Duró semanas interminables la proyección de la serie documental “Civilizar y salvar a los pueblos” pues era inmenso el material acumulado a lo largo de siglos. Al final de la proyección reinó un silencio sepulcral en el ultratúmbico teatro “La commedia è finita”. Muchos de los asistentes habían sido protagonistas -activos o pasivos- de los intentos de civilizar o de llevar la salvación a los demás y se interrogaban sobre los métodos y consecuencias de aquellas empresas salvífico-civilizadoras.
A la salida del cinematógrafo, cruzaron entre sí las siguientes palabras el sabio taoísta chino Chuang Tse y el letrado español Juan Ginés de Sepúlveda, cronista y capellán del emperador Carlos V, preceptor de Felipe II y gran defensor de la “empresa civilizadora y evangelizadora” de España en las otrora llamadas Indias Occidentales. Rápidamente se entremetió en la conversación la mordaz Linguacuta, la de candente lengua.
CHUANG TSE.- Los innumerables intentos de llevarles la “civilización” y/o la “salvación” a otros pueblos me dejan perplejo al ver tantas injusticias y masacres cometidas “con las mejores intenciones”… que muchas veces encubren a las peores.
SEPÚLVEDA.- ¡No se hace una tortilla sin quebrar huevos! Yo estaba convencido -y lo sigo estando, como muchos otros- del carácter civilizador que correspondía al imperio español sobre los “indios”, para elevarlos a un grado mayor de razón y a costumbres mejores.
LINGUACUTA.- Convicción que te llevó a legitimar sin ambages las guerras de conquista como lo hiciste en tu tratado “Sobre las justas causas de la guerra contra los indios”.
SEPÚLVEDA.- Y reitero lo que allí dije: “¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros másconveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo; de torpes y libidinosos, en probos yhonrados, de impíos y siervos de los demonios, en cristianos y adoradores del verdadero Dios?”.
CHUANG TSE.- Juan Ginés, te voy a contar una historia que narré en el capítulo XVIII de mi libro conocido simplemente como “Maestro Chuang Tse”.
SEPÚLVEDA.- Te escucho.
CHUANG TSE.- Un día, un ave marina se posó en las afueras de la capital del país de Lu. Encantado por la noticia, el soberano de Lu fue respetuosamente a buscar el ave y la depositó en el templo de sus antepasados. Allí le obsequió la más hermosa de las celebraciones -incluida mucha música- y le ofreció los vinos más finos y las carnes más delicadas. Pero el ave, con aspecto sombrío y abatido, no tocó ni la carne ni el vino. Al cabo de tres días murió de hambre y sed.
SEPÚLVEDA.- ¿Cómo pudo suceder tal cosa?
CHUANG TSE.- El soberano de Lu había tratado al ave como él se hubiera tratado a sí mismo, no como se trataría a un pájaro. Para tratar al ave desde su propia perspectivatendría que haberla puesto en un bosque profundo, liberarla en terrenos pantanosos y dejarla flotar en ríos y lagos. Debería haberle dado de comer anguilas y pececillos, permitir que se juntara con las demás aves de su especie y que se posara donde quisiera. Oír hablar a la gente ya era un suplicio para este pobre pájaro, así que ¿cómo iba a soportar además el estruendo de la música?
SEPÚLVEDA.- ¿Qué quieres insinuarme?
CHUANG TSE.- Que no basta tener las mejores intenciones y tratar al otro como te tratarías a ti mismo. Es necesario tener en cuenta la existencia de otras expectativas y costumbres.
LINGUACUTA.- Juan Ginés, medita sobre este consejo que me dio Oscar Wilde: “No le hagas a los demás lo que quisieras que te hagan a ti; ellos pueden tener gustos diferentes”.
CHUANG TSE.- Gustos, necesidades, creencias y valores diferentes.
LINGUACUTA.- ¡Ah, las buenas intenciones! Son dosis ingentes de sincero compromiso y de buena voluntad que pueden alimentar admirablemente errores catastróficos.
CHUANG TSE.- No sin razón dicen que de buenas intenciones está pavimentado el infierno.
LINGUACUTA.- Hay que cuidarse del abrazo que protege: fácilmente se convierte en abrazo que asfixia. Dejemos que los demás marchen al ritmo de su propio tambor.
CHUANG TSE.- Cuando uno quiere hacer a toda costa la felicidad de los demás desde la perspectiva propia, la mano que redime termina siendo la que oprime.
