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé. Sus nombres son Qué, Cómo, Cuándo, Dónde, Cómo y Por qué.
‒ Es meritorio buscar la verdad, pero fácilmente la confundimos con el espejismo de nuestros irrefutables errores.
José Manuel: La carencia de dudas vertebra el catecismo del dogmático.
‒ En el tiovivo de la vida, Tal vez, Quizás y Puede ser son más creíbles que Siempre, Nunca y Jamás. Quien llega a viejo sin haber aprendido a dudar merece reencarnar.
José Manuel: El gremio de sectarios destruye sanguinariamente todo posible acceso a cualquier fecundante trayecto de la historia. Ninguna lección más perniciosa que la que suministran los que jamás incurren en erratas.
‒ Como decía Agustín de Hipona, hay que “buscar para encontrar, y encontrar para seguir buscando”, sin temor a perder nuestras más arraigadas ilusiones. Los que buscan la certidumbre y no el conocimiento terminan topándose rápido con la superstición o la superchería.
Mahatma: Nunca hay que pactar con el error, aun cuando aparezca sostenido por textos sagrados.
Francis: Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un idiota; quien no se atreve a pensar es un cobarde.
‒ El problema es que a algunos los persigue la inteligencia, pero son más rápidos. Por eso se necesita vivacidad para comprender el punto de vista de un imbécil.
Rabindranath: Pero el bosque sería muy triste si solo cantaran los pájaros que mejor lo hacen.
‒ Tu generosidad de espíritu te honra, Rabindranath. Me parece, sin embargo, que es mejor no enzarzarse en discusiones con un imbécil. Suele decir estupideces y, además, con mucho entusiasmo y convicción.
Juan Luis: Por otra parte, es inútil toda polémica si no hay esperanza de que resulte provechosa.
Confucio: Te diré lo que es el verdadero conocimiento: cuando sabes, saber que sabes y cuando no sabes, saber que no sabes.
‒ Y cuando crees que sabes, seguir haciendo ejercicio intelectual en todas las posiciones posibles, pues si no logras que te quepa la menor duda no te cabrá un poco más de ciencia.
Rodolfo Ramón de Roux
Abril, 2022
5 Comentarios
Comentar estos sabios dialogos seria mas largo que ellos mismos… por eso, lo mejor es re-escucharlos en silencio y repasarlos de vez en cuando.
Magistral! De Roux es una enciclopedia andante de máximas relevantes para aprender a vivir. Al introducir a todos sus amigos de ultratumba hace más ameno su discurso y logra mantener al lector con interrogantes sobre la personalidad del que origina la máxima o la causa de ella,
Y por supuesto, nadie se escapa de las temibles sentencias….”Muchos ni hacen el intento de caer en la cuenta porque viven con la conciencia limpia, lo que es síntoma de muy mala memoria.”
Qué maravilla leerte, Rodolfo! Es una delicia. Pero si me acostumbro a ese placer, todos los demás se me avinagran.
Querido Rodolfo Ramón,
Una manera original de invitarnos a pensar. ¡Felicitaciones!
Rodolfo, tu erudición desde ultratumba y el ágape con tus contertulios nos invita, como dice Vicentillo, a repasarlos, de vez en cuando, en la quietud de nuestro interior.