LINGUACUTA.- Permítanme traer a colación una historia relativamente reciente: en el siglo XIX, con la euforia y el optimismo generados por la llamada Revolución industrial en Europa y en los Estados Unidos de América, se gestó una ideología del progreso que postuló que todos los pueblos marchaban hacia una meta ideal de civilización.
SEPÚLVEDA.- Hasta ahora no veo cuál es el problema.
LINGUACUTA.- En esa carrera hacia la “civilización” algunos pueblos merecían el calificativo de “atrasados” y otros el de “adelantados”. A estos últimos correspondía tomar bajo su amparo a los otros para hacerlos progresar y, de paso, administrar sus riquezas naturales.
CHUANG TSE.- Me parece, Juan Ginés, que ya vas sospechando hacia dónde se dirige Linguacuta.
LINGUACUTA.- Llegó a hablarse del “deber de civilizar a las razas y pueblos inferiores”. Lo cual se interpretó como un “altruismo agresivo”. No se olvidó tampoco el argumento religioso, como se observa en las palabras del presidente de los Estados Unidos de América, William McKinley, destinadas a justificar la política de su país hacia Filipinas, después de la guerra con España en 1898.
SEPÚLVEDA.- Como español estoy muy interesado en oírlas.
LINGUACUTA.- Escúchalas: “Ninguna otra cosa podíamos hacersino tomar a los filipinos y educarlos; elevarlos, civilizarlos y cristianizarlos; y por la gracia de Dios, hacer por ellos -prójimos nuestros por quienes Cristo también murió- todo lo que estuviera a nuestro alcance”.
CHUANG TSE.- ¡Juan Ginés, parece como si hubieras reencarnado en la persona de McKinley!
SEPÚLVEDA.- No sólo en McKinley. Tengo una miríada de seguidores. Escuchen no más a Jules Ferry, portavoz de la política colonial francesa, diciendo en el debate parlamentario del 28 de julio de 1885: “Repito que las razas superiores tienen un derecho porque tienen un deber. Tienen el deber de civilizar a las razas inferiores”. O hablen con Rudyard Kipling, premio Nobel de Literatura en 1907 e inspirado ensalzador de la misión civilizadora del imperialismo británico. ¡Por favor, abran los ojos! ¿Acaso están ustedes en contra del progreso moral y material de la Humanidad?
LINGUACUTA.- El problema es que no todos quieren o pueden bailar la música de “tu” progreso, y mucho menos obligados. Los mesías armados me ponen nerviosísima.
SEPÚLVEDA.- Pues vas a tener que seguir tomando mucha valeriana y pasiflora mientras existan los humanos. Mira cómo, a pesar de la reciente quiebra de la Casa Marx, no faltan adeptos suyos que siguen soñando con imponer la dictadura salvífica del proletariado la cual, supuestamente, nos conducirá a “mañanas luminosos”. Y ni para qué te enumero la serie de gobernantes estadounidenses convencidos de estar investidos por la Providencia divina de la misión de difundir -así sea por la fuerza- las bondades de la democracia liberal capitalista.
CHUANG TSE.- No es necesario que sigas. Ya sé que la cosechade vocaciones mesiánicas es inagotable. Pero también sé que los mesías desarmados terminan crucificados; y los armados, crucificando en nombre del “progreso moral o material de la Humanidad”.
LINGUACUTA.- Por eso cuando alguien grita “¡Viva el progreso!”, me pregunto siempre: el progreso ¿de qué?, el progreso ¿para qué?, el progreso ¿para quién?
CHUANG TSE.- A los ebrios del progreso salvífico habría que enviarlos a centros de desintoxicación.
LINGUACUTA.- ¡No te escapes, Juan Ginés!
Rodolfo Ramon de Roux
Agosto 2023
4 Comentarios
El ave marina nos enseña que además de escuchar con el alma, hay que respetar con el alma y actuar con el alma, y no con el arma, ni de fuego ni ideológica… Rodolfo, el “arma” de tu pluma y tu diálogo de ultratumba no somete sino compromete, Gracias.
Vicente, muy inspirado tu comentario. Gracias.
La especie humana poco a poco va creciendo en moralidad y en madurez reflexiva, hasta que podamos aprender a tratar al ave como ella misma desea ser tratada.
Aún somos “inferiores e incivilizados” , aún dominamos a los que nos parecen débiles e ignorantes.
Poco a poco aprenderemos…
Contundente reflexión Rodolfo!
Salvar al mundo o cambiar a los demás, es un espejismo de nuestro propio ego que lucha por imponerse antes que renunciar a sí mismo para evolucionar hacia la unidad y la armonía